martes, 18 de octubre de 2011

Un Ernesto Guevara sin culpa


Para los que creen que escribiendo pretendo hacer daño, liberar odios reprimidos, o buscar la simpatía de quienes con peligrosa vehemencia defienden posiciones extremas; espero que con este artículo reflexionen y entiendan que no pertenezco a la izquierda ni a la derecha. Y que para mí, los anarquistas veneran demasiadas reglas.

No son pocas las personas que comparan a Ernesto Che Guevara con Jack el destripador. Estoy de acuerdo con muchas de ellas, por ejemplo, ambos estudiaron medicina. Hoy no pretendo hablar de un padre tan polémico, sino de un hijo criticado, poco conocido, y con marcados valores, según mi punto de vista.

A Ernesto Guevara March, hijo de Aleida March y el Che, lo acusan de ser egocéntrico. Y lo es, también es amable, cautivador, y extraordinariamente sensible. No es fácil ser uno mismo en una sociedad que se plantea igualitaria. El medio acentúa ciertas cosas, pero intentaré poner casi todo en contexto.

Ernesto no conoció a su padre, nació en 1965 y aunque hubo víctimas de la revolución que merecen todo nuestro respeto y consideración, no podemos olvidar que corrían tiempos de euforia y vientos de apasionamiento, las “barbas” fueron tan idolatradas como hoy la democracia. Esos hombres, devenidos en dictadores, representaron para muchos la imagen del héroe impoluto, el sol sin mácula.

Ernesto, semejante y diferente a sus tres hermanos mayores (Aleida, Camilo y Celia), se crió en Nuevo Vedado, estudió en la escuela primaria Combatientes de Bolivia, cursó la secundaria básica en la vocacional Lenin, y luego en el Preuniversitario del Vedado. Se hizo abogado, y les puedo asegurar sin temor a equivocarme que, con ese nombre, y la carga semántica que conlleva, ha sido para él tan influyente como el entorno adulador y el fantasma persistente de un padre ausente que, nos guste o no, le ha dado la vuelta al mundo.

Hagamos un experimento. Tomemos una bandeja engrasada y sobre ella depositemos una porción idealizada de deterioro económico, la aderezamos con caos interno, manipulamos la mezcla hasta lograr una textura de apoyo entusiasta y adoración popular; llevamos el producto al horno, y después de polvorear la noche de cuchillos largos, está presto; se llama dictadura al plato. No es complicado confeccionar una lista donde quepan los nombres de aquellos que realmente hicieron y hacen daño; pero no podemos incluir a los hijos por ser hijos.

Dotado de un pícaro encanto, Ernesto es un hombre de bien, a veces testarudo y por momentos temperamental, con un altísimo sentido de la amistad. Es un ser extrovertido y no proclive a confesiones, se ahoga en su propio volcán interior. Reconoce de buen grado sus errores, adora mantener su infancia aunque esté fuera de tiempo, y ha tenido que cargar con una injusta culpa endilgada. Entiendo que reconocer es más difícil que atacar; pero pregunte, averigüe, buscar información es muy fácil en un país donde pululan informantes ansiosos por ser sobornados. Los gatillos sólo se halan contra quienes lo merecen.

Juan Juan Almeida

Martí Noticias, 12 de septiembre de 2011
Foto: El matrimonio Guevara-March con sus cuatro hijos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto, el que tiene el Che en sus brazos.

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