miércoles, 5 de octubre de 2011

Viajar en tren


Nada es peor en Cuba que viajar en tren. Una experiencia masoquista. Adrián, 35 años, albañil, lo sabe bien. Después de estar 10 horas en la terminal central, ubicada en la parte antigua de La Habana, vagabundeando y dormitando en una silla plástica, pudo abordar un tren con destino a Camagüey, casi 600 kilómetros al este de La Habana.

Fue un periplo repleto de sucesos. “El viaje duró 15 horas, sentado en asientos incómodos, sin aire acondicionado, baños hediondos, pésima gastronomía y siempre con un ojo avizor, pues cuando arribas a estaciones intermedias, una legión de ladrones está a la caza de maletines”.

Adela, 62 años, ama de casa, tras 22 horas de trayecto en un viaje Habana-Santiago tuvo que ir a un hospital ortopédico.

Cuba fue la sexta nación del mundo en tener ferrocarril, cuando el 19 de noviembre de 1837 se inauguró con un viaje Habana-Bejucal, localidad a unos 30 kilómetros de la capital. Después de 1959, la historia del ferrocarril cubano tiene más penas que gloria. Hubo una etapa, en los años 80, que Fidel Castro abrió la billetera y compró decenas de vagones modernos y bien equipados en Argentina.

Por esa fecha, viejas locomotoras estadounidenses, con 50 años de explotación o máquinas rusas, potentes y altamente consumidoras de diesel, empujaban una retahíla de coches por una vía central, construida en la década de los 80 y diseñada para velocidades de 100 kilómetros por hora.

También los ferrocarriles se utilizaban para trasladar caña a los centrales y mover mercancía por toda la isla. Nunca de manera eficaz. Siempre el uso de trenes estuvo subutilizado.

El caos llegó con esa guerra silenciosa acuñada oficialmente con el nombre de “período especial en tiempo de paz”. Los vagones argentinos enmohecieron y las vías, a falta de mantenimiento, se fueron deteriorando hasta quedar inservible en un 90% de su trayecto.

Entonces viajar en tren era una aventura. Casi igual que las peripecias de Indiana Jones. Y peligrosa. El robo de traviesas y carriles para construir cercados ha sido constante a partir de los 90. Vías principales quedaron desarmadas. “Hay tramos que debemos transitar a 20 kilómetros por hora, causando accidentes, un gasto excesivo de combustible y pérdida de tiempo”, comenta Daniel, conductor de locomotora.

Vacas, toros y caballos que pastan en las inmediaciones de las vías, han provocado sonados accidentes ferroviarios, con pérdidas humanas y de cuantiosos recursos materiales.

Desde 2005, el régimen pretende que los ferrocarriles cubanos echen a rodar. Se han comprado 100 locomotoras nuevas a China. Y algunas de segunda mano a Canadá. También, a falta de dinero, se compraron en liquidación coches de uso a Rusia y Francia.

Según expertos locales de transporte, en medio de una crisis mundial donde el precio del petróleo supera los 100 dólares el barril, la utilización de los trenes será primordial para catapultar a la economía cubana.

El General Raúl Castro está apostando por la utilización a mayor escala del ferrocarril. En las nuevas instalaciones del puerto del Mariel, al oeste de La Habana, se han modernizado vías y patios. Pedro Luís Ortega, director de transporte ferroviario, ha declarado a medios nacionales que para lograr un tránsito seguro y rápido, las nuevas inversiones superarán los 600 millones de dólares.

Solo en sustitución de vías férreas, el monto de dinero alcanza 140 millones de dólares. Cambiar traviesas es un trabajo tan duro que roza con lo infrahumano. Leonel, 53 años, es jefe de brigada de una cuadrilla que coloca nuevas vías. “Un carril de hierro del siglo pasado puede pesar hasta mil libras. Las traviesas superan las 520 libras. Este trabajo se hace a puro sol. Y las condiciones de trabajo, salario y alimentación son muy malas”, asegura.

Se han comprado equipos modernos para humanizar el trabajo de brigadas especializadas encargadas de sustituir carriles y traviesas. La meta es que en el 2012 los trenes muevan el 52% de todas las cargas.

En las reformas económicas diseñadas por tecnócratas de verde olivo, la revitalización del ferrocarril es piedra angular en la disminución del uso de combustible, además del traslado de grandes volúmenes de mercancías.

En la transportación de pasajeros se ha hecho poco. Darle una mano de pintura a los viejos vagones e instalarles nuevos asientos. Sólo la ruta Habana-Santiago tiene coches climatizados. La puntualidad y servicio gastronómico dentro de los vagones también son asignaturas pendientes.

Viajar en tren por la isla no es recomendable. Pregúntenle a Otto, turista suizo, y le contará los disgustos y contratiempos sufridos en un viaje de 20 horas de La Habana a Holguín.

A la ciudad de los parques llegó sin valijas, sucio y de mal humor. De un golpe, Otto aprendió la lección. Cuba no es Suiza.

Iván García

Foto: Tren que cubre el trayecto entre Guantánamo y Caimanera. Tomada del blog El Fogonero, del cual recomendamos leer las crónicas sobre trenes y estaciones ferroviarias así como la sección dedicada a las locomotoras.


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