sábado, 31 de diciembre de 2011

Lo mejor en 2012


Sobre todo salud, para ustedes y sus familias, desde Cuba, Suiza y México les desean Iván, Tania y Marco.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Feliz Navidad


A todos sus lectores les desean sus realizadores, Iván García, Tania Quintero y Marco A. Pérez.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Navidades en dos tiempos


En La Habana usted no verá a hombres disfrazados de Santa Claus, vestidos de rojo, gordos y amables, repartiendo confituras a los niños a la entrada de centros comerciales. En el resto de la isla, tampoco encontrará un ambiente navideño especial.

Los hoteles para turistas y las tiendas o cafeterías por divisas sí exhiben árboles cargados con bolas y luces. No así en los establecimientos por moneda nacional, donde han preferido desechar toda esa parafernalia.
En estos centros de servicio, lúgubres y necesitados de pintura, por lo general cuelgan retratos de Fidel Castro y consignas de la revolución.

Si es una bodega de barrio, puede observar una lista escrita a mano y en ocasiones con faltas de ortografía, recordándole a los morosos que aún no han pagado los equipos electrodomésticos, cuatro años atrás otorgados por el Estado, para sustituir las neveras americanas de los años 50 y los televisores en blanco y negro fabricados en la Unión Soviética.

A pesar de que la ciudad no tiene la pinta navideña de otros lares, los ciudadanos de a pie se aprestan a celebrar en casa la Nochebuena, el 24 de diciembre. Quien tiene familia en el extranjero o negocios rentables por debajo del tapete, se puede dar el lujo de comprar un cerdo y asarlo en el patio, mientras bebe cerveza de marca o un buen añejo.

A quienes en el 2010 las cosas no le fueron mal, a las 12 de la noche del 31 de diciembre, podrá comer turrones, manzanas y uvas, y brindar con sidra.

Pero la mayoría gastará las suelas de sus zapatos, recorriendo los agromercados, en busca de carne de cerdo, frijoles negros, yuca, tomate, lechuga... A todo volumen escuchará música salsa o reguetón, mientras bebe cerveza a granel y ron de medio pelo.

A la Misa del Gallo suelen asistir aquéllos que viven cerca de una iglesia. A su manera, los cubanos festejan la Navidad. No siempre fue así. Cuando Fidel Castro llegó al poder en 1959, paulatinamente y con toda intención, echó a un lado una de las tradiciones más arraigadas en las familias cubanas.

La estocada final la dio en 1970, a raíz de la zafra azucarera de los 10 millones, donde con el pretexto de que los festejos interrumpían el trabajo en los cañaverales, eliminó el 25 de diciembre del calendario como día feriado.

Por decreto, esos días de asueto desaparecieron en la isla. Aunque al coincidir el triunfo de la revolución con el primero de enero, el uno y dos de enero son feriados. Menos mal. Si los barbudos comandados por Castro hubiesen tomado el poder en marzo o agosto, de seguro, no festejarían la llegada del nuevo año.

La ausencia de la Navidad en el calendario revolucionario duró 27 años. En 1997, en honor a la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, Castro volvió a instaurar el 25 de diciembre como feriado nacional. Es una efemérides oficial, pero las autoridades no se sienten motivadas en crearle a la población un ambiente navideño. En privado sí lo celebran.

Siendo un niño, fui con mi abuela y mi hermana a casa de Blas Roca, viejo comunista ya fallecido y pariente por línea materna. En ese tiempo, Roca era uno de los pesos pesados en la jerarquía política. Recuerdo cómo se me iban los ojos, cuando vi asando un puerco entero y una cantidad apreciable de otros manjares.

Eran años difíciles para casi todos los hogares, incluido el nuestro. Debido a una letal fiebre porcina, la carne de cerdo constituía un lujo. No sé ahora, pero entonces Castro a sus hombres de confianza, como Blas Roca, solía regalarle cestas inmensas con frutas, turrones, golosinas y botellas de vino español.

Una época en que la gente vestía con camisas de trabajo y calzaba zapatos plásticos. Carne de res, la justa, distribuida por la libreta de racionamiento. Y muy pocos se atrevían a celebrar la Nochebuena, tan prohibida como el jazz y los Beatles.

Décadas después, algo ha cambiado. Es cierto, los Castro siguen en el poder. La economía anda a la deriva. Ciertas libertades son negadas. Pero hoy no existe el temor de que alguien te haga un informe a “las instancias pertinentes” por festejar la Navidad.

Obvio, uno aspira a más. Y mientras celebra con su familia, desea que en el año venidero sucedan cosas buenas. Todavía los cubanos no hemos perdido el optimismo. Por suerte.

Iván García

viernes, 23 de diciembre de 2011

Alex Cuba: Agua del pozo


Alex Cuba, cantante y compositor cubano, reside en Canadá desde 1999. En 2010 ganó un Grammy Latino como artista revelación.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Río Cristal

Rio Cristal, Boyeros, Havana. por Robin Thom.

En la Avenida Rancho Boyeros, cerca de uno de los aeropuertos de la capital y después de pasar el Acueducto de Vento, se encuentra Río Cristal, centro turístico inaugurado en 1960, en el sitio donde en el siglo XVIII existiera un barracón de esclavos, y posteriormente un convento de religiosas. Remodelado en distintas ocasiones, todavía sigue gozando de la preferencia de los habaneros, sobre todo de aquellos que pueden pagar con pesos cubanos convertibles su estancia en el lugar.


La entrada sigue siendo la misma, ancha y sombreada.


Todo el año la piscina es muy demandada...

Villa Cabañas Rio Cristal, Boyeros, Havana. por Robin Thom.

...rodeada de una tranquilidad y una vegetación ausente en los mejores hoteles de la ciudad.



Y para los niños, el parque...

El Castillito de Río Cristal, Boyeros, Havana. por Robin Thom.

...en particular el castillito, en bastante buen estado.

Rio Cristal, Boyeros, Havana. por Robin Thom.

Dentro de la propia instalación no sólo hay áreas desatendidas, también lo está el río. Según una información publicada en Cubanet el 22 de septiembre, entre 2008 y lo que va de 2009, cinco jóvenes se han ahogado en el río Cristal, aledaño al centro recreativo del mismo nombre.

Debido a las muertes y accidentes, la policía ha colocado un cartel prohibiendo nadar en el río, pero los menores continúan yendo. Dicen que porque, no tienen otros lugares donde ir a divertirse.

Alexander, salvavidas en la piscina de Río Cristal, contó que en innumerables ocasiones 
ha tenido que socorrer a muchachos a punto 
de ahogarse, pero no siempre llegó a tiempo.


Ana Lidia, madre de un niño residente en la zona, aseguró que el agua del río está muy contaminada. "La vez que mi hijo se escapó y se metió en esa suciedad, contrajo estafilococos".

Iván García, con texto y fotos suyas y de Robin Thom, de Flickr.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Boniato y globalización


No creo que en Cuba, en este vano otoño, ningún cubano pobre, como suelen serlo desde hace años, amanezca agobiado por el neoliberalismo, el avance de la globalización y los avatares del ciberespacio. No.

El pensamiento abstracto, los asuntos del alma y el espíritu, los vericuetos de la política tienen un viejo asunto contencioso con el ayuno y la desesperanza, con las urgencias de la carne y las tribulaciones de la cotidianeidad.

En Antilla o en Guanabacoa, el hombre de la calle, el padre de familia, el ciclauro cubano no tiene tiempo, ni ánimo ni talante para los predios de la especulación intelectual, las sutilezas de la diplomacia ni los topless lingüísticos de los dirigentes del país.

Sus vidas, sus viditas tienen un diseño y un molde que pone toda su capacidad de iniciativa en un ping pong frustrante que va del trabajo a la rapiña.

Quien se despierte en este país a las 6 de la mañana sin ser extranjero o miembro de la nomenclatura y su tropa tiene dos únicos problemas por delante, como dice un chiste popular amargo: el almuerzo y la comida.

Otros tienen muchos el de los zapatos, la merienda, la libreta y la ropa de los niños. Hay quienes tienen el de un familiar viejo y enfermo y su medicina. Y queda todavía un inventario de agobios diarios que lleva a la gente a esperar el sueño casi como un ensayo de liberación.

Así las cosas, se va haciendo mayor la furnia que separa, en esta isla, a los dirigentes de los dirigidos. El discurso oficial -y su reflejo en la prensa amaestrada- parece por momentos que está dirigido a una colonia de ingleses o de escandinavos distraídos.

La norteamericanización de la cultura no debe tener mucho progreso en Imías o en Chivirico, donde se espera que llegue a la bodega la nueva cuota de chícharos y los laúdes para acompañar a los decimistas locales no tienen cuerdas.

La globalización de corte neoliberal y la expansión y uso arbitrario de internet no puede ser centro de debate de los vecinos de un batey en el que anoche se robaron dos vacas, saquearon un platanal y la pipa de agua no entra hace una semana.

Las convenciones, los encuentros internacionales y los congresos y visitas de mandatarios extranjeros, todos deslumbrados por los avances, todos muriéndose de envidia por esa Cuba de papel, todos solidarios y elegantes se perciben desde muchas zonas de la población en la misma distancia en que las muchachas pobres y las empleaditas de tiendas ven cómo transcurre la vida de los ricos y famosos en las revistas del corazón.

Son, como se aprecia aquí, vidas paralelas. Unos en el pugilato de la supervivencia y otros en el del poder, dando y recibiendo discursos, donaciones y consejos. Cada cual por su lado, como esos matrimonios mal llevados que se divorcian en Cuba y, separados y sin amor, tienen que quedarse a vivir en la misma barbacoa.

Es la globalización del boniato, la abundancia de la calabaza neoliberal y la llegada no de internet sino de un simple mensaje esperanzador para poder hablar de soberanía individual y libertad plena lo que está en el centro de la vida de miles de familias cubanas.

De todas formas, bienvenidos sus altezas serenísimas y los expertos en alimentación, educación y derecho penal, aunque sea a contrapelo del refrán porque podrán estar en las casas, pero no ven el pueblo.


Raúl Rivero
Cubafreepress, 18 de noviembre de 1998

martes, 20 de diciembre de 2011

Habaneros


Ciudad de La Habana. Un día cualquiera. Personas que a pesar de las dificultades, no se quedan sentadas en sus casas. Salen al "asfalto". Con ropa fresca, pero limpia. Porque los cubanos siempre se las arreglan para conseguir una pastilla de jabón o un poco de detergente para lavar. A mano, o en lavadoras más viejas o más modernas. Y con el privilegio de poder secarlas al sol: el astro-rey casi nunca deja de darle los buenos días a los habitantes de la capital. Y del resto de la Isla.


Cómoda pose para pensar. Sana y patrióticamente: sin cigarro y con bandera.


Cada uno espera. A su manera. Incluido el chofer del "panel" (vehículo) blanco.



En la misma dirección, con rejas de fondo. El de la carretilla, con un "pepino" (pomo) en uno de los bolsillos de su "cuatro puertas" (pantalón).


Algo ha pasado: tres miran hacia un mismo lado. En la acera contraria, dos continúan indiferentes su camino. Con casco rojo, sentado en el "sidecar" (moto) un peque, ella parece ser la madre.

Fotorreportaje de Laritza Diversent

lunes, 19 de diciembre de 2011

Portarretrato de La Habana


Atestada de pícaros e ignorantes, la ciudad de arcos y columnas que un día inspirara al escritor Alejo Carpentier es hoy una capital donde el futuro es una entelequia o una mala palabra.

La otrora villa de San Cristóbal no es Tropicana con sus fabulosas mulatas. Tampoco es el lobby suntuoso y refrigerado de un hotel 5 estrellas. No te dejes engañar si vienes de visita. Alquilas un Mercedes Benz y a 80 kilómetros por hora contemplas la ciudad.

Pero te fuiste sin conocerla. Aunque luego en Madrid, Ontario o el Distrito Federal muestres las fotos con El Morro o el Capitolio de fondo, y tú con un tabaco Cohiba en la boca y una botella de ron Havana Club añejo en la mano.

La mayoría de los extranjeros, lejanos e indiferentes, suelen contemplarnos a través de lentes color de rosa. Ven la pobreza de la ciudad destruida, pero no pueden -ni lo intentan- penetrar en el alma abierta del habanero.

Un ciudadano que habla, piensa y actúa más rápido que los cubanos residentes en el interior del país. Los habaneros suelen ser pícaros por antonomasia.

En una de las tantas tiendas abiertas para recaudar dólares, un pinareño entretenido hizo una pequeña compra con un billete de 100. La cobradora fue a la caja central a hacer el cambio pues no tenía lo suficiente para darle el vuelto: 87 dólares con 50 centavos. Mientras la joven hacía la gestión, el provinciano se puso a recorrer la tienda. Al regresar la cajera preguntó por el dueño del vuelto y entonces un joven bien vestido le dijo que era de él, que su amigo (el pinareño), le había dejado la encomienda de recogerlo. La empleada le entregó el dinero. El habanero se esfumó con el botín.

Son cosas que suceden a diario en la ciudad, habitada por un ejército de pillos, muy diligentes a la hora estafar a los incautos. Vendedores de prendas de oro, corredores de casas, prestamistas con dinero falso, en fin, timadores de todo tipo.

Los nacidos en la capital tienen "chispa" (talento) para el engaño y capacidad para sobrevivir en las difíciles condiciones económicas por las que atraviesa la isla. Pero suelen ser ajenos a la situación política de su país y del mundo. Ese desconocimiento es casi total porque una mayoría de habaneros vive como un zombie.

En el plano deportivo no es mucho mayor el nivel de información. Solamente los fanáticos más furibundos están al día de lo que ocurre en las Grandes Ligas, la NBA y los clubes profesionales de fútbol.

Cuando Mark McGwire implantó un nuevo récord de jonrones para una temporada en las mayores, los habaneros se enteraron con retraso. Distorsionadas, a retazos y muchas veces exageradas llegan las noticias de los peloteros cubanos que juegan en Estados Unidos. "Lo que sé es que tienen mucha plata", dice un aficionado en la peña deportiva del Parque Central. Y comentaba que el Duque Hernández tenía una flotilla de 12 autos y pensaba comprarse un sector de playa en Miami Beach. Los mejor informados lo desmintieron. Es algo que sucede a menudo en La Habana. A falta de información se activa Radio Bemba, una especie de noticiero verbal que, de persona en persona, transmite los sucesos censurados en el país.

El gobierno es el principal encargado de incentivar la desinformación. En una sociedad cerrada el bajo flujo informativo es baza fundamental para mantenerse en el poder. Es más fácil gobernar cuando se manipulan las noticias o no se da a conocer la verdad. El precepto bíblico de San Juan "conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" es una asignatura proscrita por la dinastía de los Castro.

Por tanto, casi todas las informaciones circulan en forma de rumores, chismes y comentarios no confirmados. Nadie confía en la prensa oficial pues ésta, más que informar, desinforma.

Ajenos e ignorantes caminan los capitalinos bajo el tórrido sol en su lucha diaria por la supervivencia. Sólo les interesan las telenovelas, ese opio electrónico trasmitido por la televisión cubana.

Así vive el habanero, entre colas para tomar el ómnibus, comprar los exiguos productos vendidos por el estado, melodramas nacionales o extranjeros y la falta de información, a pesar de que Cuba se jacta de tener internet desde 1996. Pero el acceso está vedado a los cubanos comunes y corrientes.

Las razones son elementales: casi nadie posee una computadora y el que la tiene, en su puesto de trabajo, no puede navegar por la red de redes. A los que dirigen no les interesa contar con ciudadanos modernos e informados. El resultado es un individuo pícaro y hábil para las fullerías y el robo, pero escaso de conocimientos.

Iván García
Cubafreepress, 11 de septiembre de 1998

domingo, 18 de diciembre de 2011

Los cubanos y la vivienda


El 2 de noviembre de 2011, el gobierno cubano publicó el Decreto-Ley Número 288 que modifica la Ley General de la Vivienda, y permite la compraventa de inmuebles entre particulares, algo que estuvo prohibido en la legislación nacional.

La nueva normativa entró en vigor ocho días después, el 10 de noviembre, y de forma general permite a los propietarios, cubanos y extranjeros residentes permanentes en el país, disponer libremente de sus bienes inmuebles.

No obstante, mantiene como exigencia legal la posibilidad de tener solamente una vivienda en propiedad y otra ubicada en zona de descanso o veraneo. Respecto a las permutas, donaciones y compraventa, establece que se formalizarán ante notario público del municipio donde esté ubicado el inmueble, previa inscripción en el Registro de Propiedad.

El Registro Inmobiliario comenzó a funcionar en Cuba a mediados del siglo XIX. En los años 60 se paralizó, y con la puesta en vigor de la Ley General de la Vivienda, desapareció del tráfico jurídico. Se reabrió en 2003, debido a las exigencias de la inversión extranjera. Actualmente constituye un requisito indispensable para realizar actos de trasmisión de dominio.

El nuevo decreto-ley eliminó el permiso que a los propietarios se exigía obtener de la Dirección Municipal de la Vivienda, para permutar o donar sus inmuebles. También derogó la medida de pérdida de lo construido (confiscación), en caso de trasmisiones de la propiedad, construcción, ampliación y rehabilitación ilegal de viviendas.

No obstante, se mantienen las restricciones a la libertad de residencia que imponen las normas migratorias para la La Habana y para las zonas de alta significación para el turismo, sometidas a régimen especial de administración, como es el caso de la Habana Vieja, en la capital, y Varadero, en Matanzas.

La preceptiva legal permite la compensación en caso de desproporción entre los inmuebles que se permutan, que antes estaba prohibida. También restablece el derecho de los herederos, a quienes podrá adjudicarse la vivienda, siempre y cuando no tengan otra en propiedad. Anteriormente adquiría el inmueble el beneficiario morador, en caso contrario, el derecho se reconocía al conviviente.

Mantiene la confiscación por salida del país, pero permite que los familiares adquieran gratuitamente el inmueble. Antes, el Estado vendía las viviendas confiscadas, o parte de ellas, al copropietario o al conviviente que acreditaran tener 10 años de convivencia con el emigrante propietario. Tampoco éstos podían disponer de sus viviendas durante los 4 años anteriores a su salida, restricción que se eliminará próximamente.

La ley impone el pago de tributos por transmisión de bienes y herencias para los que adquieran las viviendas, y para los vendedores, por ingresos personales. El impuesto a cobrar se determina aplicando el 4% sobre el valor del inmueble y se paga en pesos cubanos.

De forma general, la nueva normativa elimina algunas prohibiciones que impedían a los cubanos ejercer las facultades de disposición derivadas de su derecho de propiedad. No obstante, se mantienen algunas restricciones vinculadas con la libertad de circulación dentro del territorio nacional, que impiden el pleno ejercicio de este derecho.

Por otra parte, se simplifican varias trabas burocráticas. Sin embargo, los trámites y el tiempo que lleva realizar este derecho difícilmente se reduzcan. El Estado no tiene una adecuada infraestructura, ni condiciones para prestar los servicios jurídicos que con eficiencia y calidad demandan las nuevas regulaciones.

Laritza Diversent
Cubanet, 11 de noviembre de 2011

sábado, 17 de diciembre de 2011

Una ciudadela por dentro


La ciudadela es oscura y se parece a esas prisiones de los años 20 que salen en los filmes de Hollywood. Tiene tres pisos de puntal alto con barandas de maderas roídas y una escalera de caracol a la cual le faltan peldaños.

En el patio central, en la planta baja del recinto, a toda hora se reúnen vecinos. Viejas alcahuetas, jóvenes sin empleo, jineteras en sus horas de descanso, vendedores de pacotilla que se aprestan a ofrecer su mercancía en las calles.

En este solar inmenso y caótico de la barriada de Colón, en el corazón de La Habana, las ilegalidades son un modo de ganarse la vida. Se vende de todo. Desde pizzas hasta materiales de construcción.

Un dentista improvisado pone muelas de oro por 20 dólares. Pero el hombre de éxito de la ciudadela vive en el tercer piso, casi al final del pasillo. Dos negros con caras de matones están sentados a la entrada, en unas sillas recostadas a la pared.

-¿Qué quieren? preguntan en tono amenazante a tres jóvenes con pinta de roqueros. “Yerba, parkinsonil y polvo”, responden en voz baja. Los morenos les abren paso.

En una sala pequeña, amueblada con gusto y un inmenso televisor de plasma de 42 pulgadas, un hombre de estatura media y modales amanerados les invita a sentarse.

Los muchachos compran dos cartones de pastillas, una onza de marihuana y un gramo de cocaína. Todo les cuesta 60 pesos convertibles (70 dólares). El dueño del negocio bromea: “Vaya fiesta que van a armar”. Antes de despedirse les da una limonada con hielo frappé y les dice “no pierdan el camino”.

Según un informe del Ministerio del Interior, publicado en el diario Granma sobre el comportamiento de las drogas, entre enero y junio de 2010, disminuyeron los recalos de drogas en las costas cubanas y las fuerzas del orden habían interceptado 1,592 kilogramos de marihuana y cocaína. Inferior a los 2,236 de igual período en 2009. En los aeropuertos, a 12 extranjeros detenidos se les había ocupado 7.1 kilos de drogas.

Casi todas las drogas provienen de Colombia y abastecen el incipiente mercado local. Las vías más utilizadas son Jamaica, Bahamas o República Dominicana. Cuba no tiene aún cárteles poderosos y organizados al estilo de México y otros países de la región. Los operativos constantes de la policía y la Seguridad del Estado han desmantelado grupos y personas que se dedicaban a vender estupefacientes .

Pese a las batidas, en La Habana se sigue expendiendo drogas. Tipos que se rifan el pellejo. Si los pillan pueden recibir condenas de 30 años, e incluso, cadena perpetua. Pero la droga, ya se sabe, es muy lucrativa. Demasiado como para que el hampa capitalina no incursione en el negocio.

Según un ex presidario que ha cumplido cuatro sanciones penales por consumir y vender drogas, un mes de venta de cocaína al detalle, le reporta ganancias superiores a los 1,500 dólares. El salario de tres años de un profesional de nivel.

Entre los jóvenes, escépticos y hastiados del inmovilismo gubernamental, el consumo de drogas y sicotrópicos es colosal. La extensa avenida de la calle G, en el Vedado, es un ejemplo. Allí por las noches se reúnen emos, frikis, repas y mikis. Aparte de su desilusión, tienen un denominador común: el alto consumo de alcohol y alucinógenos.

Los artistas, intelectuales y empleados del turismo con buenas entradas de moneda dura, suelen consumir marihuana o cocaína en fiestas íntimas. Es difícil encontrar en La Habana un chico mayor de 15 años que al menos una vez, no haya fumado un porro de marihuana criolla, la más barata que se oferta en el mercado clandestino de drogas.

A pesar de la persecución policial, pequeñas bandas de marginales en ciudadales como ésta del barrio de Colón venden drogas a la carta. Hasta EPO. Para variar.

Iván García

viernes, 16 de diciembre de 2011

Lucir el celular


Refiere Isabel Allende en su libro Mi país inventado, que después de la dictadura militar, los chilenos se volvieron pretenciosos. Se puso de moda ser rico o aparentar serlo. “He oído que un buen porcentaje de los teléfonos celulares son de madera, sólo sirven para jactarse”, comentaba la escritora chilena.

La historia de Isabel Allende sobre los teléfonos celulares de madera me recordó el caso de un muchacho de 16 años de mi barrio que se antojó de comprar un celular como si en ello le fuera la vida.

Para poder pagar los 90 dólares en que le vendían un sofisticado móvil Motorola que tiraba fotos y grababa (una ganga aunque estuviera usado, decía él), pidió a su familia el dinero, que explicó, necesitaba para comprarse zapatos y ropa. Claro, debía ser de marca. O imitación de la auténtica, de la que venden los 'merolicos' (particulares). “Ya soy un hombre y no puedo vestirme con esta ropa tan fea, porque las muchachas ni me miran”, argumentó.

Así, el muchacho logró que, entre pucheros y tragando en seco por los sacrificios que tuvieron que hacer, el padre le diera 75 pesos convertibles y el padrastro 15. Ambos pusieron el grito en el cielo cuando vieron que el chico invirtió el dinero no en ropa y zapatos como había dicho, sino en el celular que, para colmo, no se pudo decodificar.

Al muchacho no le importó. Sólo lo quería “para especular delante de las muchachas”, dijo. Lo llevaba orgulloso a la cintura, le servía para jugar, escuchar música y a menudo, timbre programado por medio, simulaba que respondía llamadas. Unos meses después, cuando el hambre le apretó, vendió primero la funda y luego tuvo que vender el móvil en mucho menos de lo que le costó.

No creo que mi vecino sea el único de los que veo por ahí, sobre todo en guaguas y lugares públicos, que fingen que conversan a través del móvil. Los teléfonos celulares, desde que en 2008 el gobierno autorizó su venta, se han convertido en un símbolo de status entre los cubanos. No importa que la mayor parte del tiempo no haya los 10 dólares para pagar la tarjeta de CUBACEL GSM, los 5 que vale la recarga mínima o que ni siquiera tengan línea, a pesar de que recientemente rebajaron su costo.

En muchos casos, los celulares se utilizan como beepers. La gente mira el número que marca la pantalla para ver quién llama y corre a buscar un teléfono público o de alguna casa. Los más corteses, cuando suena el celular, responden “yo te llamo ahora” y apagan inmediatamente. Otros pasan breves mensajes de texto que son más económicos, 16 centavos de dólar, que equivalen a poco más de tres pesos cubanos.


Luis Cino
Cubanet, 11 de noviembre de 2011

jueves, 15 de diciembre de 2011

Cuando no existía Twitter ni Facebook


En una tarde calurosa de noviembre de 1996, luego de dos horas de viaje, primero en una ruta 201, apearme en el entronque de la CUJAE y abordar entre empujones el ‘camello’ M-2, llegué a casa del lanzador Orlando “Duque” Hernández, en el barrio Calixto Sánchez, a espaldas del aeropuerto internacional José Martí y muy cerca de la avenida Boyeros.

Por esa fecha, el régimen de Fidel Castro había prohibido de por vida al ‘Duque’, acusado de tener tratos con 'scouts' de las Grandes Ligas, a competir en los torneos beisboleros del patio. No había concertado previamente la entrevista.

El periodismo independiente en Cuba no se podía dar tales lujos. Había que saltarse las reglas y el manual. Llamar con antelación y pedir una cita con alguna persona traía más problemas que beneficios.

Nuestros teléfonos solían estar 'pinchados'. Y para evitar que el miedo provocado por una amenaza sutil de los servicios especiales llegara antes que nosotros, teníamos por costumbre ir sin previo aviso.

Eran tiempos duros. Hacía un año, en diciembre de 1995, me había iniciado dentro del periodismo libre, estimulado por mi madre Tania Quintero, quien había abandonado el periodismo oficial y escribía para Cuba Press, la más profesional agencia independiente, fundada y dirigida por el poeta Raúl Rivero.

La agencia, al decir de Rivero, era una abstracción. La 'sede' radicaba en su apartamento de dos habitaciones, en el tercer piso de un edificio en el barrio La Victoria, Centro Habana. El equipamiento, lo que se tuviese a mano.

Lo más preciado era un bolígrafo Bic. Y el mejor regalo que te podía hacer un amigo extranjero era un block de notas. Escribíamos al dorso de añejos papeles oficiales. Un paquete de hojas blancas costaba 5 dólares. Demasiado para nuestros exiguos bolsillos.

En Cuba Press había un puñado de reporteros provenientes de la prensa oficial. Además de Raúl y mi madre, estaban José Rivero, sin parentesco con el poeta, Ana Luisa López Baeza, Iria González Rodiles y Plácido Hernández, guionista de la serie televisiva “El hombre que vino con la lluvia”.

Otros como Ricardo González Alfonso y Marvin Hernández llegaron después. El grupo era una piña. En ese tiempo ni soñar con tener un móvil. Internet era cosa de ciencia ficción.

Cuba no tuvo conexión oficial a la red de redes hasta 1996. Pero desde que el 23 de septiembre de 1995 surgió Cuba Press, nuestros textos se publicaron en la red, en sitios que jamás habíamos visto.

Cuando algún amigo residente en la Florida visitaba la isla, traía los artículos impresos. Después de leerlos entre todos, Blanca Reyes, la esposa de Raúl, los archivaba en files color cartucho.

En esa época teníamos una sola grabadora. Una Sony mediana que llevaba dos baterías AA. Había cola para usarla. Estuve dos semanas esperando para que Raúl me la prestara. Cariacontecido, me dijo: “Lo que no tengo es pilas”.

Resolví un par de pilas, y con la Sony me fui a casa del ‘Duque’. No tenía cámara digital. Juan Antonio Sánchez, Ñico, consiguió una y me sirvió de fotógrafo.

El ‘Duque’ no estaba. Su esposa en ese momento me miró de arriba abajo y supo de golpe que no me iba a ir sin obtener la entrevista. Nos invitó a pasar a la sala.

Al rato llegó el destacado lanzador que años más tarde brillaría con los Yankees de Nueva York. Ya Orlando Hernández era una gloria del béisbol cubano. Lanzaba para la novena azul de Industriales y, era y aún es, el mejor pitcher después de 1959 en promedio de ganados y perdidos.

A simple vista se notaba que el ‘Duque’ se sentía extraño fuera del terreno. Me dijo unas palabras que resultarían proféticas: “Las únicas puertas que me han dejado abiertas son las del destierro”. Así fue.

Tarde en la noche salimos del hogar del ‘Duque’. El viaje de regreso fue una odisea. Esa madrugada redacté la entrevista en una libreta escolar a rayas. Temprano en la mañana, Tania me la pasó en limpio en una Olivetti Lettera-25.

Después de mecanografiada, abordé otro ‘camello’, el M-6, rumbo a casa de Rivero. Los trabajos entonces se dictaban por teléfono. Al otro lado de la línea, en Miami, ese brillante reportero que es Bernardo Márquez Ravelo los grababa.

Ése era nuestro modus operandi. Con el tiempo llegaron los fax, hoy obsoletos. Tener un fax provocaba el acoso de los tipos duros de la policía secreta. Y si sospechaban que tenías una laptop, hacían una redada de película.

El 2 de junio de 1997 un comando de la Seguridad del Estado registró nuestro apartamento en La Víbora, en busca de esa 'arma peligrosa' que para ellos resultaba una computadora. La primera vez que usé una, prestada, no me gustó. Para justificar mi ignorancia en el uso de Windows le dije al periodista independiente Ariel Tapia, vecino del barrio, "úsala tú, yo prefiero seguir escribiendo en una libreta".

De dinero siempre andábamos mal. Y para desgracia mayor, los servicios especiales, como burdos corsarios, se dedicaban a detener y quitarle el dinero a las personas que nos lo traían. Las cosas mejoraron cuando empecé a escribir para la Sociedad Interamericana de Prensa y Encuentro en la Red. En el año 2000, una tarde fría que amenazaba lluvia, fue que vi el primer billete de 100 dólares en mi vida.

A pesar de no tener celulares y que las redes sociales estaban por venir, los periodistas independientes cubanos hacíamos una labor loable. Fueron buenos tiempos, profundos y fructíferos, a pesar de la fortísima represión.

Dos horas de conversación con Raúl Rivero equivalían a un semestre en una cátedra de periodismo. Había, y hay, dentro de los reporteros, plumas de calibre al estilo de Jorge Olivera y Luis Cino, en mi opinión el mejor, después de Rivero, claro.

Obligados por las circunstancias políticas, casi todos los de Cuba Press tuvieron que marcharse de su patria. Dieciséis años después, más viejos, pero con el mismo deseo de reflejar esa Cuba que los medios gubernamentales pretenden ignorar, intentamos adecuarnos a los nuevos tiempos.

Tengo cuentas en Twitter y Facebook. Dos blogs y un teléfono móvil. Ahora redacto en una laptop con el teclado en inglés. Pero en el closet guardo la vieja Olivetti Lettera-25 que mi madre me dejó al marcharse al exilio en Suiza. Nunca se sabe si algun día tendré que utilizarla.

Iván García
Foto: En mi dormitorio, todavía conservo el teléfono-fax. El fax ya no lo uso, pero sí todavía el teléfono. También aún funcionan el televisorcito japonés, en blanco y negro, y el ventilador, comprados los dos en la Navidad de 1995, con un dinero enviado por dos amigos, un español y una brasileña.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Golpes y progreso


Los cambios anunciados en Cuba dejan sobre el papel que los campesinos pasados al sector privado reciben ya un salario de 28 dólares mensuales. Y los obreros liberados del Estado en las zonas urbanas podrán alcanzar hasta 42. Las cifras tratan de tapar la violencia con un dólar.

Para los cubanos lo más trascendente del momento es la ola represiva nacional que incluyó una golpiza a 16 Damas de Blanco en la Ermita de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba. La información del dinero tiene un corbatín triunfalista, aunque recuerda que quienes siguen en empleos gubernamentales (casi cuatro millones de cubanos) ganan unos 21 dólares cada mes.

Las fuentes de la paliza son las víctimas, familiares de presos políticos y de disidentes, que piden libertad y democracia para el país y que comenzaron a desfilar en el oriente cubano en solidaridad con las Damas de Blanco que lo hacen cada domingo, desde la primavera de 2003.

Una de las participantes dijo a la prensa independiente que nunca había sentido tanta dureza sobre las mujeres que de manera pacífica caminaban por las calles en silencio y armadas hasta los dientes con un gladiolo.

El arzobispo de Santiago de Cuba fue testigo del episodio y aseguró que "los acontecimientos pasaron (...) ahí no hay justificación ni motivo; fue una cosa indigna, injustificable. Además, las diferencias no se deben resolver de esa manera. Ellas vinieron a verme por la tarde ese mismo día y sí, tuvieron que ir al hospital, fueron muy maltratadas. ¿Qué motivos puede haber para agredir a unas mujeres?".

Trece Damas de Blanco necesitaron atención médica en el hospital. Otras recibieron los primeros auxilios en la calle. Horas después del ataque, en Santiago, los líderes opositores Martha Beatriz Roque Cabello y Oswaldo Payá Sardiñas (premio Sajarov 2002) denunciaron que están sometidos a presiones y hostigamientos.

Roque Cabello explicó que ha recibido amenazas de muerte. Las intimidaciones han llegado a la Red de Comunicadores Comunitarios, un grupo que informa sobre la vida en las bases de la sociedad.

Hay una atmósfera tensa y difícil. El Gobierno la sostiene con una distribución de miedo y violencia tan generosa como pareja, sin cartilla de racionamiento. Y con la alabanza del billete verde, ese viejo enemigo que ahora quiere conquistar con un capitalismo de manigua.

Raúl Rivero
El Mundo

martes, 13 de diciembre de 2011

Cuba duele


La nostalgia es un ladrón que roba fuerzas. Y cuando de la patria se trata, es un depredador feroz. Pregúntenle al casi millón y medio de cubanos desperdigados por medio mundo sobre Cuba.

Todos, sin excepción, católicos, ateos, liberales, apolíticos y anticastristas se le hace un nudo en la garganta cuando rememoran su niñez en algun caserío de la soleada y verde campiña o recuerdan los sitios, cálidos y familiares, donde crecieron, amaron y se hicieron hombres.

A todos ellos Cuba duele. Duele porque por décadas a muchos compatriotas les fueron estafados sus sueños. Aplaudieron a un tramposo. Algunos caminaron 62 kilómetros con sus botas rusas vestidos de milicianos.

Se vieron involucrados en guerras civiles por África en nombre de una ideología estrafalaria y comandado por su líder, Fidel Castro, quien como un fanático de Play Station movía a sus tropas en una maqueta gigantesca repleta de soldaditos de plomos y tanques de guerra de hojalata en miniatura, desde una casona de Nuevo Vedado a recaudo de los bestiales mediodías angoleños con 40 grados a la sombra.

Muchos de los soldados cubanos no regresaron. Más de dos mil, si damos crédito a la cifras del gobierno, yacen en tierra ajena. Se alistaron al régimen a tiempo completo. No pocos desandan los barrios dementes y olvidados. Su reino es un botellín de ron casero.

Otros se marcharon. Residen en cualquier parte. En tierra de nadie. Su base natural es al sur de la Florida. Como para tener cerca a Cuba. El mar azul intenso que bordea Cayo Hueso es el mismo que baña el Malecón de La Habana.

También hay compatriotas en Madrid, París, Berlín, Lucerna y hasta Tel Aviv. Desde hace tiempo ellos son indignados. La mayoría suele tener dos empleos, reciben bajos salarios o mínimas pensiones. Viven con lo justo.

Así y todo, privándose de cosas, puntualmente, giran dinero a los suyos en Cuba. O envían un paquete. Con medicamentos, ropa, alimentos, material escolar, culeros desechables, celulares o baterías. Sus parientes en la isla necesitan de todo.

Más caro que emigrados latinoamericanos pagan el flete y las llamadas telefónicas a su patria. Los Castro han edificado una flamante industria con la diáspora. A todo gas. Cobran por todo. Y bastante.

No es marcharte y ya. Antes, debes desembolsar casi mil dólares por simples chequeos médicos y otros trámites legales. En Miami, un manojo de empresas al servicio del gobierno ordeñan como una vaca a los emigrados cubanos con altas tasas para hacer llegar dinero y pacotillas a sus familiares.

Hasta visitar la patria cuesta dinero. Por decreto castrista deben pedir permiso y pagar gabela para darse una vuelta por la tierra en que nacieron. Es uno de los peores delitos de los hermanos de Birán. Tratar como parias a quienes se han marchado.

Y aunque estés lejos, exigen genuflexión política. Si tienes el lápiz afilado como Raúl Rivero, Zoé Valdés, Carlos Alberto Montaner o Tania Quintero, las puertas de tu patria se te cierran.

Tienen que conformarse con ver en fotos o videos el deterioro de su país. O charlar telefónicamente con familiares y amigos, para que les cuenten de Cuba.

Pese a la lejanía y el paso de los años, no olvidan las noches que con amigos del barrio tomaban ron en una esquina. El dominó encendido en un portal o acera. La rumba en casa de un pariente. El juego de pelota en el viejo estadio del Cerro.

Los Castro tratan como criminales a los compatriotas críticos con su autocracia. El castigo es el destierro. La nostalgia los hace dormir con Cuba debajo de la almohada. Y a su santo piden vivir lo suficiente para ver el final de esa película en blanco y negro titulada "Revolución Cubana".

Iván García

lunes, 12 de diciembre de 2011

Amaneceres oscuros


El núcleo duro de los países fundacionales de la Alternativa Bolivariana para las América (Alba) tiene en la agenda de trabajo tres puntos obligatorios para garantizar su permanencia en el poder. Aquí están: reprimir a sus oponentes, acosar y matar de una vez la libertad de expresión; desplegar un abanico de trampas y argucias para controlar los procesos electorales; y rescribir documentos legales como si fueran cartas privadas.

En Cuba se efectuaron en septiembre más de 500 arrestos por motivos políticos. En estos días, con la muerte repentina en La Habana de Laura Pollán, la líder de las Damas de Blanco, como telón de fondo, se ha reforzado y extendido la violenta maquinaria policial. Para quienes conocen la realidad cubana es la ofensiva oportunista de una guerra destinada a tratar de eliminar a la oposición pacífica interna porque sus protestas y reclamos tienen cada día más resonancia en toda la geografía del país.

El Gobierno de Venezuela, por su parte, le impuso una multa de dos millones de dólares al canal privado GloboVisión para sacarlo del aire mediante la quiebra financiera. Este canal ha sido el centro del ensayo de Chávez para acabar con el pluralismo informativo y la libertad de prensa, aunque la censura ha cerrado o suspendido otros medios como 34 emisoras de radio, numerosos periódicos y semanarios.

Cada jefe totalitario es un mundo rico y misterioso. De modo que, después de Cuba, es Ecuador el país donde la censura es más vigorosa. Si Chávez impuso una multa de dos millones a una televisora, Rafael Correa consiguió que a los ejecutivos de un diario de su país le pusieran otra de cuarenta millones. Además, condenaron a tres años de prisión a un periodista y se vio obligado a salir al exilio.

Daniel Ortega dio los toques finales a las triquiñuelas para su reelección en los comicios celebrados el 6 de noviembre. Evo Morales, en La Paz, le ordena a sus abogados que arreglen las leyes para pacificar a los indígenas indignados.

Así amanece con los fundadores del Alba. Unos gobernantes con las estacas en la mano y las celdas de castigo preparadas. Otros, con las cachiporras bajo la camisa, convertidos en ases de la maroma para que no se pueda ver el trazo de los cuchillos en sus asaltos a las bases de la democracia.

Raúl Rivero
El Mundo, 28 de octubre de 2011

domingo, 11 de diciembre de 2011

Cubanos ambiguos, los grandes aliados de los Castro


Julia, una empleada de 54 años, forma parte de ese 70% de indiferentes ciudadanos que predomina en la sociedad cubana. Ella aprovecha su acceso a internet y el tiempo muerto en su oficina, que es bastante, para descargar informaciones sobre programas de la farándula en la Florida.

En DVD alquila una montaña de programas como Caso Cerrado, El Gordo y La Flaca y, sobre todo, La Descarga, de Alexis Valdés, muy popular en la isla.

Pasada las 7 de la noche, después de cenar arroz sin frijoles negros (están muy caros, dice Julia), carne de cerdo o huevo en cualquiera de sus variantes -hervido, frito o en revoltillo o tortilla- y una tajada fina de aguacate, excepto el marido, que se va a un rincón a escuchar béisbol por la radio, toda la familia se sienta a ver enlatados miamenses durante varias horas.

La familia de su vecina Regla prefiere los culebrones mexicanos o brasileños de Univisión. A Reinerio, jubilado, le interesan los temas políticos y alquila programas de Oscar Haza y María Elvira.

Muchos de estos cubanos, indiferentes a la política, por 10 pesos convertibles al mes (el salario mínimo en Cuba) se conectan a la ilegal antena por cable. Una especie de circuitos televisivos privados que funciona en numerosos barrios de La Habana y otras provincias, con programaciones diseñadas por el dueño de la antena, esencialmente las trasmitidas en el sur de la Florida: muñequitos, culebrones, noticieros, humorísticos y béisbol de las Grandes Ligas.

Julia cree que el mejor anti strés a la dura realidad económica son los programas de entretenimientos. “Para qué tanta jodedera con la política. Esto no va a cambiar. Aquí los de abajo nunca tendremos voz ni voto. Por eso a mi familia no le interesa la política, ni la interna y, mucho menos la internacional”.

Esa franja de cubanos ambiguos, a todas luces mayoría, desconectan la tele a las 6 de la tarde o cambia de canal cuando comienza la Mesa Redonda. No ven los noticieros, y cuando compran el Granma o la revista Bohemia es para llenar el crucigrama o como sustituto del papel sanitario.

Silenciosamente forman parte de las estadísticas que exhibe orgulloso el gobierno de los hermanos Castro, para demostrar el apoyo popular con que cuentan.

Julia, Regla y los cubanos indiferentes como ellas, van a votar en los remedos de elecciones “democráticas” que cíclicamente se celebran en Cuba para elegir el monocorde Parlamento Nacional o los inútiles delegados municipales que apenas gestionan los innumerables problemas locales.

A pesar de que muchos cubanos ambiguos dicen no interesarles la política, rezongando, asisten a las “marchas del pueblo combatiente”, las pachangas revolucionarias conmemorativas o actos de repudio a las Damas de Blanco.

A ratos, los correcaminos de los servicios especiales, movilizaban al personal de empresas situadas en Centro Habana, cercanas al domicilio de Laura Pollán, para acosarla a ella y a las mujeres que en ese momento se encontraban dentro de su casa.

Las 'brigadas' se forman principalmente con trabajadores pertenecientes al partido y la juventud comunista, comprometidos con el régimen. Y hacia la vivienda de la Pollán las enviaban, a gritar ofensas y a golpear, si se calientan las pasiones. Entre estos 'paramilitares' improvisados, unos cuantos que se declaran 'apolíticos' y prefieren ver telenovelas.

Forma parte de los lazos de compromisos creados por el régimen. A Raúl Castro poco le importa que la gente desbarre contra el sistema en un taxi particular o en su hogar, si al “llamado de la revolución” salen a atajar las "indisciplinas sociales" o las "provocaciones de los mercenarios y vendepatrias”.

Eso está sucediendo en Cuba. Una cifra abrumadora de cubanos obvia los problemas políticos. Prefiere el “invento”. Que ya se sabe lo que es: robar a las dos manos en sus puestos de trabajo o conseguir un puñado de pesos vendiendo pizzas o discos piratas en algún timbiriche particular.

Es probable que los talibanes fieles a Castro no exceda el 15% de la población. Los opositores públicos se mueven en esos guarismos. Pero -y ésa es una de las causas de que en Cuba no existan grandes protestas antigubernamentales- la inmensa mayoría opta por no manifestarse.

El miedo tocó a sus puertas mucho antes de ver en el sofá de la sala programas foráneos críticos contra el régimen, los cuales clandestinamente circulan por todo el país.

Algunos, como Julia, creen que el descalabro económico y el mal gobierno de cinco décadas no se va resolver si ella se tira a la calle.
"Ése no es mi problema", dice.

El gobierno lo sabe. Y lo aprovecha a su favor.

Iván García

sábado, 10 de diciembre de 2011

La generación Bolek y Lolek


Cuando en pleno quinquenio gris, Bernabé, aquel personaje humorístico que interpretaba Enrique Arredondo, impuso ver los muñequitos rusos como máximo castigo para los niños majaderos, costó al actor un periodo de separación de la televisión.

Entre los de mi generación, que alcanzamos en la niñez a ver siquiera algo de los dibujos animados norteamericanos antes de que el Pato Donald, Pluto, Porky y Mickey Mouse se convirtieran en los años 60 en peligrosos agentes imperialistas del diversionismo ideológico y por tanto fueran proscritos, la opinión generalizada es que los muñequitos rusos que los sustituyeron eran feos, toscos y aburridos.

En cambio, los cubanos nacidos a inicios de los años 70, cuando Cuba se unció al CAME, hoy se refieren con ternura a muchos títulos y personajes de la avalancha de animados soviéticos y de otros países de Europa Oriental (principalmente Checoslovaquia y Hungría).

Con sus nombres con la y al principio, al medio o al final en sus nombres rusos o que aparentan serlo (además de los consabidos Fidel, Ernesto, Raúl y Camilo), a los que hoy rondan entre los 35 y los 40 y tantos años, muchos los llaman la generación de Bolek y Lolek.

Tengo un amigo pianista que acaba de cumplir los 40 años, que se siente totalmente identificado con dicha generación. Explica: “Haber visto en la niñez esos muñequitos rusos hizo de todos nosotros algo distinto. En mi caso, fue parte de mi educación estética. La música de esos dibujos animados era, por regla general, de clásicos rusos (Tchaikovsky, Borodin, Prokofiev), muy bien interpretada, y bien colocada en situación.

El modo en que las historias se desarrollaban era como una fórmula distinta a la tradición nacional y al estándar occidental. Eso, lejos de traumatizarnos, creo yo, nos dio otro punto de vista, nos ayudó a usar otras formas de interpretar la realidad, una segunda opción, que creo siempre oportuna y válida”.

Puede que tenga razón. Sólo que no todos los de su generación parecen saber cómo disponer adecuadamente de esa opción alternativa que les aportaron el tío Stiopa y aquel lobo gamberro con camiseta a rayas.

De cualquier modo, aparte del reguero de chatarra, la añoranza por las latas de carne y los muñequitos rusos son las únicas huellas que perduran hoy en Cuba de los casi 30 años de la alianza con la Unión Soviética que decían -incluso en la Constitución de 1976- que era indestructible.


Luis Cino
Blog Círculo Cínico, 8 de noviembre de 2011
Video: Bolek y Lolek en el desierto de Gobi. Un día sí y otro también, estos muñequitos polacos aparecían en la programación infantil de la televisión cubana.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Juan Juan Almeida habla de sí mismo


Me han pedido hablar de mí. Es difícil, pero puedo. En mi libro Memorias de un guerrillero desconocido cubano describí con bastante sarcasmo los detalles de cómo y por qué cambié el cielo por el suelo.

Un soleado 2 de diciembre, mientras se conmemoraba un aniversario más del desembarco del Granma, Fidel Castro, desde su habitual tribuna anunció mi nacimiento. Mi madre fue una campesina de sonrisa contagiosa, piernas gordas y ojos negros. Mi padre, un negro sin linaje que llegó a ser comandante.

También tuve cuatro abuelos, católicos por una parte, y santeros por la otra. Mi nombre es Juan Juan, dos veces, como John John. Almeida fue un simple esclavista que en el siglo XVI compró una colonia de esclavos y los marcó con su apellido. Pero el mío, el real, está medio perdido bailando al ritmo de tambores en una tribu africana. Soy bajito cuasienano, calvo, gordo, negro, y no encajo en el estereotipo encasquetado por raza, poseo un miembro viril que va más con mi estatura que con el tamaño de mi nariz. Sí, debería estar traumatizado. Sin embargo soy feliz.

Me entristece la existencia de aquéllos que se esconden tras seudónimos para brindar su opinión. Pero si ese es el costo, bienvenidos sean todos a la libertad de expresión.

Algunos dicen que muté cuando pisaron mi callo. Tienen toda la razón, no hay balsa que salga de Cuba sin cargar desesperación. Publiqué mi libro cuando aún vivía en la isla: no se corre el mismo riesgo hablando bajito en la calle que gritando en internet.

Por hablar lo que pienso me gané varias veces un 'tour' (interrogatorio con hospedaje incluido) a Villa Marista. Quizás por eso, confundido y convencido, no veo mérito ni encanto en el hecho de estar preso.

Mi primer sueño infantil fue ser uno de esos niños que van al parque a jugar con sus padres, pero el segundo era más sencillo, presumir en la escuela algo más que un escolta y un perro. Nunca pude realizar tan modestas ilusiones, en cambio tuve privilegios. Mi padre era un hombre ocupado, quizás por eso, y a mi manera infantil de pensar, comencé a rivalizar con esa estúpida entelequia que llaman Revolución.

Soy un hombre tolerante, diverso, alegre y plural, amante de las cosas bellas, también de la libertad. No me ofende ningún criterio controversial o divergente, no guardo espacio al tabú. Entiendo el origen del odio y los deseos de venganza, también las ansias de poder y la necesidad de reconocimiento; son sentimientos humanos, tan normales como el amor y la amistad.

Personalmente considero que el valor y el heroísmo son trastornos serios de personalidad. Pobre del país que necesita héroes -exclamó el ilustre Galileo.

Comprendo a los que por motivos propios hablan de sus familiares, no disfruto, ni me complace ese derecho. Un amigo en la Universidad Internacional de la Florida me preguntó qué haría yo si llegara a ser presidente de Cuba. Crecí jugando bajo esa mesa de mármol inaccesible para muchos, sobre la cual se firmaron importantes decisiones. En Cuba está todo por ver, y hacer. Mi interés recurrente es desmitificar el poder. Si hoy yo fuera Presidente, lo primero sería renunciar.

Juan Juan Almeida
Martí Noticias, 7 de noviembre de 2011
Foto: Cortesía de Bryan Johnson

jueves, 8 de diciembre de 2011

Aleida Guevara lleva su apellido como disfraz de Halloween


Aleida (Aliusha) Guevara March, de cabellos castaño rojizo y ojos color café, es de esos cubanos que como vastedad cultural agregada, actúa y habla como extranjera. Excéntrica y desenfadada, es un engendro insatisfecho que, inventándose un linaje con dimensiones de cíclope, disfruta aplastando a su paso cualquier opinión divergente.

Divorciada de Julio Machín, y madre de dos bellas hijas, su primera frustración comenzó con el nacimiento de sus tres hermanos menores, perdiendo así el dulce encanto de ser hija única. En 1967, cuando aún no cumplía 7 años, su padre murió en Bolivia; y su madre, Aleida March, bonita y joven aún, después de tragar amargos buches (tema para otro comentario), decidió continuar con su vida y elige una nueva pareja. Valentín, un buen hombre, creo yo. Los entonces grandes amigos, heroicos y verde olivos, todos le dieron la espalda, excepto Ramiro Valdés. No obstante, la pequeña Aliusha decidió plegarse al amparo protector de tío Fidel.

Jugó al peligro de sentirse Ícaro, y la vida la premió en su justa dimensión. Cuando Aliusha ya era Aleida, y estudiaba en una escuela militar, un naufragio sentimental la arrastró a engordar al punto que hasta sus más fieles condiscípulos y amigos de los “Camilitos”, le llamaban Moby-Dick. Resulta que la linda Aleida, creyó comprar con lo más tierno de su amor al entonces desconocido Luis Alberto Rodríguez López Callejas, quien como insaciable galán se trastornó con el poder y despachó a la Guevara por un amor más “seguro, más histórico y heroico”, y de todos conocidos, el de Deborah Castro Espín.

La señora Guevara March, devino en doctora, oportunista de sangre y ninfómana de acción, posee atractivo especial para hombres famosos a quienes vende como helado la mítica foto de un padre. Así lo hizo en Nicaragua con el General fusilado, por el mundo con un periodista italiano, en La Habana con un actor hollywoodense y un empresario argentino. A todos les abrió las piernas, y las puertas del poder. Con arrogante actitud y estrafalario atuendo, lucra actuando como clon de una decadente doctrina que es simplemente una estafa. Su dignidad se mide en dólares; y su lealtad, en privilegios.

Cuando aprendiendo a manejar mató a un pobre ser humano, el sistema judicial cubano fue obligado a no mirar. La filantropía es linda, pero falsa.

Aleida Guevara March, con semblante funerario y sed de constante alabanza, en una guerra campal contra la naturaleza humana, hastía hablando del sueño del hombre nuevo, olvidando el insomnio del hombre actual. Cuando pongo mucho esmero, logro encontrar algo bueno hasta en un vulgar delincuente; no así en esta mujer que a ritmo de vino tinto insiste en continuar inflando su figura de farsante, usando como brillante escalera a un poseso padre al que únicamente vio en contadas ocasiones.


Juan Juan Almeida
Martí Noticias, 31 de octubre de 2011
Foto: Abedin Taherkenarez, EFE. Aleida y Camilo Guevara, hijos mayores del Che, durante una mesa redonda con estudiantes iraníes en la Universidad Amir Kabir en Teherán, el 22 de septiembre 2007.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Foto-felicitación



Con esta foto quiero felicitar a Marco Antonio Pérez López, el administrador del blog, quien este 7 de diciembre cumple 55 años. Fue tomada en 1958, en el Parque de La Normal, llamado así porque enfrente quedaba la Escuela Normal de Maestros de La Habana, no muy lejos del antiguo Estadio del Cerro.

El más pequeño del grupo, es Marco. A su izquierda, Armandito, su hermano del medio. Detrás, el hermano mayor, Rafaelito. Los tres hijos del matrimonio formado por Rafael Pérez y Lucrecia López, obrero él, ama de casa ella.

La muchacha con espejuelos y saya floreada es Tania Quintero, mi madre. Completan la foto dos primos paternos de los Pérez López: Estercita, y Alfredito, a la izquierda de Tania. El niño del velocípedo debe haber sido un vecino del barrio y el anciano, su abuelo.

Nótese que los varones usan 'mecánicos', como entonces en Cuba le decían a los 'pitusas' o jeans, con camisas de algodón planchadas y almidonadas. Como ya eran quinceañeras, Tania y Estercita llevan aretes, pulsos y collares de fantasía. Y las faldas muy amplias, acorde a la época.

El Cerro fue también mi municipio, pues allí viví desde que nací en 1965, hasta que en 1979 nos mudamos para La Víbora. Hice la escuela primaria en Romualdo de la Cuesta, en la calle Estévez, a pocas cuadras de ese parque. Cuando terminé el 6to. grado, me matricularon en la secundaria que instalaron en la otrora Escuela Normal y a la cual nombraron Antonio Maceo.

De algún modo, a mí también esa foto me trae recuerdos.

Iván García
Foto: Del álbum familiar de los padres de Marco.

martes, 6 de diciembre de 2011

¿La palabra más usada en Cuba?


En Cuba, además de pinga, al pene le dicen rabo, pito, picha, tubo, mandarria, cabilla, material, tranca, morronga, picha, mandado, manguera... Pero pinga es el nombre más usado desde San Antonio a Maisí. En muchas novelas cubanas es objeto omnipresente, igual que en algunas obras de teatro, canciones y en casi todas las películas, como Habana Blues.


En otros países de habla hispana a la pinga le dicen verga, chorizo, mazorca, bicho, bulto, poronga, poya, pipi, pistola, flauta, órgano, corneta, instrumento, miembro, estaca, cosa, pancho, garrote, longaniza, manubrio, pepino, garcha, bulto, salchicha, goma, misil, taladro, tronco, palo, zanahoria, morcilla, tiburón, pedazo, mastil y escopeta, entre otros nombres vulgares.

En la mitología, Pinga es la diosa de la caza, de la fertilidad y de la medicina de los inuits, habitantes nativos del Ártico. La diosa Pinga organizaba las manadas de los caribus o renos salvajes y las llevaba al encuentro de los cazadores. El alma de los muertos renacían en su casa.

En Brasil, al aguardiente de caña o cachaça también le llaman pinga. Se produce desde inicios del siglo 17. Con este aguardiente se prepara la 'caipirinha', el trago brasileño más conocido en el mundo. En su preparación lleva una taza de cachaça, dos cucharadas de azúcar blanca, el zumo de dos limones y hielo picado. Se diferencia del 'mojito' cubano porque éste se prepara con ron y se le añade una ramita de yerbabuena.

Y cuando de pinga se habla, no se puede dejar de mencionar a Pingu, serie animada de origen suizo escrita por Silvio Mazzola y dirigida y animada por Otmar Gutman. Relata la vida de una familia de pingüinos que viven en la Antártida, Polo Sur, en un iglú, construcción típica de los inuits. En 2004, la empresa británica HIT Entertainment adquirió los derechos de Pingu, de cuya existencia me enteré en Suiza y no sé si son 'muñequitos' conocidos por los precoces niños cubanos.


Tania Quintero

lunes, 5 de diciembre de 2011

Pequeños empresarios cubanos con camisa de fuerza


En Cuba hay dos tipos de trabajadores por cuenta propia. Quienes como René, piensan arañar unos pesos que les permita para hacer dos comidas al día, tomar café con leche, vestir y calzar a sus hijos, y tal vez, beber cerveza negra los fines de semana.

No pide mucho. Sólo desea tener cuatro pesos en la billetera y vivir sin tanta zozobra. Se queja. En voz baja. Como casi todos los trabajadores privados, está molesto con los altos impuestos y no poder comprar insumos en un mercado mayorista.

Pero hay otros trabajadores particulares que piensan en grande. Tienen mentalidad de empresarios. No se conforman con regentear un 'paladar' (restaurante) de 50 sillas. Quieren más.

Se saltan las ordenanzas. Hacen mil trampas para engañar el fisco. Como se sienten timados por el Estado, se creen con derecho a hacer trucos financieros. Compran alimentos y materias primas en el mercado negro.

Su sueño es ser dueños de cafés, tenderetes de pacotilla barata o administrar un grupo de casas de alquiler. Ya se sabe que el General Raúl Castro no quiere que los pequeños empresarios cubanos acumulen dinero y poder.

Por ello, usa sin contemplaciones la cuchilla fiscal. Con una economía que naufraga, lo lógico sería abrir sin tapujos el trabajo particular y colocarles impuestos mínimos, para que la economía florezca.

Pero el régimen siente tirria por la gente emprendedora. Un hombre con dinero en Cuba es un tipo sumamente peligroso. Se convierte en una persona independiente. Y no depende del gobierno para elevar su nivel de vida.

Con el fin de evitar los nuevos ricos, asfixian con gravámenes exagerados a los incipientes empresarios locales. De cualquier manera, la gente se las apaña para obtener beneficios.

Ernesto es un hombre que no cree en barreras. Es altamente competitivo y ambicioso. No ve nada malo en acumular mucho dinero. Todo lo contrario. “Desde niño siempre quise ser un empresario de éxito. El único juego que me gustaba era el Monopolio. Por el carácter colectivo y retrogrado del sistema cubano eso es difícil. Pero uno no se cansa de ver de qué forma gana más dinero”.

Es dueño de cuatro viejos autos americanos, que por 650 pesos diarios alquila a taxistas privados. Ahora quiere probar suerte en el giro gastronómico. “Si todo me sigue saliendo bien, pienso abrir un paladar. Quizás dos”, dice Ernesto.

Algunos pequeños empresarios colocan ciertos negocios a nombres de parientes o amigos. Las cláusulas vigentes del trabajo por cuenta propia prohíben tener varias licencias a nombre de una misma persona.

Otro que sabe invertir su dinero es Daniel. Se dedica a comprar y vender casas. Con el dinero acumulado ha abierto dos cafeterías. Además tiene un puesto de discos piratas y un paladar. Va por más. Está planeando alquilar dos apartamentos por moneda dura. En ninguno de esos negocios aparece su nombre como titular. Prefiere estar a la sombra.

En Cuba, la gente con mentalidad empresarial y amor al dinero corre sus riesgos. En los años 80, administradores de grandes empresas o restaurantes de lujo hicieron cientos de miles de pesos aprovechándose de la corrupción imperante.

Eran dueños de varios coches y casas. Mantenían un harén de amantes. Pero al final, siempre llegaba el comandante y mandaba a parar tanto relajo. A cada rato, las prisiones de la isla se llenan con personas que se enriquecen hurtándole al Estado.

El régimen también le enfila los cañones a quienes se enriquecen sin robar. Es el caso los negociantes en los agromercados, que han amasado pequeñas fortunas debido a la escasez de frijoles, frutas y carne de cerdo.

El gobierno los culpa de vender a precios elevados. Pero el ineficiente Estado tampoco vende barato. Y es incapaz de mantener un abastecimiento fluido.

Todos estos nuevos pequeños empresarios saben cómo se las gastan los mandarines criollos. “Ellos te dan cordel. Para luego, cuando uno esté lleno de dinero, tirarte la ‘meta’ (policía) encima. Es como el juego del gato y el ratón. Intentan escondernos el queso, pero uno se las agencia para hacer 'bisnes' por la izquierda. La ventaja que tenemos ahora es que el Estado cubano está en liquidación. No creo que a los mandamases les quede mucho. Ya desde ahora hay que posicionarse. Cuando vengan los cubanoamericanos cargados de dólares, se van coger todos los negocios”, intuye Arnaldo, quien invirtió diez mil dólares en montar dos paladares.

René cree tener los pies en la tierra. No tiene ambiciones ni proyectos fuera de foco. Tampoco dinero para llevarlos a cabo. Y el miedo siempre presente de que las cosas cambien y volver a trabajar en un taller lleno de grasa por 18 dólares al mes.

Y está contento con tener un café discreto, que oferta pan con mayonesa o tortilla. Café ligado con chícharos y refrescos instántaneos. No evade el fisco. Sus ganancias son ridículas. Trabaja 14 horas diarias.
Y siente que el Estado lo tiene atado con una camisa de fuerza. Pero René prefiere no arriesgar.

En Cuba las osadías se pagan con años de cárcel.

Iván García
Foto: Juan A. Madrazo

domingo, 4 de diciembre de 2011

Poesía y color de una ciudad



La Habana a la que la mayoría de los habaneros quieren volver no es un sitio nebuloso en la memoria de los viejos, ni una fila de edificios y unas calles que pasan en las imágenes grises de los noticieros y los documentales olvidados. La ciudad que se sueña es la que pintó René Portocarrero, un niño de la barriada de El Cerro que la miró hasta el final de su vida con la misma inocencia que la vio la primera vez.

El pintor, un autodidacta que los críticos han acomodado después en un barroquismo ligero, le ha dejado al Caribe un retrato ardoroso y vivo del espacio en el que nació y murió (1912-1985) y en sus cuadros, allá dentro, detrás de las ventanas, en los pasillos de los solares, en las azoteas y bajo las puertas de los cines, uno puede encontrarse con unos habaneros que son primos, vecinos, amigos o amantes de los personajes de Guillermo Cabrera Infante.

Portocarrro, un gigante silencioso con bigote de morsa, se hizo dueño de los colores de aquella región y se apropió también de los matices casi hirientes de la cultura afrocubana. En su obra convive esa Habana intensa, provocadora, bulliciosa, triste y dramática con muestras de los festejos de los carnavales, los interiores de su barrio natal, mujeres, plazas, mariposas y con una dedicación especial por la figura de Santa Bárbara, Shangó en las religiones africanas.

Fue uno de los pintores cercanos al grupo de Orígenes y publicó dibujos en las revistas Espuela de Plata y Verbum. Era amigo y compañero de aventuras editoriales del poeta José Lezama Lima, otro habanero devoto que descubrió en la pintura del muchacho del Cerro una ciudad mucho más intrincada para instalarse él con holgura a crear su universo.

«Portocarrero», escribió el autor de La cantidad hechizada, «demuestra la medida que han ido integrando sus visiones, que toda ciudad se sustenta en la imagen, como toda casa tiene su raíz en la forma interna, en el inscape, en la melodía que devuelve la penetración. En el centro de toda casa hay una estructura, un árbol, que convierte lo real en sacramental, lo sacramental en germinativo. El árbol en el centro de la casa logra un tiempo sin antecedentes ni consecuentes, un tiempo resguardado de su fragmentación en los anillos de la serpiente».

René vivía enterrado en su trabajo y en el amor. Una vida que cabía en su estudio frente al Hotel Nacional, a un costado del Monseñor y dos cuadras del mar. Asumió con resolución y coraje su relación eterna con otro artista plástico, Raúl Milán, y tanto las celebraciones como las ceremonias de reconcialición y juramentos de fidelidad y cariño se hacían en el asiento trasero de un Cadillac gris, de 1957, durante un paseo por el Malecón o cerca del bar La Roca, con un roce de rodillas y un mojito sudoroso y cargado de ron en las manos.

El gobierno va a subastar ahora 110 cuadros de pintores cubanos para alcanzar la cifra de un millón de dólares. René es uno de los subastados.

Se sabe que aparece entre los artistas más importantes del siglo XX y como hablaba poco se cree que nunca dijo la palabra gloria, como no fuera para llamar a una amiga del Cerro que escribía novelas de amor y quería que Lezama se las publicara.

En esa Habana que la gente sueña, yo veo todas las tardes el Cadillac de René Portocarrero bajo unos árboles de El Vedado; puedo ver, además. la boca de los vasos asomadas por las ventanillas y el neblinazo de incertidumbres y silencios que empaña el cristal del parabrisas.

René y Raúl están fajados en un buen fragmento de esa ilusión, pero no hay quien se atreva a pedirle que hagan las paces porque no se puede alterar el paisaje.

Raúl Rivero
El Mundo, 22 de octubre de 2011
Foto: Ciudad, cuadro pintado por Portocarrero en 1954.

sábado, 3 de diciembre de 2011

De las mafias gastronómicas en La Habana


Todos los viernes, Saúl, administrador de un restaurante de segunda, ubicado en la parte antigua de La Habana, tiene que entregarle un sobre con mil 1,500 pesos (60 dólares) al ayudante del director de gastronomía municipal.

Es una norma. “Eso forma parte de las reglas no escritas que rigen comercio interior y gastronomía. En caso de no recibir el sobre sin una justificación válida, entonces debes atenerte a sus consecuencias”, cuenta Saúl sentado en una silla en su incómoda y calurosa oficina.

Cuando un administrador o gerente de un café, centro nocturno o restaurante habanero por debajo del tapete no ingresa el dinero acordado semanalmente al director del municipio donde trabaja, comienza a funcionar una maquinaria de coacción que provoca las visitas de rigurosos inspectores estatales para supervisar el local.

“Si administras una pizzería, el director de gastronomía municipal mueve sus influencias para que nunca tengas queso o puré de tomate. Además de efectuarte numerosas inspecciones sanitarias y auditorías y al menor desliz te cierran el lugar. Es una compleja cadena de corrupciones y amenazas sutiles. Tu pagas y yo te dejo hacer”, señala Saúl.

Dentro de las instituciones más corruptas existentes en Cuba, Comercio Interior, Turismo y Vivienda, pujan a ver quién se lleva el primer lugar. Verdaderas mafias que a lo largo de décadas han cimentado sus influencias y desvíos de recursos creando un vasto aparato que se ha convertido en la principal tubería para alimentar el mercado negro en la isla.

Son estos tipos anónimos, cuyas fotos no salen en los periódicos ni aparecen en los noticieros, enemigos en potencias de las actuales reformas económicas que intenta poner en práctica el General Raúl Castro.

Por años han vivido del robo, trampas financieras y desvíos de recursos, sobre todo alimentos. Viven muy por encima de sus posibilidades. Un director de un municipio de gastronomía en La Habana devenga un salario real que no excede los 500 pesos (20 dólares), pero en un mes ' malo' debajo del colchón guardan más de 30 mil pesos (1,250 dólares).

Por supuesto, no todo el dinero que recaudan los directivos de estas mafias gastronómicas va a parar a sus bolsillos. Tienen que dar dinero a otros “cuadros” (dirigentes), tanto de abajo como de arriba, para poder así mantener el pacto de silencio y seguir lucrando a todo trapo.

“Cada semana yo entregaba un sobre repleto de billetes a una persona que trabajaba directamente con jefes a nivel nacional. La corrupción en gastronomía siempre ha sido tremenda. Dudo que alguien la pueda frenar”, comenta David ex director municipal.

Gracias a los cientos de miles de pesos que roban, pueden comprar o construir una o más casas. Tener varias amantes. Dos o tres autos. Comida y bebida de calidad garantizada. Bonos para ir a casas en la playa o centros turísticos. Y llevar una vida nocturna disipada donde corre el ron de calidad y sobran las jineteras jóvenes alquiladas por 25 dólares la noche.

Estos jefes de carteles gastronómicos funcionan como una maquinaria bien engrasada a lo largo y ancho del país. Y no solo en los cafés, bares o restaurantes por moneda nacional. También en el sector donde circulan las divisas, las mafias burocráticas han estructurado un mecanismo eficiente de corrupción que funciona como un reloj suizo.

Osvaldo es jefe de turno en un café por moneda dura. “A los jefes semanalmente hay que ‘tocarlos’ (darle dinero). Y cada día son más voraces. Te exigen que subas el volumen de ventas, te mandan con frecuencias inspectores que trabajan para ellos como forma de tenerte fiscalizado. Son muy desconfiados. A un subalterno de mi superior yo le entrego 120 c.u.c (130 dólares) semanales. Además, si eres gerente de un club de moda o un restaurante de nivel, vienen con su familia, amiguetes o queridas a cenar, beber cerveza o bailar sin gastar un centavo”, cuenta Osvaldo.

Un gerente que opera con divisas busca tres veces más dinero que un administrador de un café en pesos. Pero también los controles son más rigurosos. Del Estado, para que no le roben. Y de los directivos de la empresa, para que no les oculten las ganancias.

“A pesar de todo, deja un buen billete. Con lo que se hurta, en poco tiempo te puedes comprar un carro, y hasta una casa. Aunque las cosas no están como en los años 90, donde la impunidad y el descontrol era total”, señala Giraldo, gerente de una discoteca.

Según Ricardo, jefe de almacén de un concurrido restaurante habanero, un gerente puede echarse al bolsillo hasta 150 dólares diarios si maneja bien los números y dirige una instalación que brinda un servicio de calidad.

Dentro de los grupos gastronómicos que operan en ambas monedas, existe un código de silencio parecido a la omertá de las familias mafiosas sicilianas. Un antiguo administrador que prefiere el anonimato estuvo 5 años preso cuando fue pillado con un faltante de 60 mil pesos (2,400 dólares).

“Todo empezó cuando un periodista oficial escribió una nota que en el bar del restaurante que yo administraba, el ron se vendía adulterado. Aquello produjo tremendo revuelo entre los jefes a nivel nacional. Había que hacer una jugada de sacrificio. El director de gastronomía municipal, que era amigo mío, me llamó a su oficina y me dijo, ‘te jodiste, arriba están pidiendo sangre’. Y para echarle tierra al asunto y no se investigara más, pagué el marrón. Fui sancionado a 5 años, con la promesa expresa que si guardaba silencio cuando saliera del tanque (cárcel) me ubicaban en un puesto poco visible. Y como no hablé, a mi esposa todos los meses le hacían llegar alimentos y dinero. El silencio es muy bien valorado”, relata el ex administrador.

Esa cadena con claros tintes mafiosos ha provocado que el robo dentro del sector gastronómico funcione a todo vapor. El gerente falsificando las ventas, el jefe de almacén entregando menor cantidad de insumos para la elaboración de alimentos y el cocinero robando en la pesa y a la hora de confeccionar los platos. Al final, el cliente paga por un producto sin el peso ni la calidad requerida. Así ha sido hasta ahora.

El General Raúl Castro quiere descabezar esa alimaña del soborno y la corrupción que funciona en casi todos los segmentos de la sociedad cubana. Veremos si el antídoto de Castro II para extermínar los males, es más fuerte que la capacidad de estas mafias de reproducirse y adaptarse a los nuevos tiempos. Puede resultar una pelea interesante.

Iván García

viernes, 2 de diciembre de 2011

Un yerno de Raúl Castro, ambicioso y extorsionista, al frente de los negocios de Amorim en Cuba


En geología, una falla es esa discontinuidad que se forma por la fractura de las rocas superficiales de la tierra cuando las fuerzas tectónicas superan la resistencia en dichas rocas provocando maremotos y terremotos. En el poder sucede igual, el reajuste se acompaña de aparente cataclismo.

En Cuba, la sanción, el hostigamiento y la campaña de expulsión de empresarios extranjeros radicados en La Habana comenzó en 2005, días después que el General Raúl Castro, séquito y familia, regresaran de un tour por España y Portugal, a donde llegaron invitados por la gracia de un señor llamado Américo, no Vespucio sino Amorim, que es, según la revista Forbes, el hombre más rico de Portugal. Su fortuna asciende a 7 mil millones de dólares.

Américo Ferreira de Amorim heredó hace mucho tiempo una pequeña fábrica de corcho fundada por su difunto abuelo en 1870. En la actualidad, el Grupo Amorim es el productor de corcho más grande del mundo. Un emporio diversificado, que va desde el petróleo, la banca, empresas textiles, forestales, agrícolas, bienes raíces y turismo. Cuentan con representaciones en la Republica Checa, Rumania, Hungría, Alemania, Bulgaria, Rusia, Angola, Canadá, Chile, Brasil, México, Inglaterra, Holanda, Estados Unidos y España.

El señor Américo, amigo personal de Fidel y Raúl Castro desde los años 60, montó su empresa (Amorim Trading Comercio de Importación y Exportación S.A.) en la década de los 80 en La Habana, en 5ta. Avenida No. 6604 entre 66 y 68, Miramar. Fundamentalmente, Amorim se dedica al suministro de insumos destinados al ministerio y la industria pesquera en la isla. Financia importantes operaciones comerciales del gobierno cubano como la compra de combustible, leche en polvo y pescado congelado para el ejército y la población.

Tiene la exclusiva de exportación de mariscos cubanos para el mercado europeo. Junto al grupo francés ACCOR, mantiene inversiones en la construcción y administración de hoteles como el Sevilla, en La Habana, y Punta Arenas en Varadero.

¿Por qué esta empresa se desmarca sobre el resto de todas las firmas extranjeras radicadas en Cuba?

Durante el mencionado viaje a Europa, y ante una bandeja con queso brie y mermelada de frambuesa, perfecta delicia a la vista y el paladar, el General Raúl Castro le pidió a su viejo amigo Amorim, que para una mejor observancia de los negocios conjuntos (sin especificar el significado de “conjuntos”), una persona en especial llevase las riendas del Grupo Amorim en Cuba. Deseo concedido, favor pagado.

En el año 2006 sustituyen al señor José Guimarães, empresario portugués, y uno de los directivos más antiguos del grupo, por alguien inescrupuloso con pensamiento ambicioso y corazón de bandido, que conoce perfectamente el peligro de una traición: Paolo Titolo, italiano de nacimiento y extorsionista de profesión, esposo de Mariela Castro, yerno de Raúl.

La corrupción en Cuba es una práctica frecuente que ha estado siempre presente en lo más inaccesible de la cúpula del poder, y de ahí desciende y contagia.

El diluvio de contrabandistas que hemos visto recientemente, los casos de malversación leídos en la prensa, el desvío de recursos, las firmas extranjeras disueltas, y los tantos funcionarios que públicamente renuncian o son sancionados por una aparente política anticorrupción, no es más que cortina de humo y pataleta de poder para ocultar con sutileza lo indecente de un burdel.

Juan Juan Almeida
Martí Noticias, 24 de octubre de 2011
Foto: Paolo Titolo y Mariela Castro. Tomada del blog Faro da Vigía.