martes, 31 de julio de 2012

Vivir pendiente de los mandados



Las jabitas de nailon se han convertido en marca registrada. Sin complejos, compiten con los Habanos, el ron Havana Club o las espectaculares mulatas de Tropicana.

Es raro que un cubano de a pie, dentro de su jaba, mochila o bolso, no lleve varias jabitas de nailon para echar alimentos o cualquier cosa de utilidad hogareña. Seguirle la pista al arribo de las papas, los huevos o la media libra de pollo que mensualmente se oferta por la libreta de racionamiento, es casi un pasatiempo nacional.

En las colas del agro (mercado agrícola), carnicerías o bodegas, mientras se espera, se traman permutas de viviendas, se hacen amistades y hasta se liga a una solterona. Santiago, 78 años, jubilado, en lo que espera para adquirir su cuota de un picadillo condimentado con un olor repugnante, se entretiene contándole a un vecino, jugada por jugada, el último partido de béisbol trasmitido por la tele.

Los jubilados o las personas que no trabajan, que en Cuba son bastantes, no tienen por qué preocuparse de los exóticos horarios de los agros o bodegas, y se enteran de primera mano cuándo llega el pescado o el pollo.

Quienes trabajan y en su familia no tienen a nadie que le siga la ruta a los mandados, sufren lo suyo. Dania, 34 años, maestra de primaria, luego de trasladarse en un atestado ómnibus urbano, regresa a su hogar ajada y sudorosa.

“Apenas llego, recojo al niño en casa de la señora que me lo cuida. Después me cambio de ropa y paso por la bodega o la carnicería a ver qué vino. Mi esposo suele regresar más tarde, así que la ronda de los mandados me toca a mí”, cuenta en la cola del agro para comprar papas, durante varios meses desaparecidas de la dieta del cubano debido al desabastecimiento estatal.

No pocos dolores de cabeza padecen trabajadores y empleados debido a los horarios de los comercios. Las tiendas por divisas deben abrir entre 9 de la mañana y 6 de la tarde. Deben. Por lo general, abren media hora más tarde y cierran media hora antes.

El horario de las bodegas estatales, al menos en La Habana, es de 8 de la mañana a 1 de la tarde. Abren de nuevo a las 4 y media hasta las 7 de la noche. Los primeros días del mes, cuando llegan los cinco o seis productos que actualmente se ofertan por la libreta (arroz, azúcar blanca y prieta, un sobre de café ligado con chícharos y 20 onzas de frijoles), las colas suelen ser más largas.

Y es que para esa fecha, la mayoría de las familias cubanas tienen las despensas vacías. Y ante la escasez de arroz y azúcar acuden de prisa a la bodega.

El horario de los agros es de 8 de la mañana a 6 de la tarde. Sus precios andan por la estratosfera. Pero la gente no tiene más opción, porque en ellos es donde único pueden conseguir viandas, frutas, ajo, cebolla o un trozo de carne de cerdo o carnero.

Los que reciben dólares o euros de sus parientes en Estados Unidos o Europa, se pueden dar el lujo, siempre dentro del estrecho horario predeterminado por el Estado, de efectuar sus compras en tiendas más surtidas, como el antiguo Diplomercado, en Primera y 70, Miramar. También en el centro de la ciudad hay numerosas 'shoppings' en las cuales, entre otros productos, por 11 pesos convertibles o cuc (12 dólares) se consigue una bandeja con cuatro bistecs de res, finos como si fueran lascas de jamón.

Los precios son de apaga y vámonos. Ahora mismo, en el mercado Isla, justo frente al Parque Fraternidad, una anciana vuelve a contar un puñado de billetes antes de pasar por la caja, a ver si le alcanza para pagar un kilo de merluza, a 6.70 cuc; 5 potecitos de yogurt de frutas, a 0.70 centavos cada uno, y un kilo de queso Gouda a 9 cuc. “Es una barbaridad, pero tengo a mi nieto enfermo”, dice la señora.

Cuando de comprar aceite o puré de tomate se trata, a la mayoría de los cubanos no le queda más remedio que adquirirlo en moneda dura. “Imagínate, por la libreta nos dan media libra de aceite por persona. Y ya ni en los agros se puede conseguir puré de tomate”, apunta Octavio, quien habitualmente hace las compras de su casa.

En Cuba, se ha vuelto normal ver a un vecino preguntarle a otro: "¿Tú sabes qué vino a la carnicería?" O pasar por la bodega e indagar si ya llegó el café o la sal.

Los habaneros tienen una manera para saber cuándo van a distribuir la media libra de pollo o el picadillo condimentado de olor repugnante. Lo hacen a través de Tribuna de La Habana, escuálido periódico con cuatro páginas de papel de bagazo y escasas noticias. Solamente circula los domingos, pero ofrece la información sobre las ventas de alimentos racionados en los 15 municipios de la capital.

Comer en Cuba, además de llevarse de golpe el 90% de los ingresos familiares, ha generado una costumbre: la de tener que estar todo el tiempo indagando sobre la llegada de los alimentos a bodegas y agromercados.

Una auténtica manía en muchas amas de casas y familias. Y es que no pocas veces, el plato fuerte de su cena depende de lo que arribe a la carnicería.

Iván García

Foto: Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press, agencia de periodismo independiente radicada en La Habana.

domingo, 29 de julio de 2012

El transporte sigue siendo una pesadilla



Desde hace cuatro años, pasada las 7 de la mañana, Evelio, obrero de la construcción, acude a la concurrida parada de La Palma, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo, para tratar de abordar un atestado ómnibus de la ruta P-6.

El trayecto no debiera superar los 25 minutos, pero debido al caótico servicio de transporte público, la mayor parte de las ocasiones Evelio demora una hora y media o dos en llegar a su trabajo.

Al regresar a casa, la misma odisea. Casi dos horas cazando fuera de parada una 'guagua'. Este obrero ya olvidó el tiempo transcurrido desde la última vez que viajó en un ómnibus con asientos vacíos, o con suficiente espacio para ir cómodo de pie. Siempre es igual. Apretado como si estuviese dentro de un pomo de conservas. Peleas por cualquier incidente. Y con cien ojos, atento a los carteristas, que se aprovechan del mal funcionamiento del transporte para sustraer billeteras.

Rosario, una joven alta y bien parecida, se ha visto obligada a formar escándalos mayúsculos, debido a los roces lujuriosos de los depravados sexuales dentro de las guaguas.

El servicio de ómnibus urbanos de La Habana siempre ha vivido en una crisis perenne. Ni siquiera en los buenos tiempos de Fidel Castro, en la década de 1980, cuando la extinta URSS instaló una tubería directa de petróleo y, conjuntamente con los países de Europa del Este agrupados en el CAME, facilitó el ensamblaje de más 3 mil ómnibus Ikarus, de tecnología húngara, en talleres de Guanajay, a 60 kilómetros de la capital.

Por esa época, en la ciudad rodaban 2,500 buses. Existían más de 60 rutas. Y una flotilla de 1,500 taxis Chevrolet y Ford Falcon fabricados en Argentina. Aun así, el servicio de transporte no era eficiente.

Después de 1959, ha sido una asignatura suspensa de los Castro. En 53 años, por La Habana han circulado Leyland británicos, Hino japoneses, Pegaso españoles, Ikarus húngaros y las cubanas Girón, con motores nipones o ibéricos.

Cuando en los 80, Fidel Castro, puntero en mano y delante de una maqueta inmensa, se dedicaba a dirigir la guerra civil en Angola desde una casona en Nuevo Vedado, dilapidando dinero y recursos, Cuba pedía a gritos un mejor funcionamiento del transporte urbano.

Por esa inveterada costumbre del barbudo guerrillero, de esbozar proyectos demenciales o desmesurados, se contrató el servicio de especialistas de Corea del Norte, dedicados a estudiar la posibilidad de construir una línea de metro en la capital. La inversión cayó en saco roto. Y los habaneros siguieron sufriendo los avatares de trasladarse de un sitio a otro de la ciudad.

Pero si en la década de los 80 el transporte se podía calificar de regular a malo, qué decir con la llegada del 'período especial', en 1990. La transportación de pasajeros cayó en picada.

En esos años duros, no más de 60 ómnibus circulaban por toda La Habana. Se crearon siete rutas denominadas Metrobus, a todas luces diseñadas por sádicos ingenieros, a quienes se le ocurrió a un camión International, facturado en Canadá, adaptarle un remolque chapucero y caluroso capaz de cargar 340 personas, prensadas como una lata de spam.

La gente les puso "camellos". En el futuro, debería exponerse uno en el patio de un museo recordatorio de la etapa aciaga de la vida cubana después de 1959.

En los "camellos" se veía de todo. Peleas dignas de una final de boxeo olímpico. Personas que se hicieron amigos. Matrimonios concertados. Mujeres que salieron preñadas. Y planes para huir en una balsa hacia la Florida.

En 2008, ya con el General Raúl Castro en el puesto de mando, se decidió cambiar progresivamente los infernales "camellos" por ómnibus articulados fabricados en China, Rusia y Bielorrusia.

El proyecto parecía sensato. Se diseñó un itinerario de 16 rutas principales, con viajes de larga trayectoria, entre una hora y hora y media de recorrido, que abarcaba los principales barrios, avenidas y zonas de La Habana. Esta línea principal sería complementada por un servicio de apoyo con ómnibus que rodarían por las vías aledañas. Como todo en Cuba, quedó solo en buenas intenciones.

Si en 2010 las rutas P-6 y P-8 tenían una frecuencia de 5 minutos, a día de hoy circulan repletos cada 25 minutos. De los casi 700 ómnibus disponibles en la ciudad, 245 están parados por falta de piezas de repuesto.

El zar de la economía Marino Murillo no prometió mucho en cuanto a la mejora del servicio de transporte urbano. Culpó a ciertos funcionarios por no concertar un negocio satisfactorio de post venta de piezas y herrajes. Y durante una reunión del monocorde parlamento nacional, el año pasado, aseguró que por falta de financiamiento la situación no iba a cambiar de manera drástica.

Habría que esperar. Como siempre. Para 2012 se destinarían algunos millones de dólares en la adquisición de piezas y en 100 ómnibus, que circularían por las ciudades de Santiago de Cuba y La Habana.

Pero aún las compras no se han hecho efectivas. Evidentemente, Marino Murillo no sabe lo que es estar hora y media intentando abordar una guagua. Mientras él viaja en un auto chino con cristales nevados, el obrero de la construcción Evelio, pierde casi cuatro horas diarias para ir de su casa al trabajo. Y viceversa.

Iván García

Foto: EFE, tomada de Martí Noticias.

sábado, 28 de julio de 2012

Posibilidades de Cuba en Londres 2012



El deporte en sociedades cerradas siempre ha desempeñado un papel propagandístico con evidentes tintes políticos. Desde que la desaparecida URSS hizo su debut en Juegos Olímpicos, su pretensión fue utilizar las citas de verano como una vitrina que supuestamente mostrara la superioridad del sistema comunista sobre el capitalismo.

Cuando en 1961 el barbudo Fidel Castro se alió a los soviéticos, copió el modelo deportivo del gigante euroasiático. Con algunos aportes locales.

Se diseñó una pirámide deportiva que especializaba a los atletas desde niños. También se masificó la práctica de un amplio abanico de deportes. Antes de enero de 1959, en la isla se practicaba a gran escala el béisbol y el boxeo.

Después de Castro, deportes un tanto exóticos para la fanaticada cubana, como el polo acuático, hockey sobre yerba, taekwondo o lucha grecorromana, gracias a preparadores que vinieron de Europa del Este y Corea del Norte, llegaron a tener un altísimo nivel cualitativo.

La mejor actuación de Cuba antes de que el comandante único se hiciera con el poder había sido en San Luis 1904, cuando obtuvo 9 medallas: 4 de oro, dos de plata y 3 de bronce. El mítico esgrimista habanero Ramón Fonst fue el héroe de la delegación cubana al obtener medallas de oro individual en florete y espada. También obtuvo presea dorada en florete por equipo junto a Manuel Dionisio Díaz.

Luego hubo una sequía de títulos hasta Londres 1948, donde se obtuvo una medalla de plata. Con la llegada de la revolución verde olivo, el salto en el deporte fue espectacular.

Faltaba carne de res y mantequilla, la gente sufría carencias materiales y el gobierno violaba abiertamente los derechos humanos, pero se formaban atletas en serie como si fuesen perros calientes.

De un segundo lugar conseguido por el corredor de 100 metros Enrique Figuerola en Tokio 64 y otras 4 de plata en México 68, en la ciudad bávara de Münich en 1972 llegó la primera medalla de oro en los puños del boxeador capitalino Orlando Martínez.

Fueron tres púgiles, Martínez, Emilio Correa y el más grande boxeador de todos los tiempos en Cuba, Teófilo Stevenson, recientemente fallecido, la terna que conquistó las tres preseas doradas en Alemania.

Si en Münich se lograron 8 medallas, ya en Montreal 76 se conquistaron 13. Los éxitos fueron en aumento a la par del discurso triunfalista del régimen, que veía en sus atletas un alter ego de guerreros, y las canchas deportivas como un escenario bélico.

La cúspide del deporte cubano llegó en Barcelona 1992. En la ciudad Condal se ocupó el quinto puesto entre casi 200 naciones. Se obtuvieron 14 medallas de oro, 6 de plata y 11 de bronce para un gran total de 31 preseas.

El soberbio desempeño fue puro espejismo. Por esa época, Cuba atravesaba la peor crisis económica de su historia. Los bueyes sustituían a los tractores, la gente comía poco y mal, y las fábricas y centrales azucareros dejaron de producir.

La cúpula gobernante tenía las arcas públicas en mínimos. Y las enfermedades y virus asolaron la isla. Fue en los años duros del ‘período especial’, una guerra sin el tronar de los obuses, cuando el deporte cubano comenzó su caída libre.

Aún no ha tocado fondo. Las múltiples deserciones de atletas que abandonan los concentrados en el extranjero, lo cual ha repercutido en la calidad; el deterioro de escuelas e instalaciones deportivas y la falta de recursos necesarios para sostener el deporte de alto rendimiento, entre otras, han provocado que en los últimos 20 años la otrora potencia deportiva latinoamericana y caribeña se haya visto relegada en la tabla de medallas de las últimas Olimpíadas.

Y es que el deporte hoy es un negocio. Sin patrocinadores poderosos es muy difícil obtener buenos resultados. La inserción de la ciencia en el deporte y el encarecimiento de los implementos deportivos, han dejado sin aire a un régimen que a duras penas económicamente se puede sostener.

Ya en Beijing 2008, Cuba solo consiguió dos medallas de oro. Aunque obtuvo otras 22 preseas, 11 de plata e igual número de bronce. Cayeron al lugar 22. En la cita de Londres los pronósticos son sombríos. La isla asistirá con una delegación de 110 deportistas. Por vez primera asistirán más mujeres que hombres.

Se pudiera superar la cantidad de títulos de 2008, pero no son oros cantados. Dayron Robles, disgustado por las dificultades en su preparación, anunció su retiro después de estos juegos.

Robles no es favorito al título, ni siquiera a estar en el podio de premiación en los 110 metros con vallas. Ha tenido una temporada para el olvido. Su mejor crono de 13.19 no le garantiza una medalla.

Sobre todo cuando tres corredores de Estados Unidos han bajado de 13 segundos. Y su sempiterno rival, el chino Liu Xiang, marcó un 12.87 con aire a favor. Veremos. Robles es un tipo de competencia. Aunque su desempeño este año no augura una sorpresa agradable.

La dos o tres medallas de oro que Cuba pudiera alcanzar deben llegar en los deportes de combate. Tampoco hay nada seguro.

El boxeo, con los campeones mundiales Lázaro Álvarez y Julio César la Cruz pudiera obtener dos títulos. Todo depende del sorteo. Desde hace un tiempo el desempeño de los púgiles locales es inestable. Son capaces de lo mejor y de lo peor.

En la lucha grecorromana, la opción al oro recae en el multimedallista Mijaín López, de la categoría de más de 130 kilos. López es, quizás, el candidato más firme para obtener una presea de oro. Pero las lesiones y falta de fogueo pueden pasarle factura. Súmele que un atleta turco, con madera de extra clase, ya lo venció en el pasado campeonato mundial.

El judo y el taekwondo pudiesen ofrecer alguna alegría. No lo creo. Mi vaticinio es que Cuba no logrará más de dos medallas de oro. Y entre plata y bronce no alcanzará 12 preseas. Debe flotar en la tabla de posiciones entre el lugar 19 y el 25.

En atletismo, la discóbola Yarelis Barrio y el decatlonista Leonel Suárez deben colgarse una presea de plata o bronce. Poco más.

Muchos fanáticos cubanos pudieran sentirse decepcionados por el desempeño de sus atletas en Londres. No se debe ser tan exigente.

Lo mejor será disfrutar el evento. Y ver competir a fenomenales deportistas como Michael Phelps o el marciano Usaín Bolt. O a la nueva versión del ‘dream team’ de baloncesto de Estados Unidos con Kobe Bryant, Lebron James y Kevin Durant.

Siempre es bueno recordar que el deporte no es apología política. Es una fiesta. Lo demás debe quedar en segundo plano.

Iván García

Foto: EFE, 16 de julio, Aeropuerto de Heathrow. Los deportistas cubanos fueron de los primeros en llegar a Londres y trasladarse a la Villa Olímpica.

viernes, 27 de julio de 2012

En retroceso la salud pública cubana


El comandante guerrillero Fidel Castro, durante 47 años de gobierno personal y autoritario en los que dictó los destinos de Cuba, le gustaba recordarnos que la isla era una potencia médica a nivel mundial.

Solía leer embelesado las estadísticas sobre la mortalidad infantil y esperanza de vida. Y luego, orgulloso, comparaba: “Tenemos mejores tasas de mortalidad infantil que los Estados Unidos”.

Para que las masas aplaudieran, comparaba los progresos de la medicina después del triunfo de la revolución con la etapa republicana.

Ahora Castro está echado en la cama, haciendo dieta mediterránea, escribiendo su visión apocalíptica del mundo y, según cuentan, involucrado en pesquisas alimenticias con plantas como la moringa.

Su hermano, el General Raúl Castro, no suele ser tan puntilloso ni autocomplaciente con el tema de la salud pública. Y es que la medicina de la isla anda en caída libre. En enero de 2010, 27 dementes murieron hacinados de hambre, frío y malos tratos en Mazorra, un siquiátrico en las afueras de La Habana.

Hay suficientes hospitales, policlínicos y consultorios del médico de la familia a lo largo y ancho del verde caimán. Pero más de la mitad necesitan una reparación capital, modernización tecnológica y la aprobación de medidas salariales y laborales que incentiven a los galenos a trabajar con mayor profesionalidad y rigor.

En los centros de salud pública se ha convertido en habitual observar las salas sucias, los baños desbordados de excrementos, escasez de medicamentos y de equipos avanzados.

En 2012 la salud pública en Cuba, literalmente se convertido en un asunto de vida o muerte. Si usted llega en estado grave a un hospital, el personal médico, a pesar de las penurias, intentará mantenerte con vida.

Cuando es un caso grave, las autoridades sanitarias agotan los recursos disponibles a su alcance. Que no son muchos. Si el paciente es un niño o un adolescente se hurga en los almacenes estatales y se da luz verde para la compra en el extranjero de algún medicamento de última generación.

Cuando se trata de un tratamiento preventivo o un chequeo a fondo se notan las carencias. La medicina cubana está diseñada para impedir el fallecimiento y atender a personas muy enfermas. Que no está mal.

Poco se hace para mantener una adecuada medicina preventiva, que sin dudas es la más rentable, pues garantiza tener una población más sana. Lo primero que asombra cuando usted visita algún deteriorado hospital, es observar la cantidad de pacientes aquejados de dolencias que pudieron haberse previsto con un exhaustivo chequeo médico.

Las consultas de dermatología y alergia están desbordadas, porque el clima tropical acrecienta ese tipo de enfermedades. Si llega con los pies repletos de ampollas o con un intenso ataque de asma, saldrá con un tratamiento para aliviar el malestar, no para prevenirlo o curarlo.

Si necesita hacerse un estudio para determinar cuál es la causa que provoca su padecimiento, siéntese a esperar. Además de paciencia, necesita buenos contactos y dinero.

La medicina cubana es gratuita. Pero para que el médico se esfuerce en darte una atención requerida es indispensable llegar a la consulta, cuando menos, con una merienda y una lata de refresco o una caja de jugo.

Para hacerse un chequeo a fondo, se necesita algo más que un simple emparedadeo de jamón y queso. En estos casos, al técnico debe pasarle a hurtadillas un billete de 10, 20 o 40 cuc, según el chequeo. Los propios especialistas recomiendan a sus pacientes que se realicen los análisis de sangre, exudados o biopsias, en hospitales de primer nivel.

“Los exámenes en los laboratorios de policlínicos y hospitales de segunda categoría carecen de rigor”, cuenta un especialista. También los galenos se las agencian para tener una lista de pacientes que ‘resuelven cosas’.

“A veces llego a la casa con diez sandwiches. Con ellos resolvemos el desayuno familiar o preparamos bocaditos para las meriendas escolares de los hijos. Los pacientes que más uno cuida son aquéllos que te regalan lo que nosotros llamamos ‘artículos pesados’. Piernas de cerdo, botellas de aceite, teléfonos móviles o dinero contante y sonante. Dentro de mi presupuesto mensual contemplo esa ‘ayuda extra’ recibida de mis mejores pacientes”, señala un doctor con 25 años de experiencia.

La mayor aspiración del personal cubano de salud es partir hacia alguna misión médica al extranjero. Saben que el gobierno se queda con el 90% del salario devengado en divisas. Pero es en esas misiones donde pueden conseguir muebles, autos y equipos electrodomésticos.

Cuando hace 30 años un Fidel Castro presuntuoso hablaba horas y horas de los logros de la medicina revolucionaria, algo había de cierto. Era una salud pública que pocos países del tercer mundo se podían dar el lujo de tener.

En algunos acápites, como la mortalidad infantil y esperanza de vida, sigue siendo comparable a naciones del primer mundo. 70 mil médicos y miles de especialistas en algunos casos altamente capacitados, que devengan salarios de miseria- entre 25 y 35 dólares- a día de hoy se las apañan como pueden en hospitales desurtidos y desvencijados.

En esta primavera caliente, el personal médico debe tener las antenas de subsistencia funcionando todo el tiempo. Y ser creativos: en precarias condiciones deben atender a los pacientes y, por debajo del tapete, gestionar productos en especie o un puñado de ‘chavitos’, que le faciliten su quehacer cotidiano.

Allá por los años 80, Fidel Castro estaba tan satisfecho con la salud pública que un día le dijo a un periodista extranjero: “En nuestro país cuando usted llega a un cuerpo de guardia, se le atiende sin preguntarle cuál es su posición política con respecto a la revolución”. Faltaría más.

Iván García

miércoles, 25 de julio de 2012

Breve historia de una desempleada habanera



En materia de siglas no hay quien le gane al gobierno de los Castro. Repasemos algunas. PCC, FMC, CDR, DSE, DTI, MININT, MINFAR, MINED, CTC, ANAP, ICRT, UNEAC, ICAIC... En cuanto a la jerga oficial, sencillamente, sitúan el idioma castellano en otra dimensión.

Al robo grosero en tiendas o empresas les llaman ‘pérdidas’ o ‘faltantes’. Si una tarde el jefe de una obra carga un camión repleto de baldosas y lo guarda a buen recaudo en el garaje de su casa, eufemísticamente, se cataloga como ‘desvío de recursos’.

Los disidentes son ‘contrarrevolucionarios’. Y a los desempleados les denominan ‘excedentes’ o ‘disponibles’. Y de ellos queremos hablar.

Les presento a Gloria, 49 años, licenciada en contabilidad, quien hace dos semanas engrosó la lista de parados cubanos. Ella es una, entre el millón y medio de desempleados, que en un plazo de 3 años el gobierno del General Raúl Castro prometió echar a la calle para adelgazar las voluminosas plantillas estatales.

Cuando se creó la comisión “encargada de estudiar los expedientes de aquellos compañeros que quedarían disponibles”, cuenta Gloria, en su empresa comenzaron a hacer quinielas.

Nadie se sentía seguro. Los que usualmente inflaban pecho, orgullosos de haber participado en batallas en la selva africana, también caminaban cabizbajos y preocupados por los pasillos.

No era mérito suficiente haber gritado gruesas ofensas en los actos de repudio periódicamente armados contra las Damas de Blanco. Tampoco los viejos diplomas y medallas de calamina que daban fe de la lealtad con el régimen. Ahora lo que importa son los intereses de la empresa y en particular la ‘idoneidad’, otra jerga oficial.

Cuando a una mujer como Gloria, de 49 años, que se ha pasado toda su vida levantándose a las 6 de la mañana, desayunando café sin leche y pan con aceite y ajo; llegando a las 5 de la tarde a su casa, sin una bombilla o unos bolígrafos hurtados; cenando arroz, frijoles y lo que aparezca; viendo culebrones de turno, y a mitad de la novela dormirse, un tipo con voz engolada le dice que a partir de esa fecha queda “disponible”, el mundo se le viene abajo.

En la soledad de su habitación lloró abatida. Sin aspavientos ni dramas. A sus 49 años se enfrenta a una realidad para la cual no estaba preparada. Ganaba un salario mensual de 450 pesos y una estimulación de 27.50 en moneda convertible. Además, diariamente le daban una merienda y un litro de refresco que vendía en 45 pesos, buscándose 225 pesos extras cada semana.

Divorciada hace años, Gloria mantuvo sola a su hija, algo habitual en el escenario cubano. Jamás se robó una hoja de papel ni falsificó o adulteró cifras o cuentas bancarias. Pero la empresa fue tajante.

De nada valió la apelación. Un mes de sueldo y la opción de trabajar en una oficina a muchos kilómetros de su casa, sin transporte, con un salario de 264 pesos y cero estimulación en divisas. Sacó la pequeña calculadora. De aceptarlo, de un golpe pierde 186 pesos y 27 cuc.

Que para Gloria no es poca cosa. Encima, cada día perder 3 horas, en el viaje de ida y vuelta en un atiborrado ómnibus urbano. ¿Qué hacer?

Entre las opciones, barajó montar un aula para repasarle matemáticas a niños de primaria. Llevarle las finanzas a algún trabajador por cuenta propia. O sentarse a ver culebrones y dejar que todo se vaya a la mierda. De momento, no quiere pensar en su futuro. Comenzará a trabajar en la distante oficina en el mes de agosto. El dinero extra aún no sabe cómo obtenerlo legalmente. Ya verá.

Una buena contadora puede ser útil para camuflar los robos de los burócratas corruptos. Pero su padre estibador y su madre costurera le inculcaron honestidad y moralidad. Unos valores a los que Gloria no va renunciar, a pesar de haberse convertido éstos en un fardo pesado.

Pero tiene que vivir. En una sociedad que ya no le garantiza nada. Y a la que debe aplaudir. Una cosa le queda claro: no quiere oír hablar de los hermanos Castro ni de su revolución.

Gloria los culpa por su vida gris, de café sin leche y pan con aceite y ajo en el desayuno, y una frugal comida diaria.

Iván García

Foto: Desesperanza, cuadro de la pintora mexicana Rosa Camacho.

martes, 24 de julio de 2012

Nuestro más sentido pésame



Los realizadores del blog hacemos llegar nuestro más sentido pésame a la viuda, hijos, familiares y amigos de Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero Escalante, fallecidos el domingo 22 de julio en un extraño accidente de tránsito cuando viajaban por una carretera de Bayamo, ciudad-capital de Granma, provincia a más de 800 kilómetros al este de La Habana. Reciban también nuestras condolencias todos los integrantes del Movimiento Cristiano Liberación.

¡Descansen en paz, Oswaldo y Harold!

Iván García, Tania Quintero y Marco A. Pérez

Foto: Reuters, tomada de ABC. Damas de Blanco consuelan a Ofelia Acevedo Maura, viuda de Oswaldo Payá Sardiñas y madre de sus tres hijos. La capilla ardiente fue instalada el lunes 23 de julio en la iglesia El Salvador del Mundo, parroquia de la barriada habanera de El Cerro donde Payá asistía desde niño y contrajo matrimonio. El martes 24, antes de ser enterrado en el Cementerio de Colón, estaba previsto que el funeral fuera oficiado por el cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana. Mientras vivió, Jaime Ortega ninguneó a Payá, el más conocido disidente católico cubano. El 19 de marzo de 2012, a raíz de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, el periódico italiano La Stampa publicaba una entrevista a Payá con el título "La Iglesia cubana nos ha abandonado". La actitud hipócrita y oportunista del cardenal se suma a la de esos 'disidentes-paparazzis', quienes en cuanto se enteran de un suceso o un muerto, sobre todo si es en La Habana, empiezan a enviar sms, tweets, fotos y videos a tutiplén (TQ).

lunes, 23 de julio de 2012

Varadero y sus arenas blancas



Bañarse en las azules y transparentes aguas del balneario de Varadero, a 140 kilómetros al este de La Habana, es un desafío para la mayoría de los cubanos.

Pero la playa merece una visita, aunque no todos pueden hacerlo. Entonces recurren a ómnibus de algunas empresas, que por 50 pesos (2 dólares) por asiento, los fines de semana salen desde la capital hacia Varadero, en la provincia de Matanzas.

Casi ninguno de esos viajes son autorizados, los organizan por 'la izquierda': un trato oral entre el chofer y su jefe, quienes después se reparten las ganancias. Es una de las maneras que tienen los habaneros de a pie para visitar Varadero.

Claro, no tienen acceso a los mejores tramos de playa. Y tipos fornidos con rostros severos les impiden pasar por las zonas destinadas a los huéspedes de los hoteles. Las familias cargan con comida, agua y refrescos.

Nada de alquilar sombrillas ni tumbonas en la arena. O una bicicleta acuática. Tostarse al sol, beber ron y nadar en las apacibles y azules aguas. Es un paseo de 'vira y bota'. Aquellos padres que han podido reunir unos pocos pesos convertibles, llevan a sus hijos al parque de diversiones. Cuando la noche empieza a caer, emprenden el regreso a la capital, en los mismos ómnibus de empresas.

Con esa manía de exagerarlo todo, el gobierno de los Castro se ufanaba en venderle a los cubanos la idea de que Varadero era la mejor playa del mundo. No tanto. En Brasil están Ipanema y Copacabana. En México, Acapulco y Cancún. Y Punta Cana, en República Dominicana, es un paraíso con mejores precios.

Pero los 22 kilómetros de playa de la Península de Hicacos, en la costa norte del occidente de Cuba, no están nada mal. Dentro de esa franja estrecha de arenas finas y muy blancas, se ha levantado un impresionante conglomerado de hoteles.

Desde 2008, los cubanos con 'pasta' pueden acceder a ellos. Ya desde antes, los cubanoamericanos lo venían haciendo. Es una de las extravagancias del gobierno de los Castro. Linchaban verbalmente a los cubanos que se marchaban a Estados Unidos, tildándolos de 'escorias' y 'gusanos', y años después, cuando regresan a visitar a los suyos en la isla, les tienden alfombra roja, dólares mediante.

Gracias a los billetes verdes del 'imperio del mal', muchas familias en Cuba tienen oportunidad de pasar un fin de semana en un hotel de Varadero. A precios tal vez asequibles para un forastero, pero de escándalo para los trabajadores cubanos.

El hotel Arenas Blancas, con oferta de 'todo incluido', cuesta 354 pesos convertibles por tres noches y cuatro días para un matrimonio con dos hijos. Ese dinero equivale al salario de año y medio de un profesional altamente calificado.

Situado en la primera línea de playa, junto al hotel Solymar conforma un emporio de casi 800 habitaciones. Roldán, su esposa y dos hijas, pudieron darse ese lujo.

“Fue un regalo de mi familia que vive en el extranjero. Las niñas han sacado buenas notas en la escuela y hasta el 30 de junio los precios eran más baratos que en pleno verano. Entonces decidimos cambiar las vacaciones”, cuenta Roldán, sentado al borde de una inmensa piscina ovalada.

En el primer semestre del año los cubanos no suelen acudir tanto a las playas. De toda la vida, los meses playeros han sido julio y agosto, los más calurosos.

Debido a la crisis económica en Europa y la recesión en Estados Unidos, los bolsillos de los parientes en el exterior se han encogidos. Así y todo, las entradas de remesas han seguido creciendo.

A esta clase de turistas locales se suma la nueva camada de mini empresarios particulares que arrendan habitaciones, tienen un 'paladar' o una pequeña flota de autos de alquiler. Las ganancias les permiten darse una vuelta por Arenas Blancas.

Otro modo de hacer turismo es colgándose del brazo de un vejete canadiense o un italiano de pelo engominado, ávidos de sexo. Y luego de 72 horas de playa, tragos y discoteca con una escultural negra o mulata, se sienten en la gloria.

Algunos cubanoamericanos también tiran 'canas al aire'. Jorge es uno de ellos. Le va bien con su negocio de alquiler de trajes de buceo en la Florida. Pero se aburre con su esposa, obesa de tanto devorar grasientos muslitos de pollo y estar todo el tiempo echada en el sofá, viendo culebrones mexicanos.

Los hijos, ya hombres, han encaminado sus vidas. Y Jorge tiene plata y deseos de acariciar una piel trigueña, dura y tersa. ¿Dónde mejor que en su terruño?

El cubanoamericano está orgulloso de su nueva conquista. “Una prostituta en cualquier lugar del primer mundo trabaja por horas y la más barata te cuesta 400 dólares. Nada de mimos ni charlas amorosas. En Cuba las cosas son diferentes. Se establece una empatía. Si las cosas siguen marchando bien, estoy pensando sacarla del país”, cuenta Jorge, mientras en el bar del hotel ve el juego de baloncesto de la NBA entre Miami Heats y Boston Celtics.

Una pandilla de ruidosos mexicanos se la pasan en grande bebiendo y cantando rancheras desde que abre el bar hasta que cierra. “Mi única queja es que no hay tequila. Entonces a pegarle al ron, que comparado con nuestros tragos, es jugo de frutas”, expresa Santiago, quien visita Cuba por primera vez.

En cualquier hotel de Varadero donde se hospeden, a los extranjeros les encanta hacer amistad con los cubanos. Unas chicas procedentes de Rusia están hechizadas, ante tantas ofertas de noviazgo o matrimonio. “Es impresionante cómo les gusta ligar a los cubanos. En la discoteca Palacio de la Rumba, cuatro me propusieron casarse conmigo”, señala una ingenua rusa.

Quizás ella desconozca que detrás de ese supuesto compromiso nupcial se esconden las verdaderas aspiraciones de muchos cubanos: marcharse legalmente del país. No importa con quién ni hacia dónde.

Lo mejor del hotel Arenas Blancas son sus empleados. Su trato es personalizado y amable. Casi todos poseen nivel universitario. Pero residen en un país donde la pirámide social está invertida y los profesionales suelen encontrarse entre los que peor viven. Entonces engavetan el título e intentan trabajar en el turismo.

De cualquier cosa: maletero, mucama o botones, en la puerta de entrada. Es el caso de Orlando, graduado en ciencias de la información. Su salario era un chiste de mal gusto y le impedía mantener a sus tres hijos. “En el hotel consigo dinero suficiente para que mi familia se alimente como dios manda”, dice.

Ya los camareros de las mesas buffet se han acostumbrado a los cubanos: el día antes de partir, cargan bolsos de nailon con trozos de carne, pollo y queso.

“Al principio, sentía vergüenza al ver comer exageradamente a la gente de mi país y guardar comida para llevar de regreso. Después no, porque ellos hacen de forma abierta lo que nosotros hacemos de manera solapada. Cargar y robar forma parte ya del proceder de los cubanos. Más por necesidad que por pérdida de valores. O ambas cosas”, afirma el cocinero Danilo.

La tarde de despedida, el personal del hotel te abraza y desea que repitas la visita. Cuando el ómnibus parte rumbo a La Habana, termina el sueño.

Se vuelve a la dura realidad. Dormir con ventilador. Cargar cubos de agua. Y romperse la cabeza pensando qué vas a poner en la mesa ese día.

Es precisamente durante la cena, cuando la familia de Roldán extraña sus vacaciones de tres noches en Arenas Blancas. Si algo abunda en estos centros turísticos es la comida.

Iván García

Foto: Vista aérea del hotel Arenas Blancas, Varadero. Tomada de Price Travel.

sábado, 21 de julio de 2012

Cuba: turistas por tres noches



Las oficinas de turismo del hotel Inglaterra, en La Habana, nunca suelen estar desocupadas. Y en la etapa de abril a septiembre, conocida como "baja" en Cuba, las ventas de paquetes 'todo incluido' por tres noches se venden como pan acabado de salir del horno.

Carlos, un joven peinado al pincho, de la empresa Cubanacán, hace rato dejó de asombrarse del crecimiento en flecha del turismo local.

“Asciende a casi un 20% anual el número de cubanos que se pasan una corta jornada en Varadero, Cayo Coco o Cayo Guillermo. Este año, debido al aumento de trabajadores por cuenta propia y al monto de las remesas giradas, que superaron los 2 mil millones de dólares, se espera que las cifras aumenten entre un 30 o 35%”, expresa.

En casi todos los hoteles habaneros existen oficinas de turismo. De varias cadenas, como en Cuba llaman a este tipo de empresas. También en los grandes centros comerciales, al estilo de Carlos III. Cada cadena viste a sus promotores de ventas con pulóvers con un logotipo y un color identificativos.

Cuando en 2008 el General Raúl Castro autorizó que los cubanos podían tener un móvil o echarse en la tumbona de un hotel a beber piña colada con ron, no fue un gesto de altruismo. Solo estaba cumpliendo el artículo 43 de la Constitución, proclamada en 1976 y reformada en 1992, que textualmente dice:

El Estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos, sin distinción de raza, color de la piel, sexo, creencias religiosas, origen nacional y cualquier otra lesiva a la dignidad humana:

  • tienen acceso, según méritos y capacidades, a todos los cargos y empleos del Estado, de la Administración Pública y de la producción y prestación de servicios;
  • ascienden a todas las jerarquías de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de la seguridad y orden interior, según méritos y capacidades;
  • perciben salario igual por trabajo igual;
  • disfrutan de la enseñanza en todas las instituciones docentes del país, desde la escuela primaria hasta las universidades, que son las mismas para todos;
  • reciben asistencia en todas las instituciones de salud;
  • se domicilian en cualquier sector, zona o barrio de las ciudades y se alojan en cualquier hotel;
  • son atendidos en todos los restaurantes y demás establecimientos de servicio público;
  • usan, sin separaciones, los transportes marítimos, ferroviarios, aéreos y automotores;
  • disfrutan de los mismos balnearios, playas, parques, círculos sociales y demás centros de cultura, deportes, recreación y descanso

El gobierno demoró bastante en darse cuenta que los cubanos eran seres normales y también aspiraban a poder recrearse como los extranjeros. No existían argumentos para seguir siendo ciudadanos de cuarta categoría en tu patria.

Fidel Castro, a conciencia, se saltaba la Carta Magna. Y el apartheid turístico era brutal. El solo hecho de sentarse en el lobby de un hotel cinco estrellas podía ser un indicio sospechoso y la seguridad del lugar te acribillaba a preguntas y luego te echaba.

Subir a la habitación de un turista o amigo foráneo estaba prohibido. Y pasar una noche en el Meliá Cohíba, un imposible. Muchos cubanos conocían los hoteles cuando caminaban por los alrededores o mediante fotos y postales.

Si reincidías en el “delito” de tomarte un 'cuba libre' en la barra de un hotel -hasta 1993 la tenencia de divisas era ilegal para los nacionales- se te abría un expediente policial. Incluso cuando se legalizó el dólar, hubo cubanos asiduos a los bares de los hoteles que fueron criminalizados como presuntos jineteros.

Todo cambió de golpe en 2008. Al principio, las cifras de turistas locales eran simbólicas. Posteriormente, de manera espectacular, comenzaron a crecer.

Lo habitual es alquilar por 72 horas en un hotel. A veces una sola noche. Siempre en la modalidad de 'todo incluido'. Después de 50 años de racionamiento, a los cubanos les apetece poder comer y beber libremente.

¿Por qué un obrero o un empleado que gana el equivalente a 20 dólares al mes es capaz de sacrificarse y pagar tres noches en un hotel de 4 o 5 estrellas a un precio que significa su salario neto de año y medio?

La razón principal es que ellos quieren sentirse personas. Y disfrutar los encantos naturales de su país. Cenar todo tipo de carnes, pescados, mariscos y quesos, servidos en una gigantesca mesa buffet. Debido a la crisis económica estacionaria que sacude la isla desde 1989, beber ron o cerveza de calidad es un lujo. Y ni soñar con almorzar bistec de res o un enchilado de langosta.

Poder dormir tres noches en una confortable habitación con aire acondicionado central; baños con agua fría y caliente; camas de buenos colchones, con sábanas cambiadas todas las mañanas y, un televisor donde no es delito ver canales foráneos, es ahora mismo un sueño para cualquier cubano.

La mayor parte de la financiación del turismo doméstico proviene de compatriotas residentes en Estados Unidos y Europa, quienes trabajan duro para ayudar monetariamente a los suyos en Cuba y para que de vez puedan veranear con sus familias. Los músicos, artistas plásticos o deportistas de renombre autorizados a viajar al exterior también tienen esa posibilidad.

Igualmente los médicos, técnicos y especialistas que han formado parte de misiones internacionalistas. Además de reparar su casa y comprar electrdomésticos, pueden tomar el sol en la playa de Santa Lucía o en alguno de los paradisíacos cayos que rodean la isla.

De cualquier manera, hacer turismo dentro de Cuba sigue siendo prohibitivo para la inmensa mayoría de la población. En los calurosos meses de julio y agosto, un gran número de cubanos tiene que conformarse con nadar en playas en mal estado o en arrecifes costeros. Y con suerte, alquilar un fin de semana en un atestado campismo popular. Es lo que les toca.

Iván García

Foto: Tomada de la web de Radio Angulo, Holguín.

jueves, 19 de julio de 2012

La Florida, el salvavidas de los Castro



La economía no cree en ideologías, historias antiguas, ni discursos nacionalistas. Tampoco en leyes políticas o fronteras tradicionales. Los números hablan otro lenguaje.

Derribemos, pieza a pieza, la oratoria de Fidel Castro sobre el imperio del norte y sus ansias de apoderarse de Cuba. Es una historia manoseada y peor contada. A día de hoy, la isla tiene poco interés económico y estratégico en la alta política de Estados Unidos. Por eso se mantiene el embargo.

Cuba no es China. Ni siquiera Vietnam. Ambas naciones pisotean los derechos humanos y las libertades políticas al igual que el régimen de Raúl Castro.

La diferencia es brutal. China tiene un mercado de mil 300 millones de consumidores. Y una mano de obra barata y calificada, explotada a destajo por sus gobernantes en contubernio con numerosas multinacionales, que pagan salarios de hambre a personas que laboran hasta 14 horas.

China es la fábrica del mundo. Y Estados Unidos la nación más pragmática del planeta. Miren a Vietnam. Poco importaron los 50 mil soldados estadounidenses que hace cuatro décadas perecieron en el delta del río Mekong.

En pos de ciertos intereses comerciales, Estados Unidos le ha otorgado a Vietnam el trato de país favorecido. Ese privilegio ha transformado a Hanoi en una de las principales arroceras del orbe.

Cuba no ha tenido ni siquiera un combate con el país del Norte. Que si hubiese acaecido, poca importancia se le hubiera dado en el tercer milenio.

No hay región más belicosa y de batallas feroces que Europa. Inglaterra y Francia sostuvieron una guerra que superó el siglo. Hace 73 años, Alemania conquistó medio continente. Los muertos se contaron por millones.

En la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos utilizó armas nucleares para obligar al fascismo nipón a capitular. Hoy, Japón es uno de los mejores aliados de la patria de Lincoln. A pesar de la crisis financiera, Europa apuesta por la integración. Y alemanes y franceses figuran entre los mejores socios.

Por tanto, quien desee alentar el nacionalismo histórico, recordando al pasado sangriento, corre el riesgo de quedarse sin argumentos poderosos.

Cuba ni siquiera sufrió la humillación de México, cuando en el siglo 19, le fue expropiado una parte considerable de su territorio. Lo que queda de las supuestas pasiones anexionistas hacia Cuba es una base militar en Guantánamo, convertida en cárcel para terroristas después del 11 de septiembre de 2001.

A diario, miles de mexicanos saltan muros, atraviesan túneles y desiertos con tal de llegar a suelo gringo. Junto a Canadá, México y Estados Unidos son aliados estratégicos, financieros y comerciales. Conquistada hace dos siglos, gran parte de la actual California está repleta de mexicanos, tacos y tequila.

Ni siquiera los horrores de las batallas, invasiones y conquistas de territorios han impedido que los pueblos se entremezclen. Los políticos xenófobos pueden poner el grito en el cielo y acusar a la emigración de sus desastres y crisis. Pero la lectura de la historia nos dice que la emigración ha sido un motor de desarrollo.

Por geopolítica y estupidez, Washington se ha acomodado a estrategias prediseñadas de antemano. Y a la hora de mantener el obsoleto embargo, han prevalecido intereses económicos y jurídicos y aludido razones éticas y morales (como consecuencia de las expropiaciones realizadas por los barbudos en los primeros años de la revolución, cientos de empresas y ciudadanos de Estados Unidos fueron perjudicados y no se les pagado ni un centavo).

Si mañana aparecieran millones de barriles de petróleo en el Golfo de México o yacimientos descomunales de coltán en el oriente cubano, quizás los políticos estadounidenses reconsiderarían sus políticas.

Surgida de los mejores valores democráticos, esa nación pudiera tener reparos al negociar con un régimen administrado por autócratas de verde olivo.

Pero la historia atestigua que ese tipo de escrúpulos no ha sido un freno para Estados Unidos. Se han aliado con personajes como Trujillo, Somoza o Pinochet.

Castro no es peor o mejor dictador que otros. Sencillamente un grupo de cubanos en la Florida tomaron nota del lobby judío y estructuraron una soberbia organización que elabora las recetas futuras de las relaciones bilaterales.

Para bien o para mal. Si en los 60 la Casa Blanca era la responsable directa de las políticas hacia Cuba, desde hace cuatro décadas las estrategias comenzaron a ser dictadas desde la Fundación Nacional Cubano Americana, creada por el difunto Jorge Mas Canosa.

Uno puede estar de acuerdo o no con su visión política. Pero es innegable lo alcanzado dentro de la política de Estados Unidos por unos cuantos congresistas y hasta un senador nacidos en Cuba.

Los cubanos han hecho de Miami una puerta para los negocios y las oportunidades. Aunque por leyes jurídicas y naturales la ciudad sigue atada a Estados Unidos, en la práctica, Miami se asemeja a una provincia cubana.

Mire usted, Miami está más cerca de La Habana que Santa Clara. Y la Florida es la segunda región con más habitantes cubanos, detrás de la capital.

Dentro de 10 años, en el 'estado del sol' residirán más compatriotas que en La Habana. El PIB de los cubanos en la Florida supera por seis el pésimo desempeño económico de los hermanos Castro.

En 2011, el dinero repiqueteó alegremente hacia Cuba. Más de 2 mil millones de dólares llegaron a las cajas registradoras del régimen. Si a ello sumamos el enorme volumen de paquetes con medicinas, celulares, ordenadores, electrodomésticos y pacotilla que a diario llega a la isla, probablemente el monto supere los 5 mil millones de dólares.

Por si fuera poco, cada año viajan a Cuba medio millón de exiliados con las carteras repletas de dinero y las maletas a reventar de peso, con alimentos, ropa y zapatos para ayudar a sus empobrecidos parientes en la otra orilla.

Un sector empresarial de cubanoamericanos tiene plata suficiente para destinarlo a la reconstrucción de la devastada isla. Y deseos de hacerlo. Con Castro, o después que Dios se los lleve.

Por tanto, la teoría de la fruta madura dicha en el siglo 19 por un senador yanqui, tiene escasa utilidad en este 2012. Hablar de intereses anexionistas de Estados Unidos hacia Cuba no es serio.

Es el gobierno de los hermanos Castro el que cada vez más depende de la economía floridana, como un ahogado se aferra a su salvavidas. Miami es la extensión de aquella Habana que se detuvo en 1959. Si no hubiese existido Fidel Castro, la historia de la Florida quizás fuese otra.

Sería bueno preguntarle a los políticos estadounidenses si han pensado alguna vez en ceder a Miami como una provincia de Cuba. Porque en la práctica no hay nada más parecido.

Iván García

Foto: Bandera del estado de la Florida, Estados Unidos.

martes, 17 de julio de 2012

Martí, forjado en una sola pieza



Los cubanos, que casi nunca nos ponemos de acuerdo en nada, suscribimos que el poeta y humanista José Martí (1853-1895) es la figura insigne de la nación cubana.

Pocos lo ponen en duda. Cuando usted visita la casa de algún disidente notará que en sus anaqueles no faltan las obras completas del prócer. En la otra acera, los seguidores del gobierno, también se ufanan de conocer a fondo a Martí.

Por supuesto, hay quienes tienen sus escritos por ser lo políticamente adecuado, pero jamás los revisan y los libros duermen plácidamente, repletos de polvo y telarañas en el último piso de la estantería.

Otros no. Y antes de escribir cualquier ensayo o artículo de fondo, recurren a las obras martianas. Algunos usan sus textos de manera brillante, como el historiador Rafael Rojas, otros al estilo del ideólogo castrista Armando Hart, pueden provocar esquizofrenia y angustia si uno se ve obligado a leer sus farragosos escritos.

Si algo sobra en Cuba son citas de José Martí. Las hay para todos los gustos. A la carta. En cualquier conferencia, simposio, debate o lanzamiento de un proyecto político o social, los organizadores se las agencian para colocar un busto o foto a tamaño gigante del Apóstol rematada con uno de sus pensamientos

Se ha escuchado aludir a Martí en la inauguración de un torneo nacional de boxeo, en la apertura de un festival de ballet o en un encuentro de especialistas sobre la dislexia.

A las nuevas generaciones tantas menciones suele molestarlos. “El señor que sabe de todo”, me dijo una tarde con un mohín de disgusto mi hija de 9 años. Sin intentar predicar, le repasé algunos aspectos interesantes del célebre patriota.

La animé a que viese el soberbio filme, El ojo del canario, del realizador Fernando Pérez, quien magistralmente desmonta del pedestal a José Martí. Mi hija no cambió de opinión, pero le gustó ver que Pepito Martí sabía sonreír. “Es que siempre sale en las fotos muy serio y vestido de negro”, argumentó.

Esa noción sobre el más prominente cubano la comparten muchos adolescentes y jóvenes. Todos tenemos algo de culpa. Los medios por vendernos a una estatua. Y los padres y educadores por presentar clichés.

Creo que fue Séneca quien alertó sobre el peligro de arrimarse a efigies heladas. Y claro que Martí también fue una persona ordinaria. Fuera de los discursos brillantes y su pasión demócrata en pos de la independencia de Cuba, era un habanero que bebía demasiada ginebra y llevó una vida sentimental con María Mantilla, los dos casados, y según evidencias tuvieron una hija ilegítima.

A los medios oficiales no les gusta abordar esos temas humanos e incómodos. Ellos prefieren forjar un ídolo. Tampoco se habla en la prensa oficial del ingrato papel desempeñado por el hijo de Martí, coronel y jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional, durante la matanza alevosa de 3 mil negros durante el alzamiento del Partido Independiente de Color, en mayo de 1912.

Y en letras pequeñas se suele escribir sobre las diferencias de José Martí con los líderes independentistas Máximo Gómez y Antonio Maceo. Pero el haber tenido una hija bastarda, sus discrepancias políticas o su afición a beber ginebra -un viejo jubilado dice que le llamaban Pepe Ginebrita- no disminuye la figura del Apóstol. Todo lo contrario. Hace a nuestro héroe más cercano.

Desde su muerte inesperada en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, los encargados de divulgar en Cuba las ideas martianas optaron por ofrecer la imagen impoluta y sin fisuras de un tipo entregado en cuerpo y alma a la independencia de la isla.

Con la llegada de Fidel Castro en enero de 1959, la manipulación del ideario martiano ha sido mayúscula. De apaga y vámonos. Y así podemos leer tratados que aseguran sin sonrojo que el actual Partido Comunista es la prolongación del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí en 1892.

A ratos no los pintan de rojillo, de izquierdoso. Sin embargo, algunos escritos de Martí sobre determinados conceptos, dejan entrever que él no aplaudía con entusiasmo al filósofo alemán Carlos Marx.

Me quedo con una cita: "Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos de poder, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados".

Traernos de vuelta a un José Martí creíble es la tarea de los encargados de velar por su obra. Sobre todo para convencer a la más reciente generación de cubanos, que aquel hombre formidable fue mucho más que un diletante, poeta o político vestido de luto y mirada triste. Niños, como mi hija de 9 años, lo agradecerían.

Iván García

Foto: Busto de José Martí en un parque de Mariel. Tomada del blog La historia del Mariel.

domingo, 15 de julio de 2012

El día de la República


La fecha en que se constituyó la República pasó inadvertida entre los cubanos de la isla. La gente de a pie no se vistió con sus mejores ropas ni se colgaron banderas en los balcones. El 20 de mayo no fue un día de fiesta nacional o recordación. Fue un domingo ordinario.

Tampoco en los días que antecedieron, a los alumnos de escuelas primarias y secundarias, institutos preuniversitarios o tecnológicos, en sus matutinos habituales, se les leyó una reseña sobre la fecha patria.

En los murales de los sindicatos siguen colgados los recortes de periódicos viejos, con fotos y consignas de los hermanos Castro y los rostros de sus espías presos en Estados Unidos

Algunos medios oficiales tocaron de pasada la fecha. Para descalificarla y ridiculizar “aquella república de mentiritas”. Si usted hace una encuesta en las calles habanera a personas nacidas después de 1959, descubrirá que la mayoría desconoce el significado del 20 de mayo.

Para muchos cubanos, el día nacional o de la independencia es el 1 de enero de 1959. Es nuestro 4 de julio. Es lo que enseñan en las escuelas. Antes del 59, recalcan, éramos una neocolonia de los 'yanquis'.

La seudorepública, dicen, fue un período de gobernantes corruptos y de tiranos que en componenda con el Tío Sam, absorbían las riquezas de Cuba.

Si a alguien nacido con la la revolución se le pide describir esa etapa, por fuerza de costumbre, contará sobre abusos de la guardia rural, campesinos analfabetos con los vientres hinchados de parásitos, y alcaldes y concejales vestidos de guayabera, con un bolso y una pata de cabra detrás de su espalda, dispuesto a desfalcar el erario municipal.

Incluso, quienes perciben en Fidel Castro un auténtico tramposo, no ven nada rescatable de aquella época. Las elecciones presidenciales las califican de un remedo democrático. De la elevada productividad azucarera alegan que funcionaba a costa de explotar a los obreros. Y la Constitución de 1940, letra muerta, una carta magna que, como casi todas las de Latinoamérica, nunca se puso plenamente en práctica.

Esas personas también recordarán los parques y clubes solo para blancos. Las putas del barrio de Colón o Pajarito. Los tres o cuatro barrios insalubres de La Habana. Y, en la etapa de la dictadura de Batista, los 20 mil jóvenes masacrados por sus sicarios.

Es lo aprendido en las aulas. Lo que leen en la prensa estatal. Y lo que ven en la televisión. Conclusión: aquella república bananera había que borrarla de un plumazo. Y lo han logrado.

Un mérito indudable de los medios oficiales y de la propaganda del departamento ideológico del comité central del partido comunista. Pero, aunque todo fuese cierto, no se puede eliminar de la historiografía nacional que un 20 de mayo de 1902, Tomás Estrada Palma, primer presidente cubano electo, el General Máximo Gómez y José Martí hijo, por vez primera izaron la bandera de la estrella solitaria, en la Plazoleta de Paula.

La historia actual la relatan los vencedores. A su manera. La República estuvo lejos de ser un desecho de virtudes. Hubo períodos negros y espacios para enmarcar en letras doradas.

No se puede olvidar que cuando nació la República, el mundo era otro. Un momento donde las grandes potencias se repartían un vasto sector de África y Asia. En los primeros años Estados Unidos ató a la nación cubana con un apéndice diabólico: la Enmienda Platt. Por considerarlo un derecho natural instaló una base naval en Guantánamo, todavía en pie.

Por razones de seguridad nacional, episódicamente, intervino o amenazó militarmente a la isla. No éramos cien por cien libres. Aunque con el transcurso de los años la soberanía nacional fue en aumento.

En 1934 se abolió la Enmienda Platt. Y en la década 1940-50, un alto porcentaje de negocios estaba en manos de cubanos. Existían diferencias brutales entre la ciudad y el campo. Pero la renta per cápita se situaba como la segunda de América Latina. Los avances tecnológicos, debido a la cercanía con Estados Unidos se introducían de manera acelerada.

A finales de los años 40, Cuba era una democracia casi perfecta. Con un capital humano en crecimiento. Medios de comunicación independientes. Tripartición de poderes. Y habeas corpus.

Fulgencio Batista, con su golpe de estado el 10 marzo de 1952, liberó la mecha del descontento ciudadano. Fidel Castro supo capitalizar ese descontento.

Y siete años después, montó una autocracia personal. Con un defecto genético. Si en 57 años de vida republicana existieron desigualdades sociales e injusticias, en 53 años de administración caudillista se socializó la miseria.

Castro dirigió el país como si fuese su finca. La fórmula voluntarismo e improvisación es sinónimo de ineficacia. Cinco décadas después, la mayoría de los cubanos todavía no puede desayunar una taza de café con leche. El transporte público y la alimentación es una zozobra constante. El salario una burla. Y no hablemos de libertades esenciales, como la de expresión o la creación de un partido político.

Su hermano, el General Raúl, con más luz larga y en pos de instaurar una línea sucesoria a perpetuidad, en nombre de un partido, el comunista, y una religión, el castrismo, ha enterrado diez metros bajo tierra los métodos de gobernar de Fidel.

Y ha abierto un poco el diapasón. Ahora por decreto, el cubano ya es dueño real de su casa y puede venderla cuando le venga en gana. Acceder a la telefonía móvil o alojarse en un hotel si tiene moneda dura. O abrir un puesto particular para vender cds y dvds piratas.

Es más de lo mismo. Pero con diferente discurso. Castro II mantiene vigentes las reglas del juego. A quien proteste en la calle, golpes y celda. Y la historia de Cuba, tal como no las cuentan, es preferible dejarla quieta. Hay que seguir ignorando el día que nació la República. Mejor no despertar ciertos muertos.

Iván García

viernes, 13 de julio de 2012

Los chicos de la esquina



La desesperanza y frivolidad de la juventud se palpa en cualquier esquina de La Habana. En zonas marginales como La Victoria, San Leopoldo, Párraga, Mantilla, Pogolotti y El Fanguito, por sólo mencionar unas pocas, desde horas tempranas se van animando el grupo de jóvenes cuyas edades van desde los 14 hasta los 20 años. Día tras día se sientan en la esquina. Lo tienen progamado para ver pasar el tiempo.

El panorama es similar en otros barrios que fueron de clase alta y media, como Miramar, Fontanar, Vedado, Santos Suárez y la Víbora. La forma de matar el tedio son diversas. La más frecuente es una mesa para jugar dominó con una botella de ron. Para otros, la esquina es el sitio propicio para fraguar robos, asaltos o cualquier otra actividad violenta. Muchos se sientan para hablar de sueños irrealizados, de cosas que no poseen o comentar de moda, autos, deportes, mujeres. Una constante en la conversación es el dinero y por supuesto los dólares.

La cifra del total de jóvenes cubanos desempleados, que no estudian y no tienen ningún objetivo en la vida, probablemente no se conozca. Pero es fácil darse cuenta que en cada barrio, uno de cada tres jóvenes ha hecho de la esquina su desahogo diario. Para ellos, el futuro es una mala palabra. Viven el presente como zombies. Por eso el mayor porcentaje de alcoholismo, sida y suicidios ocurre entre la juventud. También son los más propensos a cometer hechos delictivos. De sus filas proceden las jineteras y los pingueros, la última forma de vender el sexo en la Isla.

Para buena parte de las mujeres y hombres menores de 30 años, el porvenir es sinónimo de extranjero: viajar, casarse con un ciudadano de otro país, trabajar con empresarios foráneos, relacionarse con turistas, tener amistades fuera, ganarse el sorteo de visas y emigrar a los Estados Unidos o meterse en la disidencia como vía para irse legalmente.

Salvo excepciones, tienen poca cultura en política y no les interesa informarse de lo que pasa en su país y en el mundo. Sus símbolos son las marcas. Sus vidas están regidas por artículos Made in USA. "El fula (dólar) es lo máximo," suelen decir. Ellos forman parte de ese 30% de la población que no reciben remesas famliares y por lo tanto las divisas tienen que pujilatearlas como sea. El 'swoosh', diseño gráfico de la Nike, es sinónimo de solvencia en Cuba. Hay quienes han recibido una soberana paliza para ser despojado de una gorra, un blue jean, un par de tenis o un vistoso reloj.

Ir vestido con ropa de marcas reconocidas puede ser peligroso a ciertas horas de la noche. A principios de 1998, la policía capturó una banda que en el municipo habanero de 10 de Octubre había cometido más de 70 actos de violencia física contra las personas, con el fin de quitarles dinero y objetos de valor. Al enterarse del suceso, un joven habitual en la esquina de su casa, comentó que por cada banda desarticulada por fuerzas policiales operan cinco.

Aquella Habana nocturna de boleros y clubes, descrita por Guillermo Cabrera Infante en sus libros, hace tiempo no existe. Porque el triunfo casi nunca le sonríe a los cumplidores estrictos de las leyes. Nadie realmente honesto podrá mejorar su vida a no ser que herede una fortuna, o sea un artista o deportista famoso. Todo lo contrario: el éxito va de la mano de la ilegalidad. Y los chicos de las esquinas lo saben mejor que nadie.

Una alta proporción de estos jóvenes desesperanzados son negros o mestizos, provenientes de hogares donde se viven infiernos chiquitos, carentes de afecto familiar; con padres, si existen, alcohólicos, drogadictos o que llevan años presos. Su refugio es la esquina del barrio. Para muchos, la primera gran experiencia ha sido la cárcel y algunos llegan a considerarla su segunda casa.

La promiscuidad y violencia en las prisiones los convierte en hombres antes de tiempo. Trasponen el ambiente presidiario a las calles. Casi todos los actos violentos, asesinatos y violaciones, son cometidos por jóvenes de la raza negra. Es una triste realidad para un país donde no se ha institucionalizado el racismo.

La población negra cubana es la que acumula más carencias materiales y espirituales. En los más de 180 barrios insalubres existentes en la capital, predominan los habitantes negros y mulatos. Las viviendas más deterioradas y en peores condiciones suelen ser ocupadas por familias de piel oscura. El porcentaje más alto de deserción escolar corresponde a alumnos negros o mestizos.

Para casi todos, la marihuana, el alcohol, y la ´timba' (música) agresiva de agrupaciones como La Charanga Habanera o Pablo FG y su Élite, constituyen su mayor distracción. Los gestos vulgares de las canciones de estas orquestas los incitan a la violencia y el machismo. Actos vandálicos cometidos en la ciudad, han ocurrido después de bailables donde han tocado los 'timberos', como se les llama para diferenciarlos de los 'salseros'.

Con 'timba' o sin ella, con buches de ron o de agua, con marihuana o cigarros populares, el universo de los esquineros es limitado. Tan estrecho como el de los jineteros, chulos, pingueros y bisneros. Si algo tienen en común es que la mayoría, además de ser jóvenes, son negros, pobres y nacidos con la revolución.

Iván García

Foto: Policías pidiendo la identificación a jóvenes negros en una esquina de La Habana. Tomada de Cuba Matinal.

*Publicado el 25 de abril de 1998 en Cubafreepress.

miércoles, 11 de julio de 2012

Retrato de un viejo revolucionario (y de una vieja revolución)



Cuando Leandro nació, allá por 1930, no había televisión. Por supuesto, tampoco existía internet, ni computadoras y teléfonos móviles. La radio sí, el cine ya no era mudo y los periódicos tenían muchas páginas.

Aún recuerda cuando a los 13 años en San Antonio de los Baños vio dos aviones volando en perfecta formación de combate. “Esos pájaros de hierro han superado la imaginación de Dios”, le comentó su padre, mecánico de una base militar en las afueras de La Habana.

Tenía 27 años cuando se enroló en una célula de Acción y Sabotaje, del Movimiento 26 de julio, que una noche de 1958 se dispuso a paralizar la ciudad colocando 100 bombas caseras y cocteles molotov.

En esa época, Leandro pensaba que la imaginación del hombre había llegado a su límite. “Todo está inventado. Teléfonos, autos, trenes, aviones, barcos y hasta bombas atómicas, así que déjate de pendejadas”, le dijo a un amigo, fanático a las revistas estadounidenses de ciencia y técnica, cuando éste le comentó que algún día el hombre volaría a la luna y los robots controlarían la producción de acero y de automóviles.

Desde entonces, Leandro se convirtió en un agnóstico de la ciencia. Era muy complicado para él. Prefería leer los panfletos subversivos. Su biblia fue La Historia me Absolverá.

Cuando el 8 de enero de 1959 Fidel Castro entró en La Habana, encaramado en un tanque Sherman, barbudo y joven, Leandro y sus compañeros de Acción y Sabotaje ocuparon varias estaciones de policía y saquearon residencias de los sicarios de Batista.

También asaltaron casas vacías que les parecieron demasiado elegantes. Así se hizo de su primera nevera Frigidaire y un tocadiscos de una marca que no recuerda.

Poco después, a batazos y con un hacha de carnicero, despedazaron ruletas, mesas de póker y máquinas tragaperras. Era un hombre curtido para la pelea y el jaleo.

Recuerda una noche caliente de 1960, cuando su superior en la incipiente policía revolucionaria le encomendó la misión de organizar pequeños grupos de civiles, que se encargarían de destrozar las sedes y talleres rotativos de varios periódicos de tirada nacional.

A hierro y fuego se le quedó grabada una charla con su jefe de batallón: “Aquí lo que vale es lo que diga Fidel. Si el comandante dice que esto es comunismo, vamos detrás de él. Lo que vale es la lealtad. La duda es cosa de flojos”.

Esa fue su máxima en la vida. Aún lo es. Por devoción a un líder, peleó en Girón, se adiestró en técnicas de sabotaje en una base militar secreta y, bajo una llovizna fría, en octubre de 1962, juró que prefería morir en una hecatombe nuclear que ceder ante las presiones políticas de los yanquis o de los soviéticos.

Estuvo en varias batallas y guerras civiles en África. No le importaba a quién disparaba. Le daba igual que fueran negros de la UNITA, blancos sudafricanos o soldados somalíes, que años atrás estuvieron en el mismo bando.

Lo suyo siempre fue “Comandante en Jefe ordene. Pa’lo que sea Fidel, pa’lo que sea”. Lo demás no importaba. En 1980, Leandro fue un piquetero furioso, encargado de aglutinar gente del barrio para gritar improperios y lanzarle huevos a ‘los degenerados de mala madre’ que decidían marcharse por el Mariel.

La vida civil se le hacía incómoda. En pocos segundos armaba y desarmaba un AKM. Le aburría dirigir a ‘esa partida de vagos y borrachos que trabajaban en una fábrica de cerámica’.

Pero la ‘etapa dulce’, la de la violencia revolucionaria había pasado. Ya el muro de Berlín había sido barrido por la historia. Y los fraternales camaradas soviéticos apresuradamente prepararon las maletas y partieron rumbo a sus repúblicas, de la noche a la mañana transformadas en naciones independientes y soberanas.

“El mundo no hay quien lo entienda. Estos yanquis, tan hijos de puta y desalmados, se han llevado el gato al agua en esta guerra de ideologías”, dice Leandro sentado en el balcón de su casa.

En los 90, la misión fue resistir. Y vigilar a los “mercenarios y contrarrevolucionarios”. En su barriada había unos cuantos. Cuando la Asociación del Combatiente lo ordenaba, “organizábamos un mítin de repudio a esos tipejos”.

Ya cumplió 81 años, pero Leandro sigue firme en sus ideales. Confiesa que daría la vida por Fidel. Con Raúl se lo piensa. “Está haciendo cosas que no me gustan. Darle ala a los maricones y travestis es una bomba de tiempo. Y es peligroso darle tanto espacio a los cuentapropistas. Cuando hagan mucho dinero, se le van a virar con carta, te lo aseguro”.

A pesar de los cuestionamientos, cuando suena su celular, asignado por la Asociación para movilizaciones urgentes o armarle una contrarrespuesta a opositores de barricada, Leandro no deja de asistir.

“Las ordenes se cumplen. No se discuten. Así de simple. O ellos (la oposición) o nosotros. Si esos cabrones toman el poder van hacer lo mismo. Por suerte, ya estoy viejo”, dice.

Y le pide a un nieto que le revise en el móvil si ha entrado algún SMS. “No se andar en estos cachivaches. Cuando yo nací, no había celulares ni internet”.

Iván García

Foto: Una de las muchas vallas con propaganda revolucionaria que todavía se encuentran por toda la isla. Con una de las tantas promesas incumplidas por Fidel Castro, cuando el 16 de abril de 1961 enardecido dijo que la revolución cubana iba a ser de los humildes, por los humildes y para los humildes.

lunes, 9 de julio de 2012

Mi padre y una mujer que después sería famosa



La foto es de los años 40, en uno de los jardines que en La Habana tenían las cervecerías Cristal, Polar y Tropical, y en los cuales las familias, amigos, asociaciones o partidos, solían reunirse para celebrar algo o simplemente disfrutar de una tarde de sábado o domingo. Fue tomada durante la pausa de almuerzo de un acto público del Partido Socialista Popular (PSP). Mi padre, José Manuel Quintero Suárez, es el mulato de cara redonda, mirando a la cámara y riéndose. El gordo Quintero, como le decían, trabajaba como guardaespaldas de Blas Roca, secretario general del PSP, esposo de mi tía Dulce y cuñado de mi madre. Entre 1959 y 1961, Blas fue mi primer jefe.

A su lado una joven llamada Zoila Castellanos Ferrer, de unos veintipico de años. En esa fecha, Zoila ya estaba vinculada al movimiento del feeling, en el Callejón de Hammel, junto a José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz y Angelito Díaz, entre otros. Puede que ya hubiera escrito sus primeras canciones, pero aún no era famosa, como lo sería después, cuando adoptó el nombre artístico de Tania Castellanos. Y puede que ya se hubiera enamorado de Lázaro Peña González, nueve años mayor que ella, y reconocido líder sindical, junto a Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias, posteriormente asesinados.

Creo que en el año en que fue hecha la foto, Lázaro se había separado de Teresa, su primera mujer, y estaba casado con Aida Ros, mulata alta, elegante y fina, con quien tuve oportunidad de trabajar en el Movimiento por la Paz, en los 70. Con ella tuvo a su hija Aila, una niña que salió alta y de buenas maneras, como su madre. Las dos vivían en una casita cercana al aeropuerto militar de Columbia, y después del 59 en varias ocasiones fui con Adalberto, el chofer de Lázaro, a recogerla, para que se pasara el fin de semana con su hermano Lazarito, el hijo que Lázaro y Zoila tuvieron, y a quien sus padres le decían Lachi. Aila y Lachi eran dos mulaticos bonitos, afectuosos y educados.

En internet no he encontrado información sobre Aila Peña Ros, pero estoy segura que es una prestigiosa profesional. De quien sí he encontrado, y bastante, es de Lázaro Peña Castellanos. Se hizo economista y actualmente es doctor en Ciencias Económicas, especialista en relaciones económicas internacionales. En coautoría con José Alvarez, profesor emérito de la Universidad Internacional de la Florida, en 2001 publicó Cuba's Sugar Industry, un libro de referencia sobre la industria azucarera cubana.

Volviendo a la foto. No recuerdo los nombres de los otros tres sentados en el mismo banco, pero sí que a uno, el que está en el extremo derecho, le decían El Chino. Los tres eran militantes activos del PSP, igual que Zoila, gran amiga de mi padre, antes y después de 1959. Zoila me conocía a mí desde que nací, pero yo a ella la vine a conocer e intimar en agosto de 1959, cuando comencé a trabajar como mecanógrafa en el comité nacional del PSP. Mi máquina de escribir la mayor parte de las veces estaba en la oficina donde laboraban Lázaro, Zoila y Carlos Fernández R, un sindicalista muy gruñón.

En internet la foto más conocida de Zoila es una donde ella aparece sobriamente vestida en un programa televisivo de los años 70. A su lado, una despampanente Rosita Fornés. En la red se localiza un mismo escrito, copiado y reproducido en distintos sitios. En la isla hoy se le recuerda más por sus canciones revolucionarias (Cuba, corazón de nuestra América, Por los Andes del orbe y Desde Yara hasta la Sierra) y algunas infantiles (Canción de los niños y Combinación de colores), que por su repertorio romántico: En nosotros, Recordaré tu boca, Me encontrarás, De los dos, Inmensa melodía, Evocación, Ingenua traición, Vuélvete a mí, Me niego, Prefiero soñar, Si fuera cierto, Y si llueve, Yo quiero hacer lo que tú, Cuando cierro los ojos, No como ayer, Para qué confiar...

Zoila, como siempre le llamé, tuvo la suerte de haber podido escuchar sus composiciones en las voces de grandes intérpretes cubanos (Fernando Álvarez, Elena Burke, Olga Guillot, Moraima Secada, Omara Portuondo, Ela Calvo, Marta Valdés, Pacho Alonso y la Orquesta Sublime, entre otros). En You Tube encontré una versión de En nosotros cantada en español por un coro italiano.

Para mí, sus canciones de amor fueron las mejores, creo que para ella también. Las escritoras gallegas Yolanda Novo y María do Cebreiro, en 2008 publicaron un libro sobre el bolero cubano en voces femeninas y le pusieron Te seguirá mi canción del alma, título tomado de En nosotros, cuyo primer párrafo dice: "Cuando te vayas de mí muy quedo, te seguirá mi canción del alma".

En el capítulo que le dedicaron escribieron: "Como autora de boleros y canciones, Tania Castellanos participó plenamente del espíritu del fílin. Tanto en su Canto a La Habana, donde celebra la belleza del malecón, como en sus apelaciones al amado (En nosotros, Recordaré tu boca), resuena un fondo de elegante melancolía que hace pensar en la sutileza del 'cool jazz'. Una de sus características más destacadas como letrista, que la singulariza frente a otras autoras y de la que hace gala, por ejemplo, en Inmensa melodía, es la reflexión metapoética sobre la intensa participación de la música en el sentimiento amoroso". Y lo ilustraron con una foto de Zoila tal y como la conocí en 1959, a los 39 años, cuando prefería recoger su abundante cabellera negra en un moño alto y delante ponerse un pañuelo doblado y anudado en la parte de atrás.

De no haber fallecido en 1988, el pasado 27 de junio Zoila Castellanos hubiera cumplido 92 años. Tal vez sus nietos en vez del feliz cumpleaños le hubieran cantado Mi Regla, dedicada al pueblo donde nació en 1920. No sé si le hubiera gustado haber vivido tanto tiempo, pero estoy segura que hubiera sido una anciana jodedora, campechana y risueña. Aunque en esa foto ni siquiera se sonrió. Sin embargo mi padre, un tipo con fama de serio y flemático, salió riéndose. Cosas de la vida.

Postdata.- Después de redactado el trabajo, le envié una copia a Armando López, periodista radicado en Nueva York, una autoridad en materia musical y gran conocedor del mundo artístico cubano, antes y después de la llegada al poder de los barbudos. Vale la pena publicar su respuesta: Querida Tania, conocí bien a Zoila, fuimos amigos. Era una buena persona. Cuando estuvo en los Autores Musicales, la oficina estaba en la calle O, en el antiguo edificio de la Esso Standard Oil, tiró muchos cabos. Sé que facilitó la salida del país de Ela O'Farril, y que le dieran permiso a Meme Solís para trabajar en el cabaré de Guanabo. Ya retirada, pocos se acordaban de ella y de cuanto había dado a esa revolución. En sus ultimos años almozaba con nosotros en el comedor del Instituto de la Demanda Interna. ¿Sabías que muchas de sus letras las hizo en colaboración con Lázaro? Un abrazo, desde los newyores, Armando López.

Tania Quintero

Leer también: Harry Potter y la revolución escatimada, extenso testimonio de cuando entre 1959-61 trabajé como mecanógrafa en el comité nacional del Partido Socialista Popular. En cinco partes lo publiqué en junio de 2009 en este blog. En la cuarta parte escribí sobre Lázaro Peña y Zoila Castellanos.

sábado, 7 de julio de 2012

Colonizar a la disidencia


El término, redondo y exacto, se lo escuché una tarde de calor bochornoso al mejor periodista independiente de Cuba, Luis Cino Álvarez, mientras fumaba cigarrillos como un poseso y tomaba café ligado con chícharos de un viejo termo.

Lleva razón Cino. El proceder errático, en apariencia, de los servicios secretos y las estrategias diseñadas por generales y coroneles transformados a conveniencia en empresarios e ingenieros sociales, para tomar de rehén a la disidencia cubana, deja pistas sutiles y un mensaje que provoca más miedo que esperanzas.

Ya queda claro que en Cuba en estos momentos existen dos tipos de oposición. Las dos invisibles en los medios oficiales de la isla.

Pero mientras algunos opositores y periodistas libres hacemos la labor sin recibir golpes de kárate, actos de repudio de una manada enardecida de energúmenos al compás de cánticos pidiendo una degollina de machetes, otros sufren reiteradamente acoso y violencia. Agredidos con cadenas y palos, los han convertido en 'huéspedes' temporales de calabozos y celdas tapiadas.

Con el objetivo de tomar por asalto y domesticar a la oposición, sin el barullo del fuego cruzado, el régimen cubano ha puesto en marcha una concepción sofisticada. Lo peor no es la vieja treta castrista de dividir y debilitar a tu enemigo.

No. Lo infame es el silencio de muchos de nosotros, disidentes, periodistas independientes o blogueros, ante las tropelías sufridas por un sector dentro de la oposición. Cada persona que decidió tomar el difícil camino de la lucha por una Cuba democrática no debiese silenciar los sucesos que acontecen en ese otro lado del bando también contestatario.

Ahora mismo, dos mujeres y un hombre, en cárceles de máxima seguridad esperan ser sentenciados a largos años por sus protestas callejeras contra la autocracia de los hermanos Castro.

Se llaman Sonia Garro Alfonso, Niurka Luque Álvarez y Ramón Alejandro Muñoz González, esposo de Sonia. Los tres, de la raza negra, son activistas de barricada. De los que salen a la vía pública a exigir respeto por los derechos humanos. Esa atrevida opción, utilizada por valientes opositores que juegan al duro, como Antúnez, José Daniel Ferrer y Sara Marta Fonseca, entre otros, saca a flote la verdadera esencia represiva del régimen.

Sabe el General Raúl Castro que otros procesos de corte marxista fueron revertidos por marchas multitudinarias incentivadas por sectores disidentes. Esos brotes de desobediencia civil son los que pudieran desencadenar la chispa y sumar a miles de cubanos indignados, frustrados por sus vidas precarias y con un futuro entre signos de interrogación.

No cuestiono el poder de convocatoria de cada grupo o persona. Todos juegan su rol. Desde las crónicas y editoriales de los periodistas independientes que escriben en Primavera Digital, los twitters de la bloguera Yoani Sánchez, los debates y videos de Estado de Sats o los artículos de Eliécer Ávila.

Pero no sólo se debe beber de la experiencia, si no también respetar a los opositores más veteranos, como Martha Beatriz Roque Cabello, Oswaldo Payá Sardiñas y muchos más, algunos ya fallecidos, como Mario Chanes de Armas, Gustavo y Sebastián Arcos Bergnes y Adolfo Rivero Caro, quienes en décadas pasadas, cuando el régimen era aún más intolerante, violento y represivo, sufrieron toda clase de vejaciones y casi todos pasaron varios años encarcelados, por reclamar lo mismo que ahora nosotros exigimos.

No es necesario ponerse de acuerdo o intentar superar las desavenencias de criterios y métodos. Solamente se debe hacer frente común en una causa: el adversario es uno solo. El gobierno de Raúl y Fidel Castro.

La mayoría de los opositores pacíficos coincide en ese punto. Igualmente debiéramos unir nuestras voces para pedir la libertad de cualquier disidente.

Sea por la causa que sea. Tengan el curriculum, color de piel o nivel cultural que tengan. Puede que no escriban párrafos virtuosos ni tengan una oratoria brillante. Apartemos a un lado la soberbia intelectual. Todos son necesarios en esta lucha.

No dejemos a Sonia Garro, Niurka Luque y Ramón Alejandro Muñoz desamparados ante la parcializada y brutal maquinaria jurídica de los Castro.

No permitamos que el gobierno colonice a la disidencia. Obliguemos al régimen a abrir los candados chinos de las celdas de Sonia, Niurka y Ramón. Movilicemos a la opinión pública nacional e internacional.

Cada uno de nosotros posee un arma formidable. Ya sea un blog, acceso a medios internacionales, una página web o un diario digital que publica nuestros escritos. Entonces, disparemos con ella.

Iván García

Foto: Antúnez (Jorge Luis García Pérez), uno de los más combativos disidentes cubanos, autor del blog Ni me callo, ni me voy.