sábado, 18 de agosto de 2012

Ladrones y jineteras pueden aumentar con el desempleo



A río revuelto, ganancia de jineteras y ladrones. Cuando dentro de un año el número de parados supere el millón, las calles habaneras se habrán tornado más peligrosas y la putas baratas estarán a la orden.

Loipa, 24 años, ya desenfunda su arma. Después de una temporada en la cárcel pensó en redimirse. Y comenzó a trabajar como recepcionista en una empresa. Pero ha sido de las primeras en ir al paro.

La única opción que le ofrecieron fue laborar en el campo. Entonces decidió volver al 'oficio' que mejor domina: jinetear. “No creo que la presión policial sea muy rigurosa, estarán ocupados en un sinfín de cosas. Ahora voy ofrecer mis servicios también en moneda nacional, sin dejar las divisas, claro, a ver si pesco algún 'yuma' (extranjero). Será difícil. No hay suficientes turistas para la cantidad de prostitutas en el país, tocamos a tres por 'yuma'”, comenta esta mulata de ojos expresivos y un llamativo lunar debajo de la boca.

La competencia en el mundo de la prostitución es fuerte en Cuba. Existe una legión de adolescentes en edades comprendidas entre 14 y 17 años, aún estudiantes, que en su tiempo libre venden su cuerpo. A bajo precio.

La agobiante situación económica, que dura 21 años y el creciente número de rameras que pululan por las calles, ha provocado que el mercado del placer en la isla esté a la baja. Ya ningún forastero paga más de 30 pesos convertibles (35 dólares) por una noche caliente y movida con una jinetera. Por 70 pesos convertibles (85 dólares) se puede llevar un par de lesbianas a su alcoba.

Cuando se presagia otra vuelta de rosca a las duras condiciones de vida del cubano, no es descabellado pensar que las "trabajadoras del sexo" crecerán en flecha. Igual que el resto de las actividades ilegales. Los rateros también están de fiesta.

En época de crisis y penurias, la delincuencia asoma su oreja. La Habana todavía no es una ciudad donde la violencia sea un problema. Está lejos de ser Caracas o Ciudad Juárez. Pero tanta gente desempleada, sin futuro, y con las billeteras vacías, es un caldo de cultivo ideal para que los malandros prosperen.

El mercado negro se ha secado, y al no poder los vecinos de los barrios pobres, vivir del 'bisne' (negocio) por debajo de la mesa, son pocas las alternativas que les van quedando. Las mujeres, jóvenes o maduras, si tienen buenas nalgas y han crecido en la promiscuidad, quizás se tiren a la calle. No a protestar. A 'buscar el pan' (jinetear).

Varones negros, fuertes y atléticos, podrían empezar a probar fortuna como ‘pingueros’ (putos), donde hasta ahora abundaban hombres blancos y mulatos bien parecidos, gays y travestis. O 'especializarse' en el robo de equipos de música a coches de turismo, o en el 'arte' de arrancar bolsos a visitantes foráneos.

Las noticias son muy malas para las fuerzas policiales. Un montón de personas disgustadas y sin dinero, que pretenden llevar comida a sus casas a como dé lugar y vestir a la moda, es un asunto más serio de lo que parece.

Ya Loipa se puso en forma para empezar a jinetear. Rebajó seis kilos en un gimnasio y está a la caza del primer turista para que le compre dos o tres vestidos, tacones altos y un buen perfume. Eso, de entrada.

Su meta final es la de toda jinetera. Casarse con un extranjero con varias tarjetas de crédito en el bolsillo. La esperanza de Loipa es que el Congreso de Estados Unidos acabe de derogar las prohibiciones de viajes a Cuba.

“Si esto ocurre, me voy a 'hacer el santo'. Pero lo que quiero es que acaban de venir los gringos. Con las piernas abiertas los estoy esperando”, dice risueña.

Como Loipa, miles de cubanos rezan porque esa medida se venga abajo. Los americanos son vistos como una tabla de salvación. Y no sólo por las putas. También por el gobierno de los Castro.

Iván García

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