viernes, 25 de enero de 2013

El albergue de 11 y 24



Hace tres décadas, tal vez más, la posada o motel para parejas, en 11 y 24, en la barriada del Vedado, estaba entre los mejores de La Habana.

Joel, 57 años, recuerda las habitaciones con aire acondicionado y neveras cargadas de cervezas. Fue en esa posada donde por vez primera hizo el amor con su esposa.

Ha llovido bastante. Y la vida con sus giros enigmáticos, los ha traído de vuelta a 11 y 24. Ahora en condición de albergados. En Cuba, ser albergado es habitar en el último escalón de la pobreza.

Cuando usted pierde su domicilio debido a un derrumbe o por haber sido declarado inhabitable por los funcionarios del Instituto de la Vivienda, la opción es residir hacinado en un albergue estatal.

“Es lo más cercano a una prisión. La gente llega engañada a los albergues. Las autoridades te dicen que en 5 años, a lo sumo, te darán una casa nueva. Hay familias aquí que llevan 20 años. Vivimos crispados y frustrados. Ya nos cansamos de reclamar una morada”, cuenta Joel en su estrecha habitación de paredes enmohecidas.

En esta ex posada del Vedado actualmente residen más de 20 núcleos familiares. El que menos tiempo lleva, lleva diez años.

Josefina también reside en el antiguo motel. Desde hace 12 años habita en un cuarto mínimo, donde cinco personas duermen en dos camas junto a un baño muy pequeño con fuerte olor a orine y una sábana sucia repleta de parches que hace las veces de puerta.


La cocina y el refrigerador junto a las camas sirven de división.

El patio común, donde tienden sus ropas, está inundado de aguas albañales. En las noches calurosas, los albergados se sientan en pedazos de ladrillos o descoloridas sillas plegables a conversar después de la comida.

Josefina nos cuenta que ella fue a parar al albergue por el derrumbe de su casa, en la calle H entre 9 y 11, Vedado, frente al Hospital Maternidad de Línea. Le prometieron que sería albergada provisionalmente, a la espera de que se le otorgara una vivienda en mejores condiciones. Hasta el sol de hoy.

“A todos los que vivimos aquí les han dicho lo mismo. Ya nadie cree la historia de que el gobierno resolverá nuestros problemas. De esto hace 12 años. Si todavía no lo ha resuelto, no lo hará en el futuro”, dice Josefina.



Y las noticias no son buenas. Según el Instituto de la Vivienda, el fondo habitacional es escaso.

Las lluvias y el mal tiempo todos los años provocan el derrumbe de cientos de casas en la ciudad. El gobierno del General Raúl Castro no tiene una solución para estas familias sin techo propio. Solamente en La Habana, hay dos docenas de albergues. Todos en precario estado constructivo.

Algunas noches, los albergados se sientan a beber ron barato en el patio del antiguo motel. Y a soñar con el día que puedan tener un hogar digno. Pero como marchan las cosas en Cuba, entre crisis económica, despidos laborales, abolición de subsidios y piñatas corporativas de los empresarios militares, Joel piensa que la otrora posada de 11 y 24 será su residencia de por vida.

“Saldré de aquí hacia el Cementerio de Colón, cuando Dios pase a recogerme”, comenta en voz baja y sin esperanza. Por cierto, entre el albergue y la necrópolis la distancia es corta.



Texto y fotos: Iván García y Yuri Valle Roca

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