viernes, 20 de septiembre de 2013

Cuba se inserta en el béisbol profesional


Ha llovido mucho desde que en 1960 un iracundo Fidel Castro desautorizara a una novena cubana a participar en la Serie del Caribe. Luego, progresivamente, se desmanteló todo el entramado de la liga de invierno local.

En 1960 el capitán del Ejército Rebelde Felipe Matos organizaba el primer torneo amateur, conformado por seis novenas. Ya para 1962, mediante la resolución 83-A del instituto cubano del deporte (INDER), se abolió la práctica del béisbol profesional en Cuba.

Vestido con su casaca verde olivo y unos toscos espejuelos con armadura negra, el barbudo inauguró la primera Serie Nacional amateurs con 4 equipos. Fumando un tabaco torcido de Vueltabajo declaró a los medios: “Hoy es un gran día, es el triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava”.

Fue una larga travesía por el desierto. En estos 54 años se borró de la historiografía beisbolera, o se disminuyó, la gloria de la pelota profesional en Cuba.

Los nacidos después de 1959 apenas teníamos bibliografía que nos contara que antes del cobrero Manuel Alarcón o el recio toletero Agustín Marquetti, existieron jugadores soberbios al guante como Willy Miranda o Héctor Rodríguez.

Bateadores especiales al estilo de Pedro Fomental u Orestes Miñoso. Y lanzadores de talla extra como Adolfo Luque, Camilo Pascual o José de la Caridad Méndez.

En los años 80, aquéllos que como yo estábamos sentados 6 horas en las gradas del Latinoamericano para ver un doble juego de Industriales, que considerábamos el mejor club del mundo (todavía lo sigo pensando), mientras chorreaba el queso de una pizza napolitana, y discutíamos de béisbol gritando como posesos, desconocíamos la historia fabulosa de nuestro béisbol republicano.

Los medios oficiales nos ocultaban que equipos cubanos 7 veces habían triunfado en la Serie del Caribe. Y que un tal Don Martín Dihigo -él solo fue un equipo-, ha sido el mejor pelotero de Cuba.

Toda esa generación nacida después del manicomio castrista, no dudábamos en señalar a Omar Linares como una de las grandes estrellas mundiales del béisbol. Y creíamos que la selección nacional era una novena invencible.

Por ese entonces se topaba con equipos universitarios. O trabajadores de empresas. Aficionados de verdad. De manera clandestina, leyendo crónicas de viejos periódicos y libros prohibidos por la censura oficial, conocimos que había existido un pasado en el béisbol cubano.

El culpable de esa ignorancia beisbolera tiene un nombre: Fidel Castro. Una época donde no había internet y leer prensa extranjera era un delito. Pride of Havana, de Roberto González Echevarría, se pasaba de mano en mano, forrado con una carátula con una foto del comandante. Un amigo, conociendo el valor del libro, jamás me lo devolvió.

El régimen nos estafó el conocimiento. Invisibilizó el pasado.

Les cuento una anécdota. Hace unos días participaba en un programa radial y el ex lanzador de Grandes Ligas, Orlando ‘El Guajiro’ Peña, se puso a discutir conmigo de pelota, para demostrar que mis conocimientos eran limitadísimos, me lanzó una pregunta: “Sabes cuál era el número de Conrado Marrero, Willy Miranda y Luis Tiant”?

No supe contestarle. La emoción de viejos fanáticos -cada vez quedan menos con vida-, cuando te hablan del Almendares, Cienfuegos o Marianao en la etapa republicana, o recuerdan el slogan del Habana, ‘la leña roja tarda pero llega’, me aportan conocimientos esenciales sobre lo que considero el mejor deporte del mundo. Cada partido dura de tres a cuatro horas. Y te permite hablar de estadísticas y boberías, olvidando las penurias cotidianas que vivimos.

Cuba vuelve al béisbol rentado. Tres peloteros cubanos, Michel Enríquez, Alfredo Despaigne y Yordanis Samón recibieron permiso del régimen para jugar en la liga de verano de México. Está por ver si el gobierno no los explota, cobrando la mayor parte de sus salarios.

Es cierto que ese torneo mexicano no es de mucha calidad. Anda de capa caída. Con estadios vacíos y peloteros que ya son descarte. Pero tiene categoría Triple A. Según una fuente dentro de la Federación Cubana de Béisbol constituye un escalón.

“Cuando el embargo sea historia antigua, las autoridades piensan negociar directamente con los dueños de equipos en Grandes Ligas”, me dijo. También adelanto a Diario de Cuba que es solo el comienzo.

Entre 15 y 20 peloteros podrían ser autorizados a jugar en Japón y Corea del Sur el próximo año. Según el directivo, algunos jugarían en México después de tomar parte en la Serie Nacional.

Otros, más experimentados, jugarían en ligas invernales en el Caribe. Se espera con ansiedad el regreso de un equipo cubano a la Serie del Caribe. Un torneo que vive horas bajas, pero con una maravillosa historia y donde Cuba ha sido parte fundamental.

Definitivamente, la isla parece insertarse en el béisbol profesional. Faltan cosas. Elecciones libres, multipartidismo, libertad de expresión y democracia real. Pero ésa es otra historia.

Iván García

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