lunes, 23 de diciembre de 2013

Navidad y "diversionismo ideológico"




La primera vez que Juan Carlos, 43 años, vio un árbol de navidad fue en casa de un alto oficial de la contrainteligencia, donde laboraba como albañil.

“Eso fue hace 19 años. Se vivían los años duros del período especial. La gente no tenía que comer. El aguacate era un lujo y una libra de arroz costaba 60 pesos. Hombres y mujeres se enfermaban por falta de vitaminas y perdían hasta los dientes. Entonces yo era trabajador civil del Ministerio del Interior y nos mandaron a pintar y remodelar la residencia de un gerifalte de la Seguridad. El tipo vivía a todo trapo. Su cocina era más grande que el cuarto del solar donde vivo. Allí fue donde por primera vez vi un árbol de navidad”, cuenta Juan Carlos.

Y no es que los cubanos fuésemos ateos o musulmanes. No. Antes de la autocracia de Fidel Castro, los ricos y pobres que habían en la sociedad celebraban las navidades según su bolsillo.

También el día de reyes y la semana santa. Pero el comandante radical inició una cruzada contra todo aquello que consideraba 'rezagos de la burguesía'. Abrió fuego a la iglesia, al libre pensamiento y la pintura abstracta. Abajo los tres reyes magos. Ahora el rey mago iba vestido de verde olivo.

En 1959, Fidel Castro se subió a bordo de una avioneta y tiró juguetes a niños pobres de la Sierra Maestra que jamás habían tenido uno. De un plumazo, a finales de los 60, eliminó los pequeños negocios y las navidades.

Gustavo, 72 años, jubilado, recuerda: "Solo quedaron en pie las fiestas de fin año, que en lo adelante serían dedicadas a celebrar un nuevo aniversario de la revolución. El pretexto para eliminar las navidades y los carnavales en el mes de febrero, fue que esas celebraciones paralizaban la zafra azucarera. En su delirio, Castro desvió todos los recursos de la nación para intentar producir 10 millones toneladas de azúcar. No fue posible. Y la economía del país pagó tamaña locura".

Al igual que el Estado condenaba abiertamente la religión afrocubana o católica -la única religión autorizada era el castrismo- hasta nuevo aviso se suspendieron las festividades navideñas. Por supuesto, la fe no se puede voltear con decretos.

“Había vecinos que discretamente colocaban arbolitos de navidad en la sala de sus casas. Cerraban las ventanas, para que las lucecitas no las vieran los chivatos de los CDR. Cuando asaban una pierna de cerdo, cuidaban de que el olor no los delatara y con el audio muy bajo, en un tocadiscos escuchaban villancicos", rememora Aida, 69 años, ama de casa.

Fue una larga marcha por el desierto. Hasta las fiestas debían ser autorizadas por el Estado. El gobierno intentaba administrar cada detalle de tu vida.

Para no señalarte de 'contrarrevolucionario', tenías que participar en mítines y marchas gubernamentales. Si deseabas aspirar a una vivienda, un televisor ruso o un reloj despertador, debías enumerar tus méritos laborales y hazañas revolucionarias.

Lograbas puntos a favor si habías tomado parte en las guerras civiles de Angola o Etiopía, eras miliciano o acumulabas una buena cantidad de horas extras en trabajo voluntario. Y eras capaz de repetir trechos de los discursos del máximo líder.

Si tenías una Biblia, asistías a la iglesia, recibías cartas de tu familia en Miami, escuchabas a los Beatles o Led Zeppelin y te gustaban los vaqueros Levi's, no clasificabas para comprarte un refrigerador Inpud o una moto Karpaty de dos velocidades.

Si un vecino envidioso o extremista informaba a los servicios especiales que celebrabas las navidades y dabas juguetes a tus hijos el 6 de enero, día de los reyes magos, te tachaban de 'no confiable'.

Pero para mantenerse en el poder, Fidel Castro tuvo que hacer unas cuantas piruetas ideológicas. En Europa, el muro de Berlín se vino abajo y desapareció la URSS, la meca del manicomio comunista. Entonces había que asirse a cualquier rama.

El régimen pactó con una mansa iglesia católica y la gente pudo poner detrás de la puerta sus resguardos de la santería. En diciembre de 1997, por la visita del Papa Juan Pablo II, volvieron las navidades.

Aunque la nomenclatura oficial nunca dejó de celebrarlas. Con lechón asado, turrones y vinos.

Ellos siempre se han considerado diferentes.

Iván García
Foto: Portada del número extraordinario que con una criolla imagen de Navidad publicó la revista Carteles en diciembre de 1959.

1 comentario:

  1. La Dra. Hilda Molina, exiliada cubana que un buen día le dijo "NO" al castrismo, devolvió medallas y honores revolucionarios y vive libre en Argentina, aunque muchos compatriotas llenos de rencor aún no le perdonan haberse equivoicado y colaborado, al principio, con la Revolución, publicó este Mensaje Navideño en su patria de adopción, que mucho tiene que ver con este artículo: http://www.cronista.com/opinion/-Mi-mensajeNavideo-20131224-0066.html

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