miércoles, 22 de enero de 2014

No quiero cargar con espejismos


Si no fuese absurdo envidiar la ignorancia, la candidez extrema o lo que es peor, el intento cómplice de manipular y desinformar, quisiera llenarme del optimismo que respecto a la actualidad cubana muestran muchos corresponsales extranjeros acreditados en La Habana.

Quisiera, como ellos, poder escribir historias de cuentapropistas exitosos, de prósperos dueños de paladares con muchas mesas y anécdotas de famosos que han sido sus comensales; de cubanos que pasan sus vacaciones en Varadero; de compatriotas que viran al revés el curso de las remesas y mantienen a sus familiares en Miami o Madrid; de cooperativistas y arrendatarios que le ganan la pelea al marabú y a los burócratas del Ministerio de Agricultura; de dirigentes que cambian de mentalidad, de intelectuales que empujan para levantar el techo de la censura, de periodistas oficialistas que se destraban las lenguas y empiezan a llamar a los males de nuestra sociedad por su nombre y se atreven a señalar hacia donde recaen las responsabilidades.

Pero no puedo. Las historias que conozco son las de carretilleros que para vender viandas y frutas tienen que moverse por los barrios sin parar, como derviches giratorios; de propietarios de timbiriches agobiados por regulaciones absurdas, multas e inspectores chantajistas y que están a punto de devolver sus licencias, porque la ganancia apenas le da para tirar a diario; de ancianos menesterosos que sueñan con la muerte; de borrachos con el hígado cocinado por un alcohol que lo mismo puede ser de madera que de reverbero, qué más da; de gentes que decían estar dispuestas a dar la vida por la revolución y que hoy no quieren dar su brazo a torcer y reconocer que no sirvieron de nada sus sacrificios; de corruptos y demagogos que no cambian de mentalidad, qué van a hacerlo, sino que mudan la piel según las circunstancias, como los camaleones; de padres que tienen que cerrar los ojos y tragar en seco para aceptar que su hija adolescente putea para poder tener lo que ellos no pueden darle; de hombres que trabajaron duro todas sus vidas, que no saben hacer otra cosa que trabajar, y que tuvieron que aprender a robar al estado porque lo que les pagan no les alcanza para malcomer; de muchachos que pudieron tener otra vida, pero que luego de pasar por las cárceles porque les aplicaron la ley de peligrosidad social porque no tenían empleo porque no lo había o porque al jefe de sector de la policía le vino en ganas aplicársela, porque el “chiquito ese” le caía mal, ya no tienen otro camino que la delincuencia; de policías abusadores que parecen chulos; de las parejas que no quieren tener hijos “hasta que esto mejore”; de los derrumbes, la peste en las calles llenas de baches, basura y agua sucia; las enfermedades que las autoridades se niegan a aceptar; de los hospitales que dan grima; del vacío en la mirada de los que nada esperan; de las familias fracturadas, que prefieren las remesas y la pacotilla por encima de la separación; de los jóvenes que solo aspiran a huir de su país; de las Damas de Blanco reprimidas, de las largas condenas de prisión que les quieren imponer a Sonia Garro y Ramón Muñoz por acusaciones ridículas que todos sabemos que están movidas por un afán de venganza enfermizo contra dos opositores que no transan y que para colmo, son negros…

Cuba dice, que ahora es una sección del NTV, me dice mucho menos de lo que ya sabemos. Y a casi todos los cubanos les pasa lo mismo, pero prefieren creer en espejismos. Para no reventar. Poco aporta que la gente haga catarsis si sabe que no van a haber soluciones, porque no puede haberlas, al menos así, a la manera de los autores del desastre.

No quiero cargar con espejismos. Discúlpenme si resulto un aguafiestas para los que quieren llenarse de optimismo con ciertos reportes de la prensa extranjera acreditada en la Habana. Con no leerme tienen suficiente. ¡Qué se le va a hacer!

Luis Cino
Blog Círculo Cínico, 9 de octubre de 2013.
Foto: Juan Antonio Madrazo. Uno de los tantos vagabundos y borrachos que hoy se encuentran por los portales de Galiano, antes de 1959 la calle más chic y comercial de La Habana.

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