lunes, 31 de marzo de 2014

El arte de la simulación


Fingir, mentir o aprobar disposiciones y normas con las cuales no se está de acuerdo es una práctica común entre los cubanos de la isla.

Les presento a Olga Lidia, (nombre ficticio), una funcionaria de rango medio del partido comunista en un municipio habanero. Sus capacidades histriónicas no tienen nada que envidiarle a Meryl Streep.

“Desde niño, en Cuba se aprende a simular y decir frases hechas. Quienes desde la escuela primaria demuestren más lealtad a los líderes de la revolución y más pasión pongan en su oratoria, se destacan en las organizaciones estudiantiles. Después recibes el carnet de la unión de jóvenes comunistas. Más adelante te enrolan en el partido. No es obligatorio, lo puedes tomar o dejar, pero si tienes ambiciones políticas y quieres que tu vida cambie en el aspecto material, debes involucrarte en las estructuras existentes”, confiesa Olga Lidia.

Casi todos los funcionarios del Partido Comunista en Cuba están cortados por la misma tijera. Sus poses y discursos son idénticos: citar a Fidel Castro y a Raúl, evocar a Martí, condenar el 'bloqueo', el imperialismo yanqui y recordar al difunto Hugo Chávez. Vestir guayaberas blancas, estar siempre circunspectos -es raro que un funcionario sonría de manera distendida en un acto público- forma parte del decálogo de los mandarines cubanos.

“En nuestras casas nos comportamos como personas normales. Vemos telenovelas, bailamos y tomamos cerveza. No todos los cuadros (funcionarios) creen en el sistema, hay mucha desilusión. Algunos piensan que los cambios deben ser más radicales y abarcar el plano político. Pero donde manda general no manda soldado. Las orientaciones vienen de arriba. Los de abajo debemos cumplirlas y convencer al resto de la población. Uno se convierte en un descreído. Un cínico. Sí, me importa el futuro de mi país, pero te aseguro que los funcionarios del partido están más vigilados que cualquier disidente. Romper con todo eso no es fácil. Entonces todo se convierte en una espiral de apariencias”, señala Olga Lidia.

Si un sector de la membresía del Partido Comunista, como Olga Lidia, predican una causa en la cual no creen, muchos se preguntan por qué una fracción amplia de cubanos de a pie siguen aparentando apoyo al régimen.

Carlos, sociólogo, cree que las sociedades autocráticas, donde están ausentes reglas democráticas, son un caldo de cultivo ideal para imponer comportamientos que se convierten en reflejos condicionados.

“A partir de 1959, mientras se derribaba todo el entramado de instituciones democráticas en Cuba, paulatinamente se erigió un caudillismo vertical. Desde los cuadernos escolares hasta la prensa nacional nos decían: Fidel es excepcional, no se equivoca. Luego está el miedo. La sociedad se edificó de una forma que cualquier ascenso social o material dependía de la lealtad al régimen", subraya Carlos.

Ha llovido mucho desde entonces. La gente ha ido perdiendo una parte de ese temor. Y vemos cómo en las calles se critica el estado de cosas y a los líderes. "Pero aún quedan vestigios de fingimiento. Y de manera automática, van a votar en elecciones que poco le resuelven, levantan la mano aprobando un código de trabajo que no les ofrece garantías o asisten a un acto de repudio a un opositor como si fuesea a una bachata”, acota el sociólogo.

Norma, empleada, tiene a casi toda su familia en Estados Unidos. Los dólares que recibe hacen su vida más llevadera. Así y todo, siente que las cosas están cambiando para peor y el futuro de sus hijos lo ve en otro país. Sin embargo, cuando los directivos de su centro de trabajo han necesitado personas para acosar con gritos e improperios a las Damas Blanco, ella asiste.

“Voy por miedo. Piensas que si no asistes te ‘marcas’ y te puede traer problemas. La mayoría de los que movilizados a los actos de repudio no creemos en la revolución ni en sus dirigentes. Pero vamos, no sé cómo explicarlo”, comenta Norma.

Simplemente es una combinación letal de apariencias y temores que abarca a una capa amplia de la sociedad cubana. Romper con esas ataduras resulta complejo. Algunos lo logran.

Mario, técnico medio, hace tiempo que dejo atrás los compromisos políticos con el régimen. “No puedes imaginarte lo bien que uno se siente cuando actúa por su propia cabeza. Todos los días, cuando me afeito, le doy gracias a Dios por sentirme y actuar como un hombre libre”, dice.

Pero todavía millones de cubanos se lo piensan antes de dar ese paso. Optan por la simulación.

Iván García
Foto: 2011. En un mitin de repudio contra las Damas de Blanco, una de las mujeres movilizadas por el régimen intenta simular tanto que se transforma en una payasa o enajenada mental. Mientras la difunta Laura Pollán, Berta Soler y otras damas la miran atónitas, un joven, otro gran simulador, abiertamente se ríe de la payasada. Tomada del blog Buenavista Cuba.

viernes, 28 de marzo de 2014

Las "mulas", una economía sumergida



En un cuaderno, Romelio detalladamente anota los encargos que varios clientes le han hecho para su próximo viaje. Desde teléfonos inteligentes, tabletas, laptops, televisores de pantalla plana y videojuegos hasta ropa exclusiva.

Ya de antemano ha acordado el precio y la marca. A la semana, Romelio regresa con el encargo. En el domicilio de un usuario del municipio Diez de Octubre, acaba de entregar una tele de 42 pulgadas, comprada por 267 dólares en un mercadillo cercano al Canal de Panamá. A su cliente habanero se lo vende en 550 pesos convertibles, poco más de 600 dólares.

“En cada viaje traigo tres televisores, igual número de videojuegos y hasta diez móviles inteligentes. Trabajo en una firma y suelo viajar dos veces al mes. Existen disposiciones aduanales sobre la importación de televisores, cocinas y lavadoras. Pero por debajo del tapete, cuando usted le pasa un billete de cien dólares al aduanero, el hombre mira hacia otro lado. En un contenedor dispongo de un metro cuadrado para traer cosas. Por ese espacio pago 250 pesos, 10 cuc, una vez al año. Importo de acuerdo a las necesidades de mis clientes: electrodomésticos, luces led, pisos de cerámica. Hacer de ‘mula’ me reporta en cada viaje, descontando los pagos aduanales y sobornos, dos mil cuc limpios de polvo y paja”, cuenta Romelio.

No solo decenas de cubanoamericanos residentes en la Florida se dedican a trasegar con pacotilla textil o industrial. Empresarios, compradores, intelectuales, médicos, pilotos y azafatas, entre otros ciudadanos cubanos, se dedican de manera ilegal a la importación de artículos por encargo.

A pesar de pagar elevados gravámenes aduanales, el negocio deja beneficios suculentos. Yanelis, aeromoza, además de servir tragos y emparedados a los pasajeros de Cubana de Aviación, desde hace seis años se dedica a importar electrodomésticos, ropa y cosméticos de calidad. “Con el dinero que he ganado monté una paladar, me compré un piso en el Vedado y pude arreglarle la casa y mi madre y mis hermanos”.

A ninguna de estas dos ‘mulas’, les preocupa las nuevas prohibiciones a los trabajadores particulares que venden prendas de vestir y artículos de ferretería. Mientras el Estado mantenga precios exagerados en sus mercancías siempre habrá terreno fértil para el negocio.

Pablo, economista, opina que debido a la habitual escasez y sobre todo los altísimos impuestos de circulación -entre 240 y 400%- con los cuales el gobierno grava las mercancías ofertadas en moneda dura, siempre habrá importación de contrabando.

“Calculo que las ‘mulas’ de la isla, los cubanos que viven en Estados Unidos, Europa o América Latina, y los cooperantes que laboran en el extranjero, mueven de 3 a 4 mil millones de dólares anuales en mercancías. Las ‘mulas’ son una especie de ratones, constantes y laboriosos, que van desarticulando el embargo y los abusos comerciales que practican las autoridades cubanas”, argumenta el economista.

Osniel, dueño de un negocio de dulces, le compró a Romelio un televisor de pantalla plana para regalarle a su esposa. Según Osniel, “muchos dueños de cafeterías, bares y paladares adquirimos luces led, televisores y bebidas mediante las ‘mulas’, ya sean de Miami o cubanos que trabajan en empresas. El precio entre unas ‘mulas’ y otras no varía demasiado. Y por supuesto, siempre es más barato que el Estado”.

Luego de dejar el televisor en casa de Osniel, Romelio revisa su cuaderno. Mira el reloj. “Aún debo hacer siete entregas más. Dos televisores, un videojuego y cuatro Samsung Galaxy. Para salir de la rutina, iré una semana a Varadero con mi familia”.

Y es que en Cuba, al igual que las monedas, desde hace 55 años, cohabitan dos economías. La estatal, improductiva y mal remunerada. Y la sumergida, donde usted por catálogo puede adquirir artículos Made in USA.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Negocios golondrina



Arturo y su esposa ya reunieron el dinero suficiente para comprar cinco boletos de avión con destino a Miami. Hace tres años abrieron una cafetería en una céntrica avenida habanera donde vendían sandwiches, arroz frito y costillas de cerdo.

“Desde hace tiempo, mi esposa, nuestros tres hijos y yo deseamos marcharnos a Estados Unidos. Mi madre vive hace 25 años en Orlando y es pensionada. Entonces decidimos abrir un negocio de comida rápida con una parte del dinero procedente de la venta de un auto”, cuenta Arturo.

Después viene el segundo capítulo del culebrón. “Cuando intentas emigrar con toda la familia debes tener dos o tres alternativas. Si la reunificación familiar se dilata, exploraremos otras posibilidades. Una visa de turista a un tercer país desde donde se pueda ingresar a Estados Unidos o un contrato de trabajo en África o Perú. En ese caso, viajaría yo solo. De momento, la buena noticia es que ya tenemos el dinero suficiente no solo para los pasajes de avión, también algunos miles de dólares para eventualidades durante los primeros meses de emigración”, señala Arturo.

Arturo no es el único. Innumerables negocios familiares se fundaron en La Habana con el objetivo de obtener dinero para una futura emigración. En 2011, Eduardo abrió una pizzería en la Calzada de 10 de octubre. Dos años después, bajo el acápite de reunificación familiar fue aprobado por el consulado estadounidense en Cuba.

Su hermano Oscar heredó el negocio. “La estrategia es la misma. Cuando mi hermano obtenga la residencia allá, me reclama a mí y mi familia. Para esa fecha, ya habré reunido tres mil o cuatro mil dólares que me permitan costear los trámites y el billete aéreo”. Yosbel, dueño de un bar de tapas, también con planes de marcharse de Cuba, con las ganancias obtenidas compra dólares en el mercado negro.

“Mi sueño es abrir un bar gogó en Miami. Las cosas me van bien, pero los giros radicales típicos del gobierno cubano, nos tiene muy nerviosos a todos los trabajadores por cuenta propia. Con parte de las ganancias compro dólares a 90 centavos de pesos convertibles, aprovechando que valen más barato que el chavito”, apunta Yosbel.

Según Reinier, taxista particular, "los negocios han sido una vía importante para ahorrar dinero y pagar los trámites y gastos de viaje. Así le quitan presión a sus parientes en la otra orilla. Conozco personas que antes de marcharse al extranjero, dejan activos sus negocios y pueden seguir teniendo dinero si las cosas no marchan bien afuera”.

Las nuevas regulaciones migratorias aprobadas en enero de 2013, que permite a los cubanos estar dos años fuera del territorio nacional sin perder sus derechos, ha provocado que algunos emprendedores se decidan a probar suerte en el extranjero sin quemar sus naves en la isla.

“Próximamente viajaré a Italia, donde tengo una novia. Si me va bien me quedo. Si no, regreso a La Habana, a seguir vendiendo tartaletas y pasteles”, confiesa Osniel, dueño de una dulcería.

Carlos, sociólogo, ve con preocupación que haya particulares a quienes no les interesa desarrollarse en su patria. “Son negocios golondrinas. Una manera exprés de hacer dinero para viajar. El régimen se refocila con su discurso optimista, pero mucha gente, sobre todo joven, desea marcharse de Cuba”.

Mientras Castro II habla de socialismo y de aplicar creativamente el marxismo, miles de cubanos siguen apostando por un futuro lejos de su tierra. Cualquier cosa vale. Sea una balsa o montar un negocio para pagarse el billete aéreo.

Iván García
Foto: Tomada de PMnews.

lunes, 24 de marzo de 2014

De las panaderías y dulcerías habaneras



Muy cerca de la Calzada de Luyanó, en el número 1008 de la Calzada de Concha, quedaba la antigua panadería San Agustín, de Pérez González y Cía. En los altos vivía Georgina Alayeto Vivanco, la cubana que mejor gusto tenía en el barrio.

Muchas amigas mías compraban en la panaderia Biki, pero aunque estaba en Luyanó 728, yo nunca fui. Alguien había inventado un pan azucarado, que le llamaban Pan de Gloria: la fábrica de hacer pan se llamaba La Gloria.

Si subías por la calle Porvenir, después del Bar Cangrejito, estaba El Bombero, donde la gente usualmente compraba pan allí. Cerca de los cines Dora y Moderno, en la Calzada de 10 de Octubre No. 402, quedaba Toyo, una panadería de máxima calidad. Recuerdo que en 1977 (parece ridículo, pero es verdad), trabajaba un pastelero francés que moldeó unos adornos para los cakes de mis hijos.

En Navidad, la Ward, en Santa Catalina y Primelles, vendía unos caramelos en forma de bastón que eran riquísimos. Sabían a menta y tenían un toque de fresa. En la Ward hacían un cake pequeño de chocolate sabroso y barato.

El mejor pan para bocaditos era el de Los Pinos Nuevos, en Céspedes No. 43, Bejucal. Siempre que el autobus subía por la calle San Lázaro, se veía la panadería La Candeal (el abuelo Juan Cruz fue atropellado allí). Recuerdo también la Antigua Chiquita y el elegante Carmelo, obra e ingenio de Mosquera y Pérez, en Calzada 557 esquina a C, Vedado.

Mis galletas de sal preferidas eran las galletas Gilda y las dulces, rellenas de crema de chocolate y vainilla, las Siré. En Aguilera No. 6 vivía un señor que trabajaba en la fábrica Siré, tenía un solo hijo.

Alaska quedaba en Teniente Rey esquina a Mercaderes, en la Habana Vieja. El Siglo XX, en Neptuno y Belascoaín, eran los campeones.

Pero mi panadería y dulcería preferida era La Gran Vía, en la calle Santos Suárez 118 entre San Benigno y San Indalecio, cerca del Colegio Nuestra Señora del Pilar. Los cakes eran sabrosos, con adornos magistralmente elaborados. Riquísimos los bocaditos y pastelitos. A pesar de la hambruna y los problemas nacionales, La Gran Vía continuó vendiendo sus cakes de nata.

Me queda la fábrica La Estrella. Su chocolate era de primerísima calidad. Muchas escuelas llevaban a sus alumnos a visita el lugar en la Semana del Niño. Siempre te ibas con las manos llenas de regalos.

Conchita Bouza
Blog Luyanó Cuba, diciembre de 2008.
Foto: La fábrica de chocolate La Estrella antes de 1959. Tomada del pic.twitter de Yusnaby Pérez. Ver fotos tomadas en 2009.

viernes, 21 de marzo de 2014

Entre Toyo y la Virgen del Camino



La Esquina de Toyo, en la antigua Calzada de Jesús del Monte, donde nace el ramal que es la Calzada de Luyanó, se hizo célebre por el bodegón, la panadería y la dulcería, todos con el mismo nombre y alta calidad en sus ofertas. En el lugar también existían el cine Moderno, la oncena estación de policía y algunas pequeñas tiendas, de las llamadas de "polacos".

La Calzada de Luyanó comienza precisamente en Toyo y termina en el Puente Alcoy. Donde comienza, era estrecha y de dos vías, con el café El Cuchillo como primer inmueble, en los altos del cual residía el sargento Fulgencio Batista cuando los sucesos del 4 de septiembre de 1933. También había otros comercios y los cines Dora y Atlas, hasta llegar a la calle Fábrica, su punto más elevado, donde se ensanchaba y comenzaba a descender con parterres y árboles a ambos lados, que en los años 50 fueron eliminados, al reconstruirse totalmente y ampliarse a cuatro vías.

Entonces, a la derecha se encontraba el bodegón Hijas de Galicia, con venta de frutas frescas en estantes piramidales de madera en sus portales, y detrás, el gran centro hospitalario mutualista del mismo nombre, entre las calles Regla y Remedios.

Después, en la curva, la Casa de Socorros, y más allá, en la acera opuesta, el cine Luyanó, con su techo de tejas metálicas curvas, semejando una gran concha alargada. Ya en la intersección de Concha y Luyanó, los cuatro bodegones, uno en cada esquina, y el cine Norma.

A continuación venía el crucero del ferrocarril, justo al comienzo de la Avenida de Porvenir, con sus barreras y luces rojas intermitentes, que detenían el tráfico y obligaban a una larga espera, mientras pasaban interminables vagones arrastrados por las locomotoras.

Más allá se alzaba la maderera Antonio Pérez, con el intermitente ruido de sus sierras y su peculiar olor a resina, los talleres del ferrocarril y, en la acera opuesta, el bar de alargado mostrador y banquetas tapizadas en vinyl rojo, la agencia de automóviles y la moderna Fundición Luyanó. Todo terminaba en el Puente Alcoy, ensanchado con estribos y barandas sobre el puente colonial original.

En esos años, la Calzada de Luyanó se encontraba totalmente iluminada con luces de mercurio, y la mayoría de sus edificaciones eran de mampostería con techos de placa fundida.

Hoy ya no existe ningún cine: uno desaparecido, dos convertidos en viviendas múltiples, y el otro, sin techo, en una sala de judo. Muchas viviendas se han resentido ante el paso del tiempo sin mantenimientos y, algunas de las que no han desaparecido totalmente, han sufrido adaptaciones improvisadas, para adecuarse al crecimiento familiar.

Los bodegones, la mayoría transformados en verdaderos tugurios gastronómicos estatales, no son ni la sombra de lo que un día fueron, y la mayoría de las tiendas cerraron sus puertas, para convertirse también en improvisados alojamientos. También desparecieron las fábricas y talleres que caracterizaban esta Calzada, pues Luyanó era un barrio mayoritariamente obrero.

La Calzada de Luyanó ha compartido el mismo triste destino de su vecina, la Calzada de Jesús del Monte, acumulando males y tristezas, pues las causas son idénticas, al igual que sus responsables.

Después del puente Alcoy venía la Virgen del Camino, un conjunto de parques, plazoletas y comercios. Recibió su nombre de un bodegón español que se encontraba en la esquina de la Calzada de Güines y Noriega, propiedad de un asturiano que tenía un cuadro con la imagen de una virgen sentada, colocado en lo alto de la estantería de la barra, donde se servían bebidas y licores.

El negocio comprendía restaurante, barra, dulcería y víveres y en sus portales, una vidriera de productos de aseo personal, revelado e impresión de fotografías y venta de billetes de la Lotería Nacional, así como un estanquillo de periódicos y revistas con sillón de limpiabotas, propiedad de un negro grande y afectuoso a quien todos llamaban Cayuco, por la forma alargada de su cabeza calva.

La escultura que se colocó en el estanque del parque, obra de Rita Longa, es una virgen tropicalizada, ajena a la original, aunque mucho más hermosa y sensual.

En la calle Noriega, frente al bodegón, se encontraba la Ferretería de Sobrino y, por la Calzada de Güines, a partir del puente, La Estrella, un comercio que incluía ferretería, restaurante, cafetería y agencia de viajes interprovinciales por ómnibus, algunas tiendas de "polacos" (en realidad emigrantes sirios, libaneses y palestinos), otras agencias, el cabaret Las Catacumbas, con una ambientación y efectos terroríficos que hacían honor a su nombre, y una panadería antigua que fabricaba un magnífico pan.

Cruzando la calle, a continuación de la Ferretería de Sobrino, el tren de lavado de los chinos, más agencias de viajes (Santiago-Habana, La Ranchuelera, Ómnibus Menéndez y La Flecha de Oro), la farmacia de la Doctora Socorrito, el garaje y bar de Chely y el Edificio Alvarado, con su taller de vidrios y espejos en los bajos.

En la acera de enfrente, el colegio público y sus terrenos deportivos en forma de triángulo, a través de cuyas cercas rotas cruzaba desde su casa una célebre prostituta, joven y hermosa, para hacer sus faenas diarias, en viaje de ida y vuelta, en la cabina de alguna de las muchas rastras que transitaban por la Calzada de Güines, rumbo a la Carretera Central.

Así era la Virgen del Camino de los años 50. Su importancia había crecido por ser cruce de caminos hacia Guanabacoa, Regla, San Francisco de Paula y otros pueblos situados al este de la ciudad, y constituir una salida hacia la Carretera Central, motivo por el cual en ella convergían tanto ómnibus locales como municipales e interprovinciales, con su flujo constante de viajeros saliendo y llegando.

Al instalarse la escultura de la nueva virgen en el centro de un estanque, los pasantes adoptaron la costumbre de dejar caer unas monedas en el agua que la rodeaba. El dinero recogido se utilizaba en el mantenimiento de los parques y plazoletas del lugar y en el de sus áreas verdes, con espacios sembrados de flores.

Hoy, con excepción de la virgen y el estanque donde se encuentra situada, todo ha cambiado. Han desaparecido la mayoría de los comercios que le daban vida, después de cierres y múltiples y absurdas transformaciones, y perdido el ambiente característico de punto de tránsito de viajeros, al no existir tampoco ninguna de las agencias que la caracterizaban.

Al igual que la Esquina de Toyo, la Calzada de Luyanó y la Virgen del Camino han visto pasar sus mejores años, principalmente a causa de la desidia acumulada de las autoridades, capaces en un momento de euforia de apropiarse de todo, para después, con el paso del tiempo, dejarlo destruir.

Sin embargo, la tenacidad y la iniciativa de los cubanos, convencidos del fracaso de la gestión estatal, lentamente se abren paso, a pesar de los inconvenientes, persecuciones, prohibiciones y absurdos aún vigentes, apostando por la gestión privada en sus múltiples formas, única manera de devolverlas a la vida.

Fernando Dámaso
Diario de Cuba, 3 de febrero de 2014.
Foto: Alejlio, Panoramio. Calzada de Luyanó en su inicio. La calle al fondo es la Calzada de Diez de Octubre. A la derecha, con las columnas en rojo, la otrora famosa panadería y dulcería Esquina de Toyo.

miércoles, 19 de marzo de 2014

La calzada más extensa



La Calzada de Jesús del Monte, hoy más conocida como Calzada de Diez de Octubre, nace en la Esquina de Tejas como una prolongación de la Calzada de Infanta.

Luego se extiende hasta el Entronque de La Palma, donde se bifurca en la Calzada de Managua y la Calzada de Bejucal, atravesando, enlazando o delimitando en su trazado las barriadas o repartos del Cerro, Santos Suárez, La Víbora, Luyanó, Lawton, Sevillano, Santa Amalia, Apolo, Víbora Park y Barrio Azul. Inmortalizada por el poeta Eliseo Diego, continúa siendo la más extensa de las calzadas de la ciudad.

En la década de los 50, transitada por numerosas rutas de ómnibus y con gran movimiento vehicular, desaparecidos ya los tranvías, así como sus rieles y tendidos eléctricos, la engalanaban salas de cine, tiendas de todo tipo, panaderías, dulcerías, librerías, bodegones, restaurantes, cafeterías, farmacias, joyerías, un importante sanatorio (La Purísima Concepción, conocida como la Quinta de Dependientes), estaciones de policía, y el constante ir y venir por sus portales y aceras de transeúntes y estudiantes de los múltiples colegios establecidos en sus cercanías, que visitaban sus librerías en busca de materiales escolares y de los libros clásicos de la Editorial Thor, que se vendían a bajos precios.

Los cines Florida, Moderno (pared con pared con la oncena estación de policía), Apolo, Tosca, Gran Cinema y Marta (frente a la catorce estación), satisfacían las necesidades de diferentes generaciones de cinéfilos.

La panadería y dulcería de Toyo y el bodegón del mismo nombre, en los bajos del Registro Civil, dieron nombre a una de las esquinas más bulliciosas y activas de La Habana, punto de cruce de los ómnibus que se desviaban hacia la Calzada de Luyanó y de los que continuaban, en una u otra dirección, por la Calzada de Jesús del Monte.

El constante olor del pan recién horneado aportaba su sello distintivo al lugar, al igual que los dulces y pasteles de la dulcería anexa y los magníficos sándwiches del bodegón. En sus portales, el estanquillo de periódicos y revistas donde ocultos tras las publicaciones autorizadas, mostraban parte de sus portadas, como en un guiño, los pequeños cuadernos de textos y fotografías eróticas o pornográficas, impresos en papel de baja calidad por editoriales sin identificación. También, el sillón del limpiabotas.

Unas cuadras antes, cerca de la calle Tamarindo, el tostadero de café con su olor característico impregnaba todos los alrededores, llegando hasta la casa de empeños, la farmacia y la pequeña tienda y fábrica de zapatos de piel en la acera de enfrente, después de la calle Municipio.

A continuación, a derecha e izquierda, una cadena de tiendas hasta llegar a la Loma de la Luz, que todos asociaban con la calzada y la nombraban igual, por la iglesia parroquial de Jesús del Monte existente en ella, y el alto paredón que aún la oculta, hasta desembocar en los múltiples comercios establecidos en el espacio comprendido entre la Loma de Chaple, final de la calle Lacret y comienzo de la Avenida de Dolores.

Cientos de metros más allá, la Avenida de Santa Catalina, también con bodegones, cafeterías y una panadería donde, entre otros tipos de panes, ofertaban un pan gallego conocido como "bonete", así como galletas, palitroques, coscorrones y pasteles de queso, jamón o carne.

En la acera de enfrente, el cine Tosca, al cual acudíamos los niños de más de doce años motivados por las películas francesas e italianas donde se mostraban ligeros desnudos, algo insólito en las cintas norteamericanas que proyectaban los cines del Circuito Carrerá.

Entonces aparecían las residencias de la clase media, más rica y progresista, de amplios portales con columnas hasta alcanzar, siempre cuesta arriba, el Paradero de La Víbora, donde terminaban sus recorridos los tranvías y entraban en la nave de mantenimiento, para iniciar de nuevo sus viajes.

Después, con la desaparición de los tranvías, se convirtió en el Paradero de los Autobuses Modernos, las denominadas "enfermeras", por sus colores blanco y azul. En el lugar, propicio para el comercio, partía la Ruta 38 que iba hasta Batabanó, y había un conglomerado de restaurantes, fondas, cafeterías, puestos de fritas y tiendas, con la hermosa casa con la figura del "negrito del farol", de pantalón azul y camisa roja, en el elevado jardín, frente al Tropicream, uno de los primeros en establecerse en la ciudad, y la plazoleta de la Iglesia de los Pasionistas.

Al lado, la calle que conducía a los Institutos de La Víbora y Edison. Más allá, junto a la línea férrea, donde dejaba y tomaba pasajeros el tren, el mítico Café Colón y, enfrente, la Cremería Santa Beatriz, una moderna planta pasteurizadora de leche.

A continuación, viviendas dispersas, algunas ya con patios traseros, frutales y jardines, como indicando el término de la ciudad abigarrada de casa contra casa y el comienzo del entorno campestre, el cual se extendía hasta el Crucero de La Palma, con su famosa fábrica de hielo, y continuaba por las Calzadas de Managua y de Bejucal. En ese tiempo, a partir de la Avenida de Acosta, la calzada asfaltada era estrecha, con amplios parterres y árboles a ambos lados.

Hoy, desgraciadamente, todos los cines han desaparecido, con excepción del Marta, rebautizado Alegría y convertido en una sala de fiestas, así como las panaderías, dulcerías, restaurantes, bodegones, fondas, librerías, comercios, estanquillos, sillones de limpiabotas y muchas tiendas, convertidos sus locales en viviendas, con adaptaciones arquitectónicas horrendas o de bajo costo, transformando la otrora Calzada de Jesús del Monte en un triste museo de edificaciones venidas a menos, en total deterioro o colapsadas por derrumbes.

Pueden esgrimirse muchas razones para tratar de explicar lo inexplicable, inclusive echar mano del manido argumento del "bloqueo" o embargo norteamericano, pero la única causa real de lo sucedido es la incompetencia manifiesta de las autoridades y del sistema impuesto, tanto para proteger lo creado por generaciones anteriores de cubanos, como para crear algo nuevo y valioso.

La Calzada de Jesús del Monte o de Diez de Octubre, como se le llame, ha tenido el mismo terrible destino de otras calzadas, avenidas y calles de la ciudad de La Habana. Aunque en los últimos meses, con el incremento del trabajo por cuenta propia, en algunos de sus tramos aparecen pequeños comercios particulares, inclusive utilizando locales que un día fueron establecimientos y después se convirtieron en precarias viviendas, aún la inmensa mayoría de las instalaciones importantes se encuentran en manos de improductivas empresas estatales, con incapacidad demostrada para ofrecer servicios de calidad a los ciudadanos.

Tal vez estas instalaciones, si se rentaran o vendieran a particulares, servirían de verdadero acicate para el rápido renacimiento de la otrora importante Calzada, lo cual nunca se logrará con las raquíticas medidas hasta ahora aprobadas, que solo autorizan hacerlo en unos pocos servicios donde existan menos de cinco empleados. Esto significa, a fin de cuentas, continuar apostando a la actividad comercial "bonsái" o "a pellizcos", las que realmente resuelven muy poco.

De todas formas, la Calzada de Jesús del Monte, debido a su importancia como vía de comunicación hacia el sureste de la ciudad, más temprano que tarde, cuando realmente se liberen las fuerzas productivas y los cubanos puedan desarrollar sus iniciativas, volverá a ser lo que era, para entonces ya modernizada y acorde con el tiempo.

Fernando Dámaso
Diario de Cuba, 10 de noviembre de 2013.
Foto: Vista de la Calzada de Jesús del Monte, hoy Diez de Octubre, desde la Loma de la Luz. Tomada del fotorreportaje En la Calzada de Jesús del Monte, de Irina Echarry, publicado en Havana Times.

lunes, 17 de marzo de 2014

Calle Obispo: se mira pero no se toca



Si los izquierdistas de caviar del exterior vieran lo que pueden ver sus ojos en Cuba, y no sólo lo que quieren ver, un paseo por la Habana Vieja les bastaría para descubrir el infranqueable muro clasista que ha levantado el régimen entre ellos mismos y nuestra gente de a pie. Ni siquiera necesitan recorrer todo el casco histórico. Será suficiente con que caminen dos o tres cuadras por Obispo.

A la vez que el más sobresaliente corredor turístico, esta calle es la más populosa de la Isla. En ningún otro sitio convergen de una manera tan masiva y cercana (físicamente) los visitantes foráneos y los cubanos humildes.

Parece obvio que el régimen, mediante su virreinato en la Habana Vieja, se está aprovechando de la historia de Obispo, en tanto arteria comercial muy concurrida, para usarla como vitrina propagandística, destinada a disfrazar el bochornoso gueto que sufren ciudadanos comunes a partir de su estatus de animales de zoológico, que apenas son observados a distancia por los visitantes.

Pero ocurre que aquí también sale a flote la habitual torpeza de nuestros caciques. Ya que siendo el punto de mayor cercanía entre habaneros y visitantes, Obispo ofrece una impar ocasión para comprobar el abismo que les separa.

A lo largo de sus doce cuadras, desde las riberas de la bahía hasta Monserrate, además de ser la calle cubana con mayor número de policías acechantes, es un bulevar comercial único. Sin embargo, casi la totalidad de sus tiendas venden en divisas.

Así que el papel de los habaneros es servir de adorno, otorgarle pintoresquismo al sitio, ir a mirar o a mirar a los que miran, pero sin poder tocar, porque nada está al alcance de sus bolsillos. También, en algunos casos, van con la esperanza de obtener algo de los turistas.

En Obispo hay 39 tiendas, pero ninguna vende en moneda nacional. Hay una docena de restaurantes, de los cuales sólo uno admite el dinero que comúnmente se les paga a los habaneros en sus empleos. Hay decenas de bares, cafeterías, quincallas, kioskos, casi todos dedicados al comercio en “moneda dura”. Apenas quedan unos pocos cuentapropistas y algún que otro timbiriche estatal donde se pueden comprar (en pesos cubanos) comestibles ligeros de pésima calidad.

En la esquina de Habana hay una especie de mercado y comedero para pobres (el único de Obispo), que es un auténtico tugurio, oscuro, sucio, con atmósfera interior de opresiva miseria. En su fachada han escrito una suerte de anuncio que es una burda tomadura de pelo, tanto para sus consumidores como para los turistas: “Ofertas y servicios de excelencia. Todo en moneda nacional”.

Sólo los mendigos y los luchadores del peso para la jama superan el número de policías y turistas en esta calle histórica, que data del siglo XVI, la primera en ser asfaltada en La Habana y también pionera en el alumbrado público.

En el actual número 462, entre Villegas y Aguacate, vivió el ilustre filósofo y presbítero Félix Varela, en un inmueble donde hoy comparten espacio una pequeña biblioteca y un kiosko de souvenirs para turistas. También pernoctaron aquí celebridades como Ernest Hemingway, quien escribió en el hotel Ambos Mundos (Obispo y Mercaderes), parte de su novela Por quién doblas las campanas.

Centro de lo que una vez se llamó el “pequeño Wall Street habanero”, Obispo conserva algunas de sus antiguas sedes, como el actual edificio del Ministerio de Finanzas y Precios, de 1907, considerado el primer “rascacielos” de la ciudad. O aquel donde se inauguró el primer estudio fotográfico de Iberoamérica (No. 257, entre Cuba y Aguiar). Otros inmuebles históricos de esta calle son actualmente museos: numismático, pintura mural, ciencias naturales, orfebrería, y hasta el de los CDR, que es todo un monumento al odio.

Especialmente popular desde el siglo XIX por sus establecimientos comerciales, casas de modas, boutiques, dulcerías, renombradas farmacias, restaurantes, bares, hoteles y cafés, Obispo no ha dejado de ser el sitio más frecuentado por los habaneros. Sólo que hoy, por obra y gracia del virreinato de la Habana Vieja, lejos de ser lo que fue, se ha convertido en la calle de la infamia.

Texto y foto: José Hugo Fernández
Cubanet, 24 de enero de 2014.

viernes, 14 de marzo de 2014

La Timba, villa miseria en la Plaza de la Revolución


Una prueba del desinterés del gobierno cubano hacia su pueblo lo constituye el barrio La Timba, en El Vedado, muy cerca a la Plaza de la Revolución, centro del poder comunista.

La Timba sufre una terrible marginalidad, incluso por encima de otros barrios habaneros. Las ventajas que debiera suponer para una comunidad colindar con el Consejo de Estado y con la Avenida Paseo -vía expedita para el traslado de los jefes de la revolución- no existen para La Timba.

Irónicamente, la pobreza que encierra en sus entrañas es tapiada con planchas de zinc durante las realizaciones de actos conmemorativos y desfiles, a fin de esconderlos de las cámaras.

Los vecinos se quejan de que nada se ha hecho en favor de esta comunidad. Al contrario, varios centros que en el pasado desempeñaban funciones sociales importantes, han sido escindidos al convertirlos en albergues para damnificados, pero no para los propios residentes del barrio, donde muchas casas se caen a pedazos por falta de materiales y recursos.

Ahí están, convertidos en refugios, la otrora posada de las Calles 2 y 31 y la Casa de la Cultura de 37 y Paseo, donde viven hoy más de treinta familias que desde hace años esperan por un hogar.

Desde hace tiempo, la posada dejó de ser una alternativa para las necesidades sexuales de parejas sin hogar, y la Casa de la Cultura vio truncas las clases de danza, ensayo de comparsas y juegos de mesa (dominó) para personas de la tercera edad. Ni qué decir del proyecto socio-cultural contra el alcoholismo que en su día allí tuvo lugar.

Una persona del barrio que desde hace tiempo vive en uno de estos albergues, porque su casa se derrumbó dijo:

-Más allá de promesas que terminaron en alguna pintura para enmascarar, jamás las autoridades del municipio se han preocupado en lo más mínimo por el deterioro de este barrio y mucho menos por la prosperidad de la gente. Mis abuelos y mis padres vivieron aquí antes de 1959, eran trabajadores, no ricos, pero no sufrieron un infortunio tan grande como el que padecemos ahora.

En los últimos años, en este barrio se han incrementado las construcciones de solares o cuarterías, utilizando los más increíbles materiales a que la pobreza obliga, sin que las autoridades brinden algún apoyo.

Solo los militares han sido beneficiados con la construcción de, al menos, dos edificios en esta zona: uno en la esquina de 6 y 39, cercano al Consejo de Estado, compuesto por 32 apartamentos. Pero solo 12 fueron asignados a pobladores de La Timba, a quienes se les había derrumbado el solar. Los otros 20 fueron concedidos a oficiales de la policía.

La otra edificación, de cinco plantas, construida en la esquina de 4 y 35, fue entregada íntegramente a militares de la Dirección de Cárceles y Prisiones del Ministerio del Interior.

Si algún barrio de La Habana tiene razones suficientes para no agradecer nada al poder revolucionario, es La Timba.

Cincuenta y cinco años después de aquella “nacionalización” que se apoderó de todas las bellas edificaciones que rodean el centro de poder de Cuba, La Timba se erige hoy como testigo de la infertilidad del régimen comunista, que nunca ha mirado hacia allí. A pesar de tenerlo tan cerca.

Texto y foto: León Padrón Azcuy
Cubanet, 27 de enero de 2014.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Casas ilegales de juego



En las afueras de la capital, después de dejar atrás un dédalo de callejuelas polvorientas y mal asfaltadas, está enclavado un casino ilegal de juego abierto las 24 horas.

“Aquí se juega silot, longana o cartas, sobre todo tres con tres, una variante tropical del póquer estadounidense. Pero si los jugadores desean jugar el burro o una ruleta improvisada que monto, a eso se juega”, cuenta Lorenzo, el propietario.

El dueño del casino cobra el 10% de las ganancias en partidos de silot, que se practica con tres dados y al parecer surgió en las regiones del oriente cubano. En un amplio salón, 16 personas se agrupan alrededor de un tablero de madera. Las apuestas son elevadas. Una señora es el 'banco'.

La tasa mínima de las apuestas es 50 pesos (2 dólares), pero luego de dos noches de juego ya éstas andan en torno a los mil pesos (45 dólares). Sentado en un extremo del tablero, Lorenzo recoge el gravamen correspondiente. En cada jugada, cuando el banco gana, más algunas apuestas fuera de la mesa, introduce 400 o 500 pesos dentro de una lata vacía de galletas.

Prensa el dinero contra el fondo de la lata, desbordada de billetes. En voz baja pide que le traigan otra lata. “En temporadas altas, como la de ahora, donde se juega varias semanas sin parar, se recoge bastante. Ayer las ganancias fueron de mil 500 cuc (1,600 dólares). Sin contar los ‘garrotes’ (prestamos a cambio de un equipo o prenda) con un 15 a 20% de interés”, afirma Lorenzo.

A estas casas, llamadas ‘burles’, asisten gerentes, ladrones de cuello blanco, cuentapropistas, estafadores, delincuentes o ludópatas como Arsenio, que luego de estar 12 horas vendiendo pan, lo que gana se lo juega tirando dados.

“Tengo 29 años, pero desde los 15 soy adicto al juego. A cualquiera, sean peleas de gallos y perros o las cartas. Mi preferido es el silot, pues rápido se gana o se pierde una gran cantidad de dinero”, dice mientras espera que Lorenzo le dé un préstamo a cambio de un reloj que le robó a su padre.

En una mesa contigua al silot se juega trío. Seis tipos, algunos con notables ojeras, hacen sus apuestas, sentados frente a gruesos fajos de billetes. Un 'dealer' reparte tres cartas para cada jugador y vira una bocarriba. Después de cada apuesta vira otra. Tres en total. “Este juego se conoce como tres con tres. Es entretenido. Debes trazar una estrategia agresiva para sacar de juego a un contrario”, apunta el 'dealer'.

Lorenzo tiene dos 'dealers' que se turnan cada tres horas. Ganan el 10% del dinero recaudado. Con él también trabajan cuatro 'ayudantes', tipos cuya misión es sofocar cualquier trifulca. “Debes contratar gente que domine el boxeo o las artes marciales. Y tener cerca un machete afilado o una pistola. Además de los tramposos habituales, se han dado caso de bandas dedicadas a asaltar ‘burles’. Saben que no se les puede denunciar a la policía, por ser un negocio ilegal”, acota Lorenzo.

En los barrios marginales de La Habana proliferan las casas de juego. Incluso en distritos de la otrora clase media y alta como Vedado y Miramar. Desde hace 19 años, Lorenzo se dedica a este negocio. Siempre en la clandestinidad.

“Décadas atrás podías ir 3 o 4 años a la cárcel. Ahora, si te atrapan, te ocupan el dinero que esté en la mesa y te ponen una multa de 60 pesos (menos de tres dólares). Se comenta que a veces la propia policía organiza redadas para robarnos el dinero. Por eso prefiero que mi negocio se mantenga clandestino. Si el gobierno autorizara el juego, cobraría gabelas demasiado elevadas”, considera Lorenzo.

Tras 14 horas jugando ininterrumpidamente, Armando, un cincuentón que viste elegantemente y fuma un cigarrillo tras otro, se acuesta en un sofá a dormir un par de horas. El resto sigue tirando dados o jugando cartas.

A sus clientes, Lorenzo les ofrece café y les vende sandwiches, jugos y comida. “Uno de los secretos de un 'burle' es que el jugador tenga confianza en el dueño y ciertas comodidades a mano. De lo contrario, se van a otro”, apunta Lorenzo. Y si algo no falta en La Habana son casas ilegales de juego.

Iván García
Foto: Tomada de Diario de las Américas.

lunes, 10 de marzo de 2014

"Borracho es como único puedo resistir"



Cada año, en Cuba mueren cientos de personas debido al alcoholismo. Un estudio sobre el tema en las Américas, recientemente publicado en la revista Addiction, asevera que los índices de mortalidad afectan mayormente a los cubanos en edades comprendidas entre los 50 y 69 años.

La información, avalada por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, es de gran utilidad para acercarse a un fenómeno que se manifiesta en todos los estratos sociales de la isla. El asunto pudiera ser más dramático que lo expuesto en el estudio, y afectar también a la juventud. Es harto conocido que el consumo de alcohol entre los jóvenes es una práctica en ascenso.

Un periplo por cualquier zona de la capital, sobre todo por los barrios periféricos, es suficiente para sentirse desalentado. Además de que las dósis de alcohol que se consumen son cada vez más elevadas, hay que destacar la baja calidad del producto.

Existen múltiples fábricas clandestinas donde se producen bebidas alcohólicas adulteradas. Cualquier bebida que salga de artilugios llenos de mugre y óxido se vende como pan caliente.

Buena parte del mercado se abastece de esas producciones. Incluso, las tiendas dolarizadas se aprovechan del suministro ilegal de rones y licores, elaborados con la materia prima robada en instalaciones estatales.

Además de las muertes fulminantes que han ocurrido, los adictos que consumen estos brebajes de baja calidad, a largo plazo, pueden sufrir daños neurológicos y en el sistema digestivo. Los programas de ayuda carecen de sistematicidad y solo alcanzan a una ínfima parte de los afectados.

La proliferación de focos de indigencia, el aumento en espiral de las infracciones de tránsito y la estandarización de hechos de violencia asociados al alcoholismo son los efectos, irreversibles, del proceso de descomposición política, social y económica existente en la sociedad cubana.

“Borracho es como único puedo resistir los problemas”, dice Roberto, de unos 60 años, poco antes de empinarse un pomo de plástico lleno de ron barato, en las inmediaciones de un parque donde suele reunirse con otros alcohólicos.

La falta de vivienda, de un empleo justamente remunerado y la ausencia de perspectivas en el futuro, son algunas de las causas de los problemas para esa mayoría que no puede vivir sin el alcohol.

“Tengo trabajo, ¿y qué?. El salario no me alcanza. Para colmo, vivo en una casa que está a punto de caerse con nueve personas más y sin esperanzas de nada”, refirió Marlén, empleada de la limpieza en una empresa del Ministerio de Transporte. “Bebo todos los días. Con el alcohol alivio un poco la carga. No puedo dormir sin darme un trago. Mi vida es un callejón sin salida”.

Según el informe publicado en la revista Addiction, Cuba aparece junto a Argentina, Canadá, Costa Rica Paraguay y Estados Unidos entre los países con mayor índice de adicción entre los 50 y 69 años.

Ese dato nunca aparecerá en la prensa oficial. Tampoco la cantidad de muertes relacionadas con el alcoholismo. Ni los confinados a los manicomios o los que vagan por las calles como zombis.

Jorge Olivera
Cubanet, 23 de enero de 2014.
Foto: Tomada de Cubanet.

viernes, 7 de marzo de 2014

Cuentas claras


Las buenas costumbres se pueden imitar. La monarquía británica siempre ha sido un ejemplo de transparencia. Anualmente reportan hasta el costo de la peluquería de la Reina Isabel.

Los gastos de los Reyes de Holanda se detallan en el presupuesto general de los Países Bajos. Las monarquías de Suecia, Dinamarca y Noruega también son ejemplos de transparencia.

Por primera vez, la Casa Real Española ha divulgado los sueldos y gastos de representación del Rey Don Juan Carlos, la Reina Doña Sofía y los Príncipes de Asturias, entre otros datos. O que las tres operaciones a las que en 2013 tuvo que someterse el Rey, costaron unos 165 mil euros al erario público.

Son cuentas públicas y de fácil acceso. En las webs de estas Casas Reales, el europeo de a pie no solo se entera de los presupuestos, también de lo que gastan en viajes, actos y recepciones.

Si la clase política de cualquier tendencia ideológica, desea volver a crear confianza entre sus ciudadanos, debería apostar por la transparencia de sus nóminas.

Ahora mismo, un informe interno de la Unión Europea ha revelado que sus 28 estados miembros, en mayor o menor grado, sufren de corrupción. La comisionada Cecilia Malmström (Suecia, 1968), ha declarado que cada año la corrupción le cuesta al continente alrededor de 120 mil millones de euros (cerca de 162 mil 190 millones de dólares). Esa cantidad, que equivale al presupuesto operativo anual de la UE, se pierde por sobornos, pagos excesivos, financiamientos políticos ilegales y otras prácticas inescrupulosas.

Ningún funcionario, en ningún país, debería quedar exento de controles. Quienes ejercen cargos públicos debieran hacer constar en qué gastan el dinero de los contribuyentes. Sea la secretaria de un ministro o el presidente de la nación.

Cuba es un mundo aparte. Los gastos oficiales son opacos. Nadie rinde cuentas. Y lo peor es que te tildan de 'contrarrevolucionario' o 'mercenario pagado por el imperio', si intentas indagar sobre los gastos de funcionarios estatales.

Resulta chocante que ciertos diplomáticos cubanos, a pesar que hace 23 años la isla se encuentra empantanada en una crisis económica estacionaria, en sus desplazamientos por Europa y Estados Unidos se alojen en hoteles cinco estrellas, cenen en restaurantes caros, compren en tiendas exclusivas u organicen fiestas y actividades con dinero del Estado, y se nieguen a hacer públicos los gastos.

Equivocadamente, consideran que ellos no deben rendir cuentas. Que el poder te permite cualquier exceso. Piensan que solo los gobernados debemos cumplir las leyes y pagar tributos.

Ellos no. Se consideran una casta diferente, predestinada a dirigir los asuntos de Estado por pedigrí o abolengo y que les permite desviar recursos estatales o regalarle casas a sus amantes, como si fuesen jeques árabes.

La primera gran reforma que debió instaurar Raúl Castro, antes de autorizar la compra y venta de casas y autos, viajar al extranjero y vender pan con mayonesa en el portal de tu vivienda, fue haber recogido en la Gaceta Oficial, que cada funcionario públicamente reportara sus gastos y el uso que le da a bienes del Estado a su disposición.

También, que cada ciudadano cubano tenga herramientas para monitorearlos. A la gente le intriga de dónde obtienen dinero familiares de ministros y otros jerarcas, para montar negocios o darse una vuelta por el exterior. Quisieran saber cuánto ganan sus dirigentes, civiles o militares.

Según informes de desertores de su cuerpo de escoltas, los Castro son dueños de un centenar de residencias a lo largo de toda la isla. ¿Quién a determinados altos cargos le otorgó el derecho de tener cotos privados de caza, yates y cuentas bancarias, si supuestamente sus salarios oficiales no superan el equivalente a 25 dólares mensuales?

Incluso, si mañana los leguleyos del régimen deciden instaurar una monarquía verde olivo en Cuba y perpetuarse en el poder, debieran seguir el ejemplo de las Casas Reales europeas, que rinden cuenta de cada céntimo gastado. Quiéranlo o no los autócratas cubanos, estamos en el siglo XXI.

"Cuentas claras y chocolate oscuro", dice el refrán. No sé si a la Reina Isabel le gusta el chocolate oscuro, pero sí que además de tener las cuentas claras, el Parlamento británico le ha pedido que sea más ahorrativa.

Iván García

Foto: Tomada de la revista Hola. Guillermo y Máxima, los Reyes de Holanda, durante su visita a las Antillas holandesas en noviembre de 2013. Todos los gastos derivados de los viajes de los miembros de las Casas Reales europeas aparecen reflejados en sus presupuestos, a los cuales tienen acceso los ciudadanos de esos países.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Canadá aventaja a Estados Unidos en planes para Cuba



Stephen Wicary, un canadiense residente en Cuba, en un reportaje publicado el 29 de agosto en The Globe and Mail de Toronto, dice que “una Cuba más abierta a los negocios recibe una mano de Canadá”.

Por lo que expone, más que estar ayudando a Cuba, su país se está ayudando a sí mismo, al apurarse a llenar en la isla los nichos reales o potenciales de mercado a los que no pueden acceder las compañías estadounidenses vetadas por el embargo.

Wicary, que se mudó con su esposa a Cuba en julio del 2012, afirma que el país caribeño ha experimentado un contínuo relajamiento de las reglas desde que Raúl Castro reemplazó en 2006 a su hermano enfermo Fidel.

El colaborador del Globe & Mail detalla cómo en 2011 el Partido Comunista aprobó un plan de cinco años para redefinir el socialismo cubano mediante el aumento de la producción de alimentos, la creación de un robusto (aunque todavía controlado) sector privado con un sistema de impuestos.

También, dice, por medio de la reducción del sector estatal a través del despido de más de un millón de trabajadores, o una quinta parte de la fuerza laboral. Esto último puede contrastarse con un reciente artículo en el diario español El País, del economista cubanoamericano Carmelo Mesa-Lago, que señalaba que en 2010 se estimó entre 1,3 y 1,8 millones el número de empleados estatales innecesarios que había que despedir; frente a una meta de un millón en 2011, solo 365.000 fueron despedidos en 2012.

Según Wicary, los fines del Estado cubano serían “continuar facilitando de manera sostenible y gratuita salud pública, educación, vivienda y otros servicios básicos”.

Titulado A business-friendly Cuba gets a hand from Canada, el reportaje toma nota de cambios específicos introducidos por Raúl Castro en materia de negocios, como legalizar los suplementos que pagan las empresas foráneas a los trabajadores cubanos; extender de 50 a 99 años el plazo de los arrendamientos de tierras a empresas extranjeras (un dulce incentivo para los urbanizadores), y fortalecer “la pequeña empresa“ mediante la emisión de licencias a “empresarios” -de forma rápida y prolíficamente- en decenas de oficios recién legalizados.

El autor recuerda como “durante el estrés del período especial” la compañía Sherrit International inyectó una dosis de capitalismo canadiense a Cuba, traducida en una empresa mixta con el Estado cubano para explotar las minas de níquel y cobalto de la provincia oriental de Holguín y exportar a todo el mundo.

Desde los 90, cuando Cuba abrió sus playas a los turistas foráneos, los canadienses han representado la mayor fracción del turismo extranjero: un tercio de los cerca de tres millones de vacacionistas anuales.

Wicary le preguntó al abogado Gregory Biniowsky, un canadiense que lleva 20 años en La Habana, sobre el potencial que tiene Cuba para las empresas de su país y éste le respondió: “Cuba es la isla más grande del Caribe (11,2 millones de habitantes). Tiene zonas agrícolas importantes y una población altamente educada, que puede insertarse en la economía mundial de producciones de alto valor agregado" .

Biniowsky también se refirió a “la riqueza de recursos naturales que Sherritt y otros están extrayendo; el éxito razonable de Cuba en la lucha contra la corrupción, comparada con otros países de América Latina, y el hecho de que, a diferencia de otros países de la región, en gran parte estã libre de delitos violentos".

Para Wicary, en cambio, la mayor ventaja que tiene Canadá en Cuba está en la desventaja estadounidense. "El embargo representa una doble oportunidad para las empresas canadienses: la cancha se mantendrá notablemente despejada mientras el embargo esté vigente, y en caso de que se levante, Cuba será mucho más rentable" .

Por eso firmas de Canadá están corriendo mientras pueden. Dice Biniowsky: "Sencillamente estamos llenando un vacío que de otro modo estaría totalmente copado por las compañías de Estados Unidos".

Una de las compañías que apuesta por el futuro de Cuba es 360 Vox Corp., que tiene su sede central en Montreal. Se dedica a construir instalaciones para el turismo, y tiene tres grandes proyectos en la isla.

Guy Chartier, ejecutivo principal de la división Cuba de la empresa, señala que poder llevar su experiencia a un mercado en el cual no compiten con su vecino del sur, ya abre una ventana de oportunidad, mientras que, si solamente se levantara la prohibición de viajar a Cuba que pesa sobre los estadounidenses, sería como una bonificación.

A principios de 2014, 360 Vox espera comenzar las obras del hotel cinco estrellas Monte Barreto, frente al mar y al lado del Acuario Nacional, en la barriada habanera de Miramar. Chartier espera que su ubicación, en la ruta hacia el Mariel, atraiga a los empresarios extranjeros, técnicos y profesionales que inundarán La Habana, una vez que se inaugure el puerto ampliado y la zona de libre comercio.

Después de iniciada la construcción del Monte Barreto, la empresa se concentrará en un plan para desarrollar Jibacoa ,"una soñolienta franja de playa a mitad de camino entre La Habana y Varadero" (en el pasado se destinaba al campismo popular, la única alternativa que hasta 2008 ofrecía el gobierno a sus nacionales, vetados en los hoteles de turismo). El proyecto de Jibacoa incluye un campo de golf, puerto deportivo, hoteles y villas privadas.

A más largo plazo, 360 Vox también tiene planes para construir un centro turístico en Cayo Largo, al sur de la isla (que tiene algunas de las mejores playas del mundo y que sigue siendo exclusivo para el turismo extranjero) y donde Fidel Castro y el entonces primer ministro canadiense Pierre Trudeau practicaron juntos la pesca submarina en 1976.

Pero los hombres de negocios canadienses toman sus precauciones. Tres miembros del personal de 360 Vox en La Habana son abogados y su primera tarea en cualquier proyecto, es escudriñar minuciosamente los registros de títulos de tierras, para averiguar quiénes eran los propietarios antes de 1959.

"Si eran estadounidenses, se considera intocable, porque no queremos estar en una posición en la que se considere que estamos traficando con bienes reclamados", dice Chartier. Si eran cubanos, la firma debe determinar si se quedaron en Cuba o se fueron, y si se fueron, adónde. A continuación, se investiga si los propietarios o sus parientes han presentado desde entonces reclamaciones legales sobre los terrenos .

Por último, 360 Vox lleva sus conclusiones a un bufete de abogados de Estados Unidos para conocer su opinión antes de que cualquier proyecto pueda continuar. De lo contrario, la empresa podría ser demandada bajo la Ley Helms -Burton, que prevé sanciones contra quienes inviertan en activos estadounidenses intervenidos por el gobierno cubano décadas atrás.

Otra preocupación de los inversores canadienses es la campaña contra la corrupción. Raúl Castro está librando una batalla contra los delitos de corrupción, y entre las bajas se cuentan los ejecutivos de tres empresas extranjeras, dos canadienses y un británico. Los canadienses Sarkis Yacoubian, director de Tri-Star Caribbean, y Cy Tokmakjian, presidente del Grupo Tokmakjian, dirigían prósperos negocios rivales de venta de vehículos y equipos pesados al Estado cubano cuando fueron detenidos en 2011, y recluidos sin cargos durante casi dos años.

A pesar de su cooperación con las autoridades, Yacoubian fue juzgado y condenado a 9 años de cárcel. Tokmakjian, de 73 años, permanece en prisión todavía sin cargos. Para aquellos empresarios canadienses a los que se les encienden en los ojos signos de dólar ante el mercado prácticamente virgen cubano, un diplomático de su país que en 1993-1997 fue embajador en Cuba tiene un consejo sano.

Mark Entwistle habría estado unas cien horas cara a cara con Fidel Castro. Actualmente dirige una consultoría de asuntos cubanos en Toronto. "Uno tiene que escuchar atentamente lo que dicen los cubanos. Estos cambios están destinados a hacer que el peculiar modelo socialista de Cuba funcione mejor. No a reemplazarlo", advierte.

Rolando Cartaya
Martí Noticias, 30 de agosto de 2013.
Foto: Vista del Breezes Superclub Jibacoa. Otro complejo hotelero es el Cameleon Villas Jibacoa, también conocido como Villa Trópico. La playa se llama Arroyo Bermejo y queda a las faldas de una loma, cerca del río Jibacoa. Esperemos que las futuras construcciones canadienses no afecten a uno de los parajes naturales más hermosos y tranquilos de la geografía cubana. Desde agosto de 2010, Jibacoa pertenece a la recién creada provincia de Mayabeque (Tania Quintero).

lunes, 3 de marzo de 2014

Mariel y la "guerra de los puertos"



Miami quiere seguir siendo la puerta comercial de América Latina. En junio de 2013, el presidente Barack Obama visitó las obras de ampliación y renovación que a un costo de 1,200 millones de dólares se realizan en el puerto de Miami.

El interés comercial se ha reflejado en megainversiones en los puertos de Norfolk, Nueva York, Baltimore, Charleston, Jacksonville o Savannah. Según la Asociación de Autoridades Portuarias de Estados Unidos (AAPA, en inglés), conglomerados públicos y privados invertirán hasta 46,000 millones de dólares en infraestructuras portuarias.

Con la ampliación para 2015 del Canal de Panamá, y la entrada de una nueva generación de barcos portacontenedores conocidos como Post-Panamax, que podrán atravesar el Canal con casi tres veces más capacidad de carga, el comercio en América sufrirá un cambio notable.

Los números encandilan a los especialistas. Y los países de la región no quieren quedarse atrás. El interés primario, por supuesto, es el vasto mercado del norte en Canadá y Estados Unidos.

Pero no menos importante es situarse como un puerto líder para el comercio interregional. Esto ha desatado una auténtica ‘guerra de puertos’, que ha conllevado a inversiones multimillonarias en la concentración de menos puertos de tráfico marítimo (los barcos son mayores y podrán acarrear más mercancías), aunque los puertos deberán ser más grandes y profundos.

Especialistas coinciden que al igual que sucede con el transporte aéreo, se prevé que el trafico de los Post-Panamax se agrupe en grandes puertos de trasbordos. Con ese fin, República Dominicana, Colombia, El Salvador, Bahamas, Costa Rica, Jamaica y Cuba, han priorizado fuertes inversiones para el mejoramiento y modernización de sus puertos de cabecera.

El gobierno cubano ha puesto un énfasis especial en el desarrollo del Puerto del Mariel, situado a 45 kilómetros al oeste de La Habana, con excelentes condiciones naturales. El proyecto cuenta con el aporte de 682 millones de dólares de entidades públicas y privadas brasileñas.

Su primera etapa fue inaugurada a fines de enero, coincidiendo con la visita de la presidenta Dilma Rousseff a la Cumbre de la CELAC, efectuada del 25 al 29 de enero en La Habana.

La edificación fue encargada a la constructora brasileña Odebrecht. Y la administración del puerto y su terminal de contenedores -que en un futuro cercano podría almacenar hasta 3 millones de contenedores- corre a cargo de un grupo empresarial de Singapur.

En esta primera fase se han invertido 900 millones de dólares. Y a tono con las exigencias comerciales del futuro puerto, el régimen ha diseñado una zona económica de desarrollo especial con jurisdicción propia.

En el entorno del Puerto del Mariel, en un área de 465 kilómetros cuadrados, el gobierno ha iniciado licitaciones para crear inversiones directas que beneficien a la economía en el sector biotecnológico y textil, entre otras ramas.

El Puerto del Mariel tiene una posición geográfica privilegiada para el comercio regional. En condiciones normales, sin el embargo de Estados Unidos, podría constituir un competidor formidable a su homólogo de Miami.

Pero en la actualidad, con el lastre del embargo comercial estadounidense, no es descabellado preguntarse si esa inversión monumental puede ser provechosa para la economía cubana.

En tiempos pasados, Fidel Castro diseñó planes económicos irracionales como la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, ganadería intensiva o la construcción de una central electronuclear en Juraguá, Cienfuegos, a 300 kilómetros al este de La Habana, donde sepultó miles de millones de dólares sin ningún resultado.

Castro II ha dejado atrás el voluntarismo colosal de su hermano. Con la parquedad informativa habitual, el régimen no aclara su estrategia a desplegar tras la inauguración del Puerto del Mariel.

Porque si algo queda claro es que, mientras exista el embargo, con cláusulas que sancionan a seis meses sin pisar puertos estadounidenses a buques que fondeen en Cuba, la dársena del Mariel sale como perdedora sin aún haber comenzado la competencia Post-Panamax de los puertos en la región.

El mayor porcentaje del comercio interregional está enfocado hacia Estados Unidos, Canadá y México, socios económicos. Los 28 países de la UE se lo pensarán dos veces antes de realizar grandes inversiones en el Mariel.

China es solo un socio ideológico de los Castro. En comercio y finanzas está atado a Estados Unidos. Con su pragmatismo típico, Beijing seguirá apostando hacia donde corra el dinero.

Y el dinero corre hacia el norte. O a regiones de Sudamérica como Brasil, Chile, Colombia, Argentina, Venezuela o Perú. No creo que muchos buques con bandera china, que comercien con Estados Unidos, anclen en el Mariel mientras exista el embargo.

Con esa piedra atada al cuello, es difícil atraer grandes capitales de empresas líderes. Por supuesto, ni Raúl Castro ni el gobierno de Lula, que fue el que autorizó el desembolso de dinero y, ahora Dilma, son tontos de capirote.

Un año atrás el canciller brasileño Antonio Patriota ofreció algunas pistas cuando manifestó públicamente que la inversión del Puerto del Mariel está concebida en un panorama post-embargo.

La estrategia política de la autocracia criolla también se mueve en esa dirección. Funcionarios del régimen gastan las suelas de sus zapatos en viajes por el mundo, para atraer capital fresco en la zona de desarrollo del Mariel.

Y mediante su Sección de Intereses en Washington, hacen un lobby fijo, para crear una atmósfera de negocios con el poderoso clan de empresarios cubanoamericanos.

Solicitar la derogación del embargo es, quizás, la prioridad numero uno de la cancillería cubana. Las tímidas reformas económicas y las peticiones al diálogo con Estados Unidos por parte del General Castro, van destinadas a desmontar el embargo.

Excepto algunas frases diferentes de Obama con respecto a Cuba y un apretón de manos a Raúl Castro en los funerales de Mandela, hasta la fecha, la Casa Blanca no se ha dejado seducir por el anciano mandatario.

Cuba no es China. No tiene un mercado voluminoso y un segmento importante de su economía depende del dinero que giran los cubanos afincados en la otra orilla.

Washington sigue exigiéndole a La Habana respeto por los derechos humanos, democracia y elecciones libres, cosa que no hizo con China o Vietnam: la isla tiene muy poco que ofrecer.

La jubilación política de Castro II en 2018, puede cambiar la dinámica política entre los dos países. Pero mientras exista el embargo, ningún proyecto de envergadura razonable, como el Puerto del Mariel, no tiene mucho sentido. El despegue real de la economía cubana, ya sea en comercio, turismo o nuevas tecnologías, siempre se verá disminuido por el impacto negativo del embargo.

A estas alturas del juego, si el gobierno verde olivo de veras quiere dinamitar las bases del embargo y a sus ciudadanos ofrecer una sociedad próspera, debe proponer cambios de corte político. De lo contrario, seguiremos en tiempo muerto.

Iván García