viernes, 29 de agosto de 2014

Gerardo y su baño portátil



Gerardo, 71 años, ya no recuerda cuantos oficios ha tenido en su vida. “He hecho de todo. Jugué pelota, corté caña y fui pescador ilegal. Ahora estoy aquí, cuidando baños públicos”, dice con orgullo.

Es un tipo enjuto y fibroso de manos callosas. Viste una camisa gastada de rayas y unos zapatos zurcidos. Pero mantiene una dignidad en la mirada y un optimismo a pruebas de bala.

Reside en una cuartería tremebunda en la parte vieja de La Habana. Ni siquiera los achaques le impiden salir a la calle a ganarse un puñado de pesos y ponerle un plato de comida caliente en la mesa a su esposa y a su nieta menor.

Pero aunque el viejo Gerardo desborda optimismo, hay que ser demasiado creativo para encasillarlo como ‘pequeño empresario’.

Todas las mañanas, pasadas las 10, Gerardo camina un kilómetro y medio hasta su negocio, un baño portátil plástico de color azul oscuro que sirve de urinario a los clientes de tres bares colindantes con la Bahía habanera.

Cobra un peso por orinar. Y tres por evacuar. “Es que la taza está tupida. Entonces tengo que cargar mayor cantidad de agua”, aclara. Obtiene el agua para descargar el baño directamente del mar, con una lata grande que una vez fue de mermelada de guayaba, amarrada a una soga.

“Es un trabajo arduo. Estoy hasta doce horas. Pero cuando llego a casa con 4 o 5 cuc, le ruego a Dios que me dé fuerza para vivir unos años más, ayudar a mi esposa y vestir y calzar a mi nieta. Ellas son lo mejor que me ha dado la vida”, confiesa.

“Pago de 100 a 120 pesos de impuestos. Mi paga como jubilado es de 211 pesos mensuales. Ese dinero más lo que me busco cuidando el baño, solo me alcanza para comer decentemente. No me quejo. A veces, extranjeros que siempre andan por esta zona, me regalan 5 o 10 cuc por dejarle tirar fotos al urinario. Supongo que lo ven como algo exótico”, cuenta Gerardo, un conversador empedernido.

Una flota de ómnibus de turismo aparca no muy lejos del baño de Gerardo. Un trío de viejos músicos ambulantes asedian a los forasteros cantando el sempiterno Chan chan de Compay Segundo. “Por aquí en los años 90, anduvieron Pío Leyva e Ibrahim Ferrer ‘haciendo sopa’ (cantando en bares y restaurantes). Se sacaron la lotería cuando Ry Cooder los puso a viajar por el mundo”, recuerda.

La fresca brisa marina alivia un tanto el calor. La calle parece un sartén caliente. Sentado en una silla de hierro fundido, Gerardo se considera un privilegiado. “Desde aquí se divisa todo. El Cristo de Casablanca, el faro del Morro, las jineteras o vendedores ilegales de tabacos que andan a la caza de ‘yumas’ (extranjeros) También los rateros que están pa’ lo que se cae del camión”.

Los días de lluvia son malos para su negocio. “La gente no va a los bares a tomar cerveza, que es lo que da más ganas de orinar. Entonces le pongo candado al urinario y me voy a casa, a escuchar la radio”.

En alguna parte, Gerardo leyó de las intenciones de un grupo de “americanos que quieren suavizar el bloqueo y darle créditos a los privados en Cuba”.

Se sonríe y añade: “Si eso se hiciera realidad, yo pediría un crédito y mandaría a reparar el urinario. Compraría muebles sanitarios nuevos, tecnología moderna, tú sabes...”.

Y es que, contra viento y marea, a sus 71 años, Gerardo tiene un espíritu de ganador.
Texto y foto: Iván García

miércoles, 27 de agosto de 2014

Fermín y sus zapatos remendados



Ya Fermín es un veterano en esta plaza. “No seré el mejor zapatero de la Calzada de 10 de Octubre, pero si el que más barato cobra y más tiempo lleva reparando calzados”, dice, mientras se fuma un cigarrillo que amenaza con quemarle los labios.

La abigarrada avenida, al sur de La Habana, que una vez inspiró al poeta Eliseo Diego a publicar en 1949 el poemario En la calzada de Jesús del Monte, a día de hoy es un itinerario de calles en mal estado, salideros de agua que se despilfarra por cañerías rotas y edificios añejos saturados de hollín que piden a gritos una reparación capital.

Sus 100 mil habitantes sitúan a 10 de Octubre como el municipio más poblado de Cuba. Por estos lares no hay hoteles, ni centros turísticos. Pasada las 8 de la mañana, la Calzada se transforma en un hervidero de gente que viene y va como carros locos en una feria.

Es sitio predilecto de buscavidas, vendedores de maní, pícaros y vagos. También de pequeños tenderos e improvisados cafés que se arman en un santiamén en el portal de una casa y, que la perspicaz narrativa foránea, ha clasificado como ‘pequeños empresarios’.

Fermín considera que es una burla. “No puedo creer que en este paisaje folclórico, donde un impedido físico vende alhajas de imitación, otros, vinagre robado la noche anterior de un almacén, y tipos que como yo reparan zapatos con cámaras viejas de bicicletas, seamos ‘pequeños empresarios’. Ahora, si como se cuenta por ahí, se van otorgar créditos, bienvenidas sean las buenas intenciones de esos tipos, para que los yanquis levanten el bloqueo”, señala, mientras le cose una suela de goma a unos tenis que se resisten a morir.

“Soy trabajador por cuenta propia de vieja data. Hay dos grupos. Los que estamos desde 1993, cuando Fidel autorizó al trabajo particular bajo un gardeo tributario que hacía imposible prosperar, y los nuevos, que surgieron después de 2010. Claro, mi negocio no da mucha plata ni llama la atención a los inspectores. Por tanto, no pasan por aquí a extorsionarme. Me tienen fichado como pobre diablo”, apunta Fermín.

El sitio donde este zapatero remendón hace su faena tiene muy mala pinta. Flaco favor a su negocio le hacen tres o cuatros socios, sentados en pequeños bancos de madera que se pasan entre ellos una caneta de ron barato.

“Son mis amigos. Uno es el ayudante y los otros dos siempre están por acá para darse un trago. Ya te digo que el dinero que busco, 60 o a veces 100 pesos diarios, me da para comer y tomarnos un litro de ron”, dice Fermín.

Al lado de la mesa de trabajo, como quiera, tiene tirado un lote de zapatos, sandalias y chancletas por reparar. “En Cuba los zapatos tienen más vidas que un gato. Son demasiado caros. La gente los estira hasta lo imposible. Y cuando se rompen, se arreglan una y otra vez. Tipos como yo somos importante en la vida nacional”, expresa inflando el pecho.

Sobre las cinco de la tarde, achispado y de buen humor, Fermín cuenta unos pocos billetes. “Quizás mañana me vaya mejor”, señala.

Cuando usted le pregunta cómo observa su futuro, hace un silencio prolongado. Da la sensación que se ha dormido. Al rato, se empina un trago largo de ron pendenciero y responde:

“No sé, yo creo que pertenezco a ese grupo que con Fidel Castro o en democracia vamos a estar siempre jodidos”, dice. Y en un viejo bolso negro, Fermín guarda su chaveta de zapatero.

Iván García
Foto: Tomada de Reparación de Calzado Pascual.

lunes, 25 de agosto de 2014

Armando y la 'competencia desleal'



En la Avenida de Acosta, casi esquina Goicuría, en el populoso barrio de La Víbora, a 25 minutos del corazón de La Habana, funcionan dos cafeterías de comida rápida. Una frente a la otra.

Más que competencia, existe una guerra sucia entre los dueños. Armando plantó bandera primero. “Año y medio antes de comenzar el tipo de enfrente, yo saqué licencia. Abrí el negocio para ver si con las ganancias podía terminar de construir mi casa. No tengo parientes en Miami. Comencé con 400 cuc que tenía guardados debajo del colchón”.

Fue como la fiebre del oro. Corría el otoño de 2010 y el General Raúl Castro había dado el pistoletazo de arrancada para ampliar los negocios privados. Ya se sabe que entre el Estado y los trabajadores particulares en Cuba hay una relación de amor y odio.

En 1968, un iracundo Fidel Castro, por decreto, en solo una noche, mandó a cerrar puestos de fritas y bodegas y prohibió cualquier inversión familiar. Luego, la crisis económica estacionaria que padece la Isla desde 1989 y unas finanzas públicas raquíticas, provocaron que el inútil Estado cediera espacio a la iniciativa privada. Pero con impuestos por las nubes y excesos de controles, para impedir la formación de grandes capitales.

Antes de 2010, el trabajo privado estaba en mínimos. Era acosado por el fisco y una tropa de corruptos inspectores estatales lo desangraba con normas jurídicas estrafalarias o comisiones por debajo de la mesa.

Raúl Castro quiso poner orden al desaguisado. Amplió hasta 181 los negocios privados y autorizó a contratar trabajadores fuera del ámbito familiar. Suponía el régimen, que las nuevas aperturas privadas absorberían gran parte del millón y medio de cubanos enviados al paro tras una reestructuración a fondo del empleo estatal.

El diablo estaba en los detalles. A los compadres que gobiernan en Cuba, no les preocupaban las labores informales de subsistencia como aguador, cuidador de baños públicos, pelador de frutas o recogedor de latas vacías.

Los gravámenes y el alto costo de la vida devorarían sus mínimas utilidades. El dolor de cabeza eran otros negocios, como transportistas, gastronómicos o de hospedaje, que podían enriquecerse.

Por tanto, se crearon complicados contrapesos e impuestos al estilo de Qatar, en un intento por frenar el crecimiento de las pequeñas empresas familiares. La autocracia verde olivo sigue viendo a un tipo que acumula plata como un delincuente.

Armando sabía de esas limitantes. Pero manejando su propio negocio, ganaría cinco veces más dinero que el pagado por el Estado. Armó a la carrera un timbiriche con tubos y planchas de zinc y lo pintó de ocre y amarillo.

“A los pocos meses, inspectores de Planificación Física me mandaron a cerrar la cafetería, por estorbar el tránsito en la acera. Gasté 3 mil pesos (130 dólares), casi todas mis ganancias, en desarmar el tenderete y correrlo hacia atrás. Entonces ganaba 700 pesos diarios. Después que abrió la cafetería de enfrente, no paso de 300 pesos al día. Además, debo pagar más de 1,200 pesos mensuales al fisco”, señala Armando.

El competidor de Armando, en la acera de enfrente -no quiso ser entrevistado- abrió una cafetería espaciosa llamada El Lateral. “Parientes en el extranjero le enviaron 5 mil dólares para abrirla. Consigue alimentos e insumos a precios más bajos, gracias a sus contactos en almacenes estatales. Yo tengo que comprar la carne, el pollo y el arroz a precios minoristas, como todos. No tengo nada contra la competencia, pero ésta es desleal”, asegura Armando.

El ‘vecino’ se ha llevado a sus clientes. Su local tiene un diseño moderno, meseras jóvenes y bonitas y con los mismos precios ofrecidos en el destartalado puesto de comida y sandwiches de Armando. Cuando usted le pregunta si se considera un pequeño empresario, sonríe.

“Qué tontería. Si acaso soy un ‘metedor de cuerpo’. He leído que el capitalismo moderno se fundó gracias a pequeñas empresas familiares. Pero te aseguro que no tenían el impedimento de elevados impuestos, trabas que obligan a cometer ilegalidades y un gobierno que te caza como el gato al ratón”, señala.

Por el noticiero de televisión se enteró de la visita de una delegación de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Poco más. Ignora que los empresarios gringos y el cabildeo de cubanoamericanos radicados en el Norte, piden flexibilizar el embargo y abrir una cartera de inversiones para alentar a las pequeñas empresas locales.

“No es mala idea si Cuba fuera otro país", dice Armando. "En la nueva Ley de Inversiones ni siquiera permiten a los cubanos invertir en su propia nación. En caso de autorizarse créditos, que lo dudo, se otorgarían de acuerdo al linaje y fidelidad a la revolución. Al menos nos dejan ‘luchar’ y podemos comprar artículos de primera necesidad en la shopping y hasta tomarnos una botella de ron por divisas. Lo otro es muela y cháchara”.

Texto y foto: Iván García

viernes, 22 de agosto de 2014

Ancianas sin asistencia social en Santiago de Cuba


La señora Nila Matos Vaquero, de 68 años, fue despojada de su pensión de la Seguridad Social, por la que recibía 200 pesos (8 dólares).

Las autoridades alegaron que en su casa, que se encuentra en pésimas condiciones, reciben otras dos chequeras de 200 pesos cada una: por su madre, Aramis Victorica Vaquero Rodríguez, de 90 años, y por su hermana, Angelita María de Los Ángeles Matos Vaquero, de 72 años y discapacitada mental.

Las tres ancianas viven en Enramada 416, altos, entre Calvario y Carnicería, en el centro de Santiago. Su vivienda se encuentra en estado inhabitable y no tienen otro lugar para donde mudarse.

Según Nila, las autoridades le manifestaron que ellas no producían nada a la sociedad, eran una carga para el gobierno y con dos chequeras para las tres bastaba. Nila ya no sabe a dónde acudir a quejarse y pedir que el gobierno que las abandonó a su suerte, les dé solución.

Cuando las visitamos, las ancianas se encontraban muy deprimidas y angustiadas, y confesaron querer que cuanto antes les llegue la hora de descansar en paz, para no tener que seguir viviendo en la agonizante miseria de cada día.

Ante esa situación, una amiga de la familia llevó a las ancianas provisionalmente a su casa. Mientras, dos amigos cuidan la vivienda, para que nadie la ocupe o se lleve lo poco que poseen.

El caso de esta familia está siendo evaluado por el Municipio de Oposición de Santiago de Cuba, y será incluido en la nueva demanda social sobre viviendas que se presentará al Poder Popular provincial.

Texto y foto: Walter Clavel Torres
Agencia de Prensa Libre Oriental

miércoles, 20 de agosto de 2014

'Pescar' en la basura



Son los llamados “buzos”, porque siempre están sacando de los desperdicios algo que se pueda aprovechar. Enrique, El Pescador, como lo llaman, tiene más de 60 años y se dedica a registrar colectores de basura. Nos cuenta su historia.

-Hace 7 años me quedé sin trabajo, pues en el taller del estado donde laboraba como ayudante de mecánico, metieron a otro tipo, un hijo de mala madre. Quise reclamar, pero el sindicato no movió ni un dedo. Un amigo habló conmigo y me dio el salve.

-Oye, me dijo, yo vivo de los latones de basura, ¿quieres trabajar conmigo? Me reí, y al principio le dije que no. No porque me diera asco, sino porque creía que en la basura solo había basura. Luego me embulló y un día me llevó con él a un recorrido. Encontramos maravillas.

-No hay que meter las manos, eso tiene su técnica. Tengo un gancho largo que hice con un perchero y ando con varias bolsas en un carrito que yo mismo inventé con una caja de cerveza plástica, y las ruedas de unos patines viejos. Ahora no te lo puedo enseñar porque lo tiene mi compañero, nosotros nos turnamos.

-Cada vez que paso por algún latón, si está abierto ya no tengo remedio y miro lo que hay dentro. Se me ha quedado la manía.

-Entre los desperdicios hay de todo, desde comida, laticas de cerveza, de refresco, libros sin carátula pero en buen estado. He encontrado tenis viejos, zapatos, pedazos de lámparas, piezas de ventilador, ropa vieja, a veces envuelta y todo, palos, despertadores rotos, discos de los antiguos, pomos de todo tipo, de medicinas, aceite, mayonesa...

-Una vez vi un libro grandísimo y era una Biblia. Esa no la vendí, la dejé en la iglesia porque creo en Dios, él me ha ayudado con este trabajo, que ahora me da para comer.

-Las latas se las llevo a unos artesanos que hacen unas camaritas fotográficas, ellos me dan 2 cuc por cada diez latas. La madera se la doy al carpintero de mi barrio y me da algún dinero. Igual con las piezas mecánicas, se las doy a uno que arregla ventiladores y lo que sea. Y si son libros, a uno que tiene un timbiriche en la Plaza de Armas, él los encuaderna y se los vende a los extranjeros. Los discos a una mujer de mi barrio, que le llueven los clientes que buscan músicas de antes. Todo me sirve, hasta la comida que botan, que se la llevo a uno que cría puercos.

-Vivía con mi hermana y mi madre, pero hace dos años mi madre falleció. Y mi hermana se fue a vivir a Santiago con sus hijos y nietos. Me quedé solito. Tenía una mujercita, pero me dejó porque a veces me gusta darme unos tragos. Ahora vivo en un solarcito por la calle Cuba, en la Habana Vieja.

-Hace unos meses me caí y me hice un esguince en el tobillo y me ha quedado el dolorcito, por eso uso este bastón, que también encontré en la basura.

-Tengo unos guantes de cuando tenía mi moto, pero a veces me pongo jabitas de nailon en las manos, y cuando llego a mi casa me echo un poco de cloro con agua y me las restriego bien con un cepillo. Después me doy un baño caliente. Por la tarde me gusta jugar dominó y tomar ron con mis amigos. También oír radio, la pelota y música instrumental.

-Me han llevado tres o cuatro veces para la estación de policía, pero me sueltan pronto, no me levantan actas ni nada, solo me dicen que me busque otro trabajo. Y yo les digo que soy cuidadoso, que meto todo en mis jabas y en mi carrito. No riego la basura en el piso. Si los latones tienen tapas, las cierro bien, porque muchos están destapados o virados en la calle. Algunos “buzos” los tumban, yo no, yo respeto la limpieza.

-Han creado un trabajo por cuenta propia para los recogedores de latas, pero es una explotación, lo miden por peso y dan una miseria. Lo mío me lo busco yo. Aquí a todo el mundo le quieren sacar el dinero, hasta a la gente más pobre.

-¿Por qué no los ayudan? Abriendo tiendas con cosas baratas, comida, ropa y otras cosas, con otros precios, porque no todos tienen dinero. Ya quitaron lo de la ropa reciclada, este gobierno lo quita todo. Uno no puede hacer nada porque te lo quitan.

Marcia Cairo
Cubanet, 27 de junio de 2014.
Foto: Tomada de El mercado de los buzos, Cubanet.

lunes, 18 de agosto de 2014



El escandaloso desabastecimiento de condones o preservativos en La Habana desde los primeros meses de 2014, es explicado por la prensa oficialista como un problema de los fabricantes.

Según dicen, los importados en 2009 tenían fecha de vencimiento en tres años, aunque el suministrador lo había concebido para cinco años.

Los diarios Granma y Juventud Rebelde le dieron una amplia cobertura al asunto. Sin embargo, con antelación, en el mes de abril, ya el semanario Trabajadores había informado que en la provincia de Santiago de Cuba, en el primer trimestre solo se había cubierto el 39% de las necesidades de condones.

La dudosa solución fue comunicarse con los suministradores chinos para que se responsabilizaran con la estabilidad del producto por cinco años. Las informaciones no precisan cómo pudieron lograr que estos fabricantes cedieran su lógica cobertura a favor del cliente cubano.

Se inició entonces un re-etiquetado de la fecha de vencimiento, que ha provocado lógica desconfianza en una población acostumbrada a que la engañen. Pero, en general, las causas del desabastecimiento parecen ir más allá del simple estampado de la fecha de vencimiento.

El 30 de noviembre de 2009, se informó que en ese año se comercializaron 100 millones de condones (8,33 millones mensuales), que daban un promedio de casi once condones por cada habitante menor de 59 años. En 2012, fueron comercializados solamente 59 millones de condones (4,9 millones por mes), unos 6,5 por habitante de esas edades. No se ha informado cuáles fueron los niveles de abastecimiento en 2013.

La drástica reducción del 41% de suministros en solo tres años tiene que estar ligada a la crítica situación económica del país. La más barata unidad de un condón, de la marca Momentos, en el exterior cuesta 10 centavos de dólar, por lo que cien millones implicarían una erogación de 10 millones de dólares. Eso sin contar las compras de Vigor, una marca de condones con un costo tres veces mayor.

Paralelamente con esa irresponsabilidad, el virus del VIH-Sida crece en el país y la vía más frecuente de contagio son las relaciones sexuales desprotegidas. En 2003, se reportaban oficialmente 5,146 seropositivos, de los cuales 2,247 se registraban como enfermos de Sida y 1,117 habían muerto.

Cinco años después, se informaban 10,655 infectados (2,1 veces más), con 4,070 enfermos de Sida y 1,778 muertes. En 2013, las cifras oficiales indicaban un notable incremento, los seropositivos ya alcanzaban 19,781 para un aumento de 3,8 veces con respecto a 2003, y los portadores de Sida ascendían a 8,037, y los muertos 3,302. Actualmente, no hay cubano que no tenga un familiar o un conocido con Sida.

Las nuevas detecciones que arrojan las siempre dudosas cifras oficiales indican un progresivo incremento. La Dra. María Isela Lantero, jefa del Programa de ITS y VIH-Sida del Ministerio de Salud Pública, en 2006 había advertido que la gran mayoría de los seropositivos se contagiaban con personas que no sabían que eran portadores.

La situación continúa sin mejoría, pues se informó que el 40% de los diagnosticados en 2013 no se sometían a pruebas desde hacía más de 3 años.

Los hombres que tienen sexo con hombres son el 64,8% del total de portadores del VIH, unos 12,819, por lo que constituyen un sector altamente vulnerable.

Si se tiene en cuenta que, según el Censo de 2012, la población masculina de 12 a 49 años ascendía a más de 3 millones 200 mil personas, y de ella el 4,6% son homosexuales, se elevan a más de 148 mil los que están fuertemente amenazados por el desabastecimiento de preservativos.

Una evidencia más de un régimen que no limita los gastos para la represión política y policial, restringe al máximo las erogaciones en artículos indispensables y, como en el caso de los condones, altamente sensible a la salud humana.

Texto y foto: Arnaldo Ramos Lauzurique
Cubanet, 26 de junio de 2014.
Leer también: Condones viejos como ollas de Fidel.

viernes, 15 de agosto de 2014

Cuando cae la noche en La Habana...



Natasha (nombre ficticio), 22 años, demora casi dos horas en acicalarse, antes de comenzar su ronda nocturna por bares privados y discotecas.

Pasada las 11 de la noche, se va al Túnel, una discoteca del municipio Diez de Octubre, ubicada en un antiguo refugio antiaéreo edificado a fines de los 80, cuando Fidel Castro se preparó para una inminente invasión yanqui que nunca llegó.

Desde su Samsung Galaxy, Natasha le envía mensajes a su piquete de amigas, les pide encontrarse a la entrada de la disco. “Sabemos a la hora que empieza la fiesta, pero no a la que termina. Excepto los lunes, que suelo descansar, el resto de la semana es fiesta y pachanga”.

La joven no estudia ni trabaja. Pero es la encargada de llevar comida a su casa, darle dinero a su madre y mantener a su padre, un alcohólico inútil.

Tiene un pacto tácito. “Les doy los ‘fulas’ y ellos se ponen un zipper en la boca. Mientras el frigidaire (nevera) esté lleno de comida y a mi padre no le falte dinero para comprar ron, viran la cara hacia otro lado y me dejan hacer”, confiesa.

Luego de bailar reguetón y timba agresiva, tomarse media docena de cerveza Corona, Natasha y sus amigas planifican el siguiente paso. “Le llamamos ‘cazar al punto’. Siempre estamos atentas de quién nos invita a tomar cerveza, bailar o halar una raya de melca (cocaína). La buena pinta de un tipo, el grosor de la billetera o si tiene auto o moto, es la mejor identificación. Pero hay que tener precaución, en la farándula habanera hay un montón de especuladores (alardosos)”.

Después que se apagan las luces de la discoteca, sigue la fiesta. “Nos vamos a un bar privado o una cafetería que esté abierta las 24 horas, a seguir tomando cerveza, fumar marihuana, darle al ‘cambolo’ o tragar Metil y Parkisonil”, dice Natasha.

Aprovisionarse de drogas o sicotrópicos no es difícil cuando se conoce a los compradores. En la parte vieja de ciudad, en cuarterías ruinosas, se puede adquirir una amplia gama de sicotrópicos y drogas duras o blandas.

Desde cocaína, entre 50 o 60 pesos convertibles el gramo, marihuana importada a 5, hachís a 20, anfetaminas a dólar la pastilla, y a 5 cuc la siniestra ‘piedra’, una combinación letal de cocaína y bicarbonato, una de las drogas de moda en La Habana nocturna.

“Después que ‘cuadramos’ el precio con el cliente (20 cuc la noche por sexo individual, 25 para cada una por un cuadro lésbico y 35 por sexo en grupo), comienza la bebedera y el relajo. Mientras los tipos preparan un par de ‘bazucos’ (marihuana con cocaína), hacemos un 'estriptís' a ritmo de reguetón. A veces nos enredamos con el cliente dos o tres días. Pero cuando llego a mi casa tengo 60 o 70 cuc en el bolso. No me quejo, es la vida loca que me gusta”, apunta Natasha.

Como ella, exiten muchas chicas en la capital, que se prostituyen a la salida de las discotecas. Para ellas, la vida se resume en cerveza, sexo, drogas y reguetón.

No hay apartheid sexual ni racial. Da igual que seas blanco, negro o mestizo. Si eres dueño de un auto o una moto, siempre serás un buen cliente. Y cuando se pesca un extranjero, entonces, como dice Natasha, “le dimos la patada a la lata”.

Iván García
Foto: Cuando cae la noche en La Habana, muchos jóvenes prefieren pasar el rato conversando y cogiendo fresco en el muro del malecón. Tomada de Galicia Única, revista digital independiente.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Jineteras de verano



Noemí (nombres cambiados), trigueña de facciones finas y cuerpo cincelado tras muchas horas en el gimnasio, no cree que el verano sea una temporada baja para la prostitución habanera.

“Siempre hay mercado. Cada vez entran al juego nuevos clientes, quienes ganan un billete con sus negocios particulares. Es verdad que hay menos turistas extranjeros. Pero una jinetera debe saber alternar en las dos canchas, la de los ‘yumas’ y la de los cubanos. Tampoco es cosa de rebajarse como hacen las ‘matadoras de jugadas’. Si se sabe elegir bien a la presa, además de movido, el verano puede ser beneficioso”, confiesa.

Contrario a otras actividades económicas, como la ganadería o la zafra azucarera que apenas crecen o languidecen, el mercado sexual en La Habana probablemente vive sus mejores horas.

Ya el acoso policial no es tan férreo y hay chicas o chicos para todos los gustos y precios. Existen jineteras de barrios marginales que por media docena de cerveza clara o fumarse un ‘yayuyo’, una mezcla agresiva de una piedra ligada con bicarbonato y cocaína regada con marihuana, terminan la noche practicando sexo oral a un grupo de jóvenes en una cancha deportiva abandonada.

Luego están las baratas, vestidas con shorts cortos y ajustados, escotes provocativos, maquilladas con tonos subidos y exceso de perfume, que en las afueras de centros nocturnos, bares y calles céntricas te hacen propuestas descaradas.

Lucila es una de ésas. Tiene una carta de precios, pero si el cliente va en retirada sabe negociar. “La cosa está mala. En la calle hay una cantidad tremenda de putas. Cuando atrapas a un ‘punto’ debes hacer todo lo posible para que no se te escape. Yo hago una ‘completa’ (sexo vaginal) por 5 cuc. Tres por chupar y dos por una paja. Pero estoy abierta a negociar otros precios. Es preferible pellizcar algo por aquí y por allá que llegar a casa sin dinero”, explica Lucila.

Estas jineteras hacen sus rondas por bares cochambrosos de La Habana o en los alrededores de casas de juegos ilegales. Lucila considera que el verano es la mejor etapa de la ‘lucha’ (negocio).

“Por la mañana puedes ir a las playas del este, a cazar clientes. También hay más fiestas populares y muchas personas están de vacaciones y se acuestan tarde en la noche”, asegura.

Para los de bolsillo amplio, las opciones son mayores. Gilberto, soltero y dueño de un negocio de hospedaje, en sus ratos libres sale con un grupo de amigos, a montar orgías lésbicas con chicas jóvenes y atractivas.

“En varios sitios de la capital encuentras puticlubs discretos, camuflados como bares, donde hay hasta gogó. Se pacta un trato con el proxeneta o con ellas. Si todos estamos de acuerdo con el precio, partimos a la fiesta”, dice Gilberto.

Norberto conoce personas que en su teléfono móvil tienen un catálogo de fotos con jineteras espectaculares. “El tipo te va cantando el precio mientras pasa las fotos. Los precios oscilan entre 15 y 50 cuc, tu escoges. Muchas chicas parecen modelos de revistas”, señala.

En el verano se activan las jineteras a domicilio. “Por lo general suelo tener clientes fijos. Tipos solteros o divorciados, también casados que alquilan una habitación. La confianza es mutua. Lo mismo pasamos una noche con él, que nos vamos un fin de semana a un hotel en Cayo Coco. Tengo cuatro clientes de ese corte. No te ven como una prostituta y siempre tienes dinero en la cartera. Mi familia no lo sabe, mi novio sí, pero no le importa. Gracias a mí, vamos a discotecas de primera, podemos comprar ‘melca’ y beber cerveza importada”, cuenta Jennifer, quien este verano termina el bachillerato.

Noemí es una jinetera de éxito. Ella prefiere trabajar con extranjeros o cubanos residentes en Estados Unidos. “Pero la plata se necesita todo el año, no solo seis meses. Entonces trato de enganchar a un hombre o una mujer, maduros e instruidos, que tengan alto nivel de vida y no sean tacaños. No abundan, pero en La Habana se pueden encontrar”.

Siete años atrás, una noche lluviosa de otoño, Noemí metió su ropa en una mochila negra, entre sus senos guardó 650 cuc ahorrados y en Camagüey, provincia a 500 kilómetros de La Habana, abordó un tren rumbo a la capital.

Las cosas le han salido bien. Hoy tiene varios ‘novios’ extranjeros y con el dinero ganado se compró un pequeño apartamento.

Todos los meses le gira dinero a su madre. Su sueño es marcharse de Cuba. “Puede que se dé o no. Pero lo que sí es seguro que a Camagüey no regreso. De La Habana solo viajo a Miami, Madrid o Roma. Para atrás, ni para coger impulso”.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.

lunes, 11 de agosto de 2014

Empinar el codo, deporte nacional



Las cosas le iban bien a Ricardo. Ganaba suficiente dinero traficando alimentos robados en un hotel cinco estrellas. Cada sábado, al caer la tarde, con un grupo de amigos se sentaba en un bar de la Avenida del Puerto, frente a las sucias aguas de la bahía de La Habana.

“En un día malo me buscaba no menos de 100 dólares. Tenía resuelto el problema de la comida en casa y no me faltaba lo esencial para que mi familia viviera desahogadamente. Por hobby comencé a beber, para alejarme del aburrimiento. Fue gradual. Comencé con varios socios, bajándonos dos cajas de cerveza Cristal. Después, estábamos hasta doce horas empinando el codo. Terminaba en el hotel y me iba a beber. Invitaba a cualquiera. A veces gastaba los 100 o 150 dólares que por la izquierda me buscaba en cada jornada ”, cuenta Ricardo.

Las fiestas nocturnas fueron subiendo de intensidad. Jineteras, bazucos de marihuana y cocaína, regados con exceso de cerveza clara y ron añejo. En el otoño de 2011, Ricardo perdió el trabajo.

Pero la dependencia al alcohol siguió cuesta arriba. “Cuando gasté el dinero ahorrado en bebederas y vacilones, comencé a vender ropa y los electrodomésticos de la casa. Me separé de mi esposa. Dormía en un portal o edificio deshabitado. Toqué fondo. Una mañana, mi padre cargó conmigo para la consulta de alcohólicos anónimos del Hospital Clínico Quirúrgico”, confiesa Ricardo.

Ahora sigue un tratamiento y cree que está a tiempo de encaminar su vida. Olga, psicóloga especializada en casos de alcoholismo y drogadicción, señala: “Tenemos una realidad política y económica que ahoga a muchos ciudadanos. Entonces se rinden ante el alcohol o las drogas. No siempre las consultas son efectivas. Uno de cada tres recae con más fuerza en sus vicios”.

Según un despacho de la agencia EFE, Chile es el primer país de América Latina con mayor consumo de alcohol per cápita. Entre 35 naciones del continente, Cuba aparece a la mitad de la tabla, en el lugar 15, con 5,2 litros de alcohol al año.

“Si fuera así, estaríamos bien. Es probable que en el caso de Cuba esa estadística se refiera solo a las bebidas que se venden en moneda convertible. Aquí se toma por todo y a toda hora. Cualquier cosa es un buen pretexto para beber ron o cerveza”, apunta la psicóloga.

Especialistas sanitarios de la isla reconocen que el consumo de alcohol alcanza cotas peligrosas. En el verano de 2013, en una mesa redonda televisiva titulada “El alcohol encima de la mesa”, el doctor Ricardo González, director del Servicio de Adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana, admitió que "el alcoholismo no es un fenómeno relacionado con personas de actitudes marginales", si no que se trata de un fenómeno extendido a toda la población, con preocupante incidencia entre los jóvenes.

El alcoholismo o dipsomanía se encuentra entre las diez primeras causas de muerte en Cuba. Los expertos reconocen que en los últimos 20 años el consumo de bebidas alcohólicas ha aumentado considerablemente. Un estudio efectuado por un equipo multidisciplinario del hospital Carlos J. Finlay, asegura que 9 de cada 10 suicidas son alcohólicos.

La dipsomanía también causa muertes por riñas callejeras, envenenamientos, accidentes de tránsito, cáncer gástrico, cirrosis hepática y pancreatitis hemorrágica, entre otras. Según cifras oficiales, un 45% de la población cubana mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas.

En Cuba los bebedores se pueden clasificar en tres grandes grupos: ocasionales, sociales y adictos. También de acuerdo a su status económico.

Mientras los cubanos solventes toman solo cerveza importada o nacional de calidad superior, ron añejo Caney, Santiago o Havana Club Reserva 7 años, un segmento grande de la población bebe cerveza infame de cuarta categoría, ron de baja calidad y en el mejor de los casos Planchao, una cajita de cartón de medio litro de ron blanco que se ha transformado en la bebida más popular, pues cabe en cualquier bolsillo.

Luego están los alcohólicos incurables que beben el trago de los olvidados. Un ron casero que se purga con carbón industrial o mierda de vaca. Tienen una colección de nombres, algunos bastante folclóricos: Bájate el blúmer, Chispa de tren, Hueso de tigre, Se acabó el abuso o El colirio de los guapos.

La habanera Mercedes se dedica a la venta de ron casero en su casa. “Yo vendo desde medio litro a 10 pesos a una botella en 20. Un vaso cuesta 5 pesos. En una semana vendo hasta 40 botellas”.

Nelson es uno de sus mejores clientes. Come poco y mal, en cualquier fonda hedionda o restos de alimentos en latones de basura. Se baña cuando se acuerda y duerme encima de cartones, en el pasillo de un edificio en el barrio de La Víbora. Su barba raída y sucia le ha dado sustos: al verse en el espejo ha llegado a creer que es otro hombre. Siempre anda con un botellín plástico en el bolsillo trasero de un pantalón remendado.

Junto a un grupo de mendigos, desde que sale el sol, beben con parsimonia pequeños tragos de ron casero. Ganan un poco de dinero chapeando canteros o vendiendo artículos viejos y libros de uso. La vida de Nelson es un dramático círculo vicioso. Alcohol, comer algo, dormir unas horas y, de nuevo, el buche de alcohol.

El régimen de Fidel Castro propició una siniestra subcultura alcohólica. No hay un solo municipio que por lo menos no tenga una pipa para vender cerveza a granel. En cualquier acto de apoyo al gobierno, se monta la pachanga donde no falta la venta de ron y cerveza.

Las fiestas populares de los pueblos en la Cuba profunda se han convertido en música estruendosa, quioscos con ofertas de fiambres y pipas de ron y cerveza de baja calidad, cuyo único fin es emborrachar a la gente. Luego orinan en plena calle, hacen el amor en cualquier recodo o inician broncas a machetazos cuando es excesivo el alcohol consumido.

En bateyes perdidos de la geografía isleña, donde una vez existieron centrales azucareros, muchos pobladores, como piratas, beben a pulso un alcohol pendenciero que te saca lágrimas de los ojos.

En la capital y ciudades del interior, detrás del glamour de bares privados o por divisas, climatizados y con precios de infarto, encuentras cochambrosos cafetines estatales, donde los alcohólicos consuetudinarios desahogan sus penas y frustraciones.

Esos cafetines abren a las 9 de la mañana. En ellos se vende el peor ron posible y un brebaje con un sabor parecido a la cerveza. Sitios en tierra de nadie. Fuera del alcance de cualquier estadística.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.

viernes, 8 de agosto de 2014

Cuba: una sedición silenciosa



Después de estrujarse la cabeza en busca de un procedimiento jurídico que permitiera enviar a la cárcel al gánster de Chicago Al Capone, Elliot Ness y sus legendarios Intocables, utilizaron un arma clave para encarcelarlo: la evasión de impuestos.

El Tío Sam te da el derecho constitucional de expresarte libremente y asociarte, pero si dejas de pagar un centavo de los Taxes puedes ir a chirona. Claro, se pagan salarios justos, existen sindicatos y tribunales independientes del Estado, convenios salariales con las empresas y derecho a huelga.

También el contribuyente puede requerir al fisco qué hace con su plata si observa hospitales, escuelas públicas y parques desguazados o autopistas repletas de baches, como en Cuba, donde las carreteras son auténticas minas terrestres.

No creo que los esfuerzos de la disidencia, acorralando a los Castro para que cumplan con procedimientos jurídicos plasmados en su propia Constitución, o crear un estado de opinión que los fuerce a ratificar los Pactos de la ONU firmados en 2008 culminen con éxito, pese a ser caminos legítimos que dejan al descubierto la esencia dictatorial del gobierno.

Ahora mismo, lo que está socavando las estructuras del añejo e inoperante sistema es el robo en la producción y servicios, la ineficacia laboral y el fraude generalizado del contribuyente al fisco. No hay Estado que puede soportar esa elevada sangría financiera.

El resultado es palpable. Edificaciones que han costado cuatro veces su precio por el robo descarado de materiales de construcción, y que debido a su pésima calidad arquitectónica, al poco tiempo necesitan una reparación capital. Calles y avenidas mal reparadas que a la vuelta de un par de años necesitan un nuevo arreglo.

El robo y el fraude se suceden en todo el quehacer nacional. Es una cadena extendida que ha atrofiado el rendimiento, eficacia y calidad en los servicios. Y ha terminado por secar las cuentas del Estado.

Si el régimen de Raúl Castro se ha visto obligado a instaurar unas tímidas reformas económicas, es porque las arcas están vacías y la productividad por el suelo.

Podrá venir una legión de inversores extranjeros y empresarios cubanoamericanos como Fanjul, Saladrigas o Bacardí a inyectar cientos de millones de dólares a las desinfladas finanzas locales.

Mientras en cada obrero se lleve a casa un tornillo, un cocinero elabore una hamburguesa con menos carne y un usuario pague por la izquierda dinero al cobrador de la luz para que adultere la factura, Cuba nunca despegará en el terreno económico. Es como tirar dinero en un saco sin fondo.

Esa ‘contrarrevolución’ silenciosa es un formidable freno. Mientras exista la burocracia letal, el robo y las declaraciones de impuestos fraudulentas, la economía consumirá tres veces más petróleo, se recaudará menos dinero y cualquier trámite empresarial o personal acarreará largas colas y tiempo perdido.

Miles de familias que en 2005 recibieron electrodomésticos, a raíz de la 'revolución energética' de Fidel Castro, todavía deben dinero al fisco. Y el Estado sabe que la decisión de muchos es no pagar.

Cada fin de año, al exponer la renta jurada, el 75% de los trabajadores privados evaden los impuestos al declarar gravámenes muy por debajo de sus ganancias. La gente se siente estafada por el sistema. Y devuelven la pelota robando.

El chofer de un taxi particular que defrauda las arcas estatales o los que sustraen queso en una pizzería, están lejos de ser disidentes políticos. Incluso, en ese pacto macabro de complicidad que se ha establecido con el régimen, simulan lealtad, participan en marchas, reuniones del sindicato y hasta son militantes del Partido Comunista.

De regreso al tajo vuelve el robo. De cualquier cosa. Pintura, aceite o un cartón de huevos. 55 años de saqueo ininterrumpido, bien por ese bloque monolítico de burócratas y corruptos que se ha transformado en auténticos carteles mafiosos, un obrero o un pequeño empresario, han pulverizado las reglas de juego dentro de la sociedad.

A Fidel Castro no lo pudieron tumbar las guerrillas en las montañas cubanas en los años 60. Los actuales proyectos opositores muestran al desnudo la vena autocrática de gobernantes que se venden como ‘revolucionarios y de izquierdas’, pero para sobrevivir apuestan por el peor capitalismo de Estado.

Tengo mis dudas si la disidencia puede abrir un boquete en su línea de flotación. Tampoco artículos críticos o cartas de condena harán mella en el poder casi absoluto del régimen.

Una combinación de huelga de brazos caídos, carteles mafiosos conformados por burócratas, saqueo sistemático del fondo productivo y evasión fiscal, es la que que pondrá de rodillas y obligará a capitular a los octogenarios hermanos .

Al igual que Eliot Ness pudo llevar a la prisión de Alcatraz al sanguinario Al Capone con artimañas impositivas, el sepulturero de la revolución de Fidel Castro será esa masa en apariencia obediente y silenciosa conformada por cubanos de a pie.

Iván García
Foto: Tomada del blog El Palenque de Dihigo.

jueves, 7 de agosto de 2014

Censurar al periodismo incómodo



La democracia como narrativa suena agradable. En cualquier sitio del planeta tiene partidarios dispuestos a desafiar gobiernos autocráticos arriesgando incluso sus vidas.

En Cuba los demócratas también corren riesgos. Pregúntenle a cualquier Dama de Blanco o activista de la UNPACU. Palizas, detenciones breves y pende como una espada de Damocles una Ley Mordaza que sanciona a 20 años de cárcel a todos aquéllos que se oponen a los Castro.

Ahora, algunos disidentes cubanos pueden viajar al extranjero y denunciar los atropellos de su gobierno. Diez años atrás no era así.

En la primavera de 2003, 75 opositores pacíficos fueron sancionados a penas de cárcel entre 18 y 27 años solo por pensar diferente. Como arma solo tenían la palabra.

Entre los reos había 27 periodistas libres. Gracias a la presión internacional fueron excarcelados en 2010. La mayoría debió marchar al destierro. Los 12 que quedan en Cuba, técnicamente, están en libertad condicional. Si el régimen verde olivo así lo desea, pueden volver tras las rejas.

A pesar de que Martha Beatriz Roque, Jorge Olivera, Arnaldo Ramos o Ángel Moya son rehenes políticos de los hermanos Castro, ellos con entereza, continúan denunciando los abusos del Estado y apostando por la democracia.

Para todos. No para unos cuantos. Pero cuatro décadas antes de las redadas a los disidentes pacíficos de 2003, en una fosa de la Fortaleza Militar de la Cabaña, al este de La Habana, el gobierno de Fidel Castro fusiló y encarceló a miles de demócratas, cristianos o liberales que luchaban por libertades políticas y económicas y una verdadera democracia.

La historia del presidio político después de 1959 debiera ser un cuaderno de cabecera para cualquier disidente cubano. Los modos de operar y las estrategias son diferentes. Pero el fin es el mismo: un país que respete los estatutos democráticos.

Se sabe dónde está y cómo actúa el adversario. Pero de un tiempo acá han surgido nuevos actores. Trabajan en la sombra. Viven al otro lado del charco y son empresarios de bolsillo amplio que patrocinan proyectos disidentes a cambio de sumisión y acomodar el perfil según sus intereses.

Mientras critiques al gobierno de Raúl Castro y el estado de cosas, aplausos. Cuando tus notas reprochan el comportamiento y tímido desempeño de un sector de la disidencia, amenazas. O ninguneo.

Yo lo he vivido. Las tácticas son conocidas. Desde llamadas telefónicas sibilinas para que cambies de actitud hasta la guerra sucia. Igual te pueden acusar de agente de los servicios especiales en la isla que llamarte envidioso, colaboracionista o mediocre.

En nombre de una supuesta y falsa unidad, piden silencio y no sacar a la luz los trapos sucios. No pertenezco a ningún proyecto disidente y mis relaciones de trabajo con los medios para los cuales escribo se basa en el respeto mutuo y la plena libertad de expresión.

Desde luego, algunos textos pueden no interesar a los editores. Están en todo su derecho. Pero jamás he recibido presión de medios como Diario de Cuba, El Mundo, Infobae, Diario las Américas o Martí Noticias.

Ni las aceptaría. Lamentablemente no todos tienen esa independencia. Hace unos días, los patrocinadores suecos que financian el semanario Primavera Digital, fundado el 22 de noviembre de 2007, decidieron cortarle la ayuda utilizando como pretexto argucias demasiado tontas para ser creídas.

Fue un vulgar chantaje. Si quieren plata, deben hacer lo que pedimos. Por supuesto, Juan González Febles y su equipo de cerca de 40 colaboradores no aceptaron. El asunto es simple: escribir sin mandato.

Son periodistas incómodos. En sus notas describen y analizan la otra Cuba que el gobierno pretende ocultar. También con mirada crítica juzgan a ciertos sectores disidentes y el clan de millonarios cubanoamericanos de la Florida que sueñan con un nuevo trato con los hermanos Castro.

Uno puede estar de acuerdo o no con las apreciaciones periodísticas de los redactores y colaboradores de Primavera Digital. O con su diseño o formato. Pero nadie puede negarles el derecho a existir y tener su propia línea editorial. La cacareada libertad de prensa queda en dudas.

Esto se veía venir. Desde 2009, al menos que yo conozca, hay una puja por ocupar espacios y desplazar a un grupo de periodistas independientes que la llamada “nueva disidencia” considera ineptos y políticamente incorrectos.

Es una estrategia. Rehacer la historia ninguneando el pasado. Y, con el pretexto de que los decanos del periodismo independiente no dominan las nuevas tecnologías, marginarlos. No conozco la mano negra que está detrás. Pero si algunos ejecutores en La Habana.

Durante seis años tuve magníficas relaciones personales con Yoani Sánchez. Me consta de su labor de zapa. Mientras algunos optaban por dialogar, para salvar las lógicas diferencias que pueden existir en cualquier grupo, la bloguera prefería conquistar a periodistas independientes que trabajaban en Primavera Digital con promesas materiales o profesionales.

Esa noción de 'competencia y democracia' de Yoani Sánchez no puede ser aceptada. Pero ocurre que muy pocos en Cuba se atreven a criticar abiertamente sus métodos.

Si usted hace un sondeo entre los opositores y periodistas libres, percibirá una amplia antipatía hacia la bloguera. No es por un asunto personal o de bajas pasiones humanas. Es por su forma de proceder, de no respetar al prójimo y por su inveterada costumbre de hablar en nombre de los demás.

Muy pocos periodistas independientes se sienten representados por Yoani, en 2013 nombrada por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) como integrante de la comisión de libertad de prensa, un cargo que se supone debe velar por los intereses de todos los periodistas cubanos.

Ahora mismo, tras el grosero chantaje financiero que reciben los colegas de Primavera Digital, ni la SIP, Reporteros sin Fronteras o 14ymedio, web de la Sánchez, se han solidarizado con ellos.

La solidaridad ha llegado de la disidencia interna, de las Damas de Blanco y del exilio. Para los patrocinadores suecos de Primavera Digital, ya resultaban aburridos los reportes semanales de las marchas, palizas y represiones a la oposición cubana.

Querían gente joven. Comedida. Obediente. Y que la publicación no fuera descaradamente anticastrista. Los de Primavera lo están pagando.

Iván García
Publicado en Diario de Cuba el 7 de agosto de 2014.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Transporte público, siempre en marcha atrás



En el otoño de 1960, unos meses después que la administración de Dwight D. Eisenhower aplicara parcialmente un embargo económico y financiero a Cuba, en respuesta a las expropiaciones sin indemnizaciones por parte del régimen de Fidel Castro a propiedades de ciudadanos y compañías estadounidenses, el servicio de ómnibus público en la isla sufrió su primera crisis.

"Entonces, las 'guaguas' (buses) eran de la General Motors. Por falta de piezas, los vehículos procedentes de Detroit se comenzaron a amontonar en los patios de las terminales de ómnibus", cuenta Osvaldo, 65 años, chofer.

En el invierno de 1960, el gobierno de Castro suscribió un acuerdo con la empresa británica Leyland, que posibilitó la compra de poco más de 3,500 autobuses y camiones de carga.

Según el ingeniero cubano Manuel Cereijo, en 1958 en Cuba existían 303 empresas de transporte de pasajeros, con 4,459 ómnibus para el servicio público urbano e interurbano. "Funcionaban con la precisión de un reloj suizo", acota Servando, de 83 años.

En esa época, el país tenía 6 millones de habitantes y La Habana no superaba los 600 mil. Con la explosión demográfica o 'baby boom' de los años 60 y 70, más la ineficiente explotación por parte del Ministerio de Transporte, el servicio de ómnibus, trenes y taxis se fue agravando.

Trasladarse de un sitio a otro en la capital era una odisea. "Había que tener la preparación de un atleta para correr y abordar un ómnibus en marcha", señala Mario, 74 años, jubilado. Era habitual viajar enganchado en la puerta de la 'guagua' y en ocasiones subido al techo.

Con la chequera en blanco abierta por la URSS, se planificó el diseño de un Metro en La Habana, en consorcio con Pyongyang. Rita, 70 años, ama de casa, vivía en el edificio Focsa y recuerda a los técnicos norcoreanos con sus sellitos de Kim Il Sung en la solapa. Todo quedó en promesas.

A finales de los 70, con la atenuación del embargo por parte del presidente Jimmy Carter, la autocracia verde olivo adquirió autos Chevrolet y Ford en Argentina, que fueron destinados al servicio de taxis. También vagones de tren climatizados.

"En Japón compraron ómnibus Hino, para uso urbano e interprovincial. Eran cómodos y buenos", dice Rolando, 63 años, cuentapropista. Pero a la vuelta de unos años, la probada incompetencia de las instituciones del Estado volvió a generar una nueva crisis en el transporte metropolitano.

El régimen abrió la billetera y adquirió autobuses Pegaso en España e Ikarus en la Hungría comunista. En un taller ubicado en Guanajay, en las afueras de La Habana, se instaló una línea de montaje para ensamblar ómnibus.

En los 80, rodaban 2,500 ómnibus y existían casi 100 rutas en la capital. La flotilla de taxis rondaba los 3 mil autos. Así y todo, no daban abasto. Rutas como la 2, 4 o 10, con frecuencia cada tres minutos, viajaban atestadas de pasajeros.

Pero la auténtica catástrofe estaba por llegar. Con el inicio del Período Especial, una guerra sin bombardeos aéreos, el transporte público entró en caos. "Era tan complicado viajar al interior que yo estuve varios años sin poder visitar a mi familia en Baracoa", rememora Rosalía, 52 años, maestra. Probablemente se llegaba más rápido en una balsa a la Florida que a Manzanillo en tren.

Fue cuando surgió el camello. Un invento de algún ingeniero sádico, que a un camión diésel le adaptó un remolque chapucero de aluminio capaz de transportar hasta 300 pasajeros.

Los camellos desparecieron de La Habana en 2008, pero aún se cuentan anécdotas. La gente les decía "la película del sábado": no aptos para menores, lenguaje de adultos y sexo.

Se dice que más de una joven salió embarazada sin tener contacto físico. Es una exageración, pero los aberrados sexuales, como los carteristas, hacían ola en aquellos espantosos vehículos. Algunas broncas dentro de los camellos fueron más espectaculares que una final de boxeo.

Cuando Hugo Chávez se instaló en Miraflores, el régimen tuvo un respiro. Además de mecenas, el ex paracaidista, conectó una manguera de petróleo y dólares hacia Cuba. Castro I volvió a intentar recuperar el transporte público.

Con un crédito de China, compró poco más de mil ómnibus. Metrobus, la empresa que actualmente gestiona el servicio de transporte urbano, diseñó 16 rutas por las principales arterias de la ciudad. Se les denominó con la sigla P. Se compraron ómnibus Yutong, Liaz y Maz. La frecuencia era entre 5 y 10 minutos en horario pico.

Pero a los tres años volvió asomar la crisis, el estado natural del transporte público en Cuba. En la primavera de 2014, más de 170 ómnibus articulados, de un parque de 470, están parados por falta de piezas de repuesto.

El transporte interprovincial, que había dado un salto cualitativo, anda de capa caída. Viajar en tren es casi una aventura. "La última vez que fui a Santiago de Cuba, estuve 22 horas montada en un tren. Y con el riesgo de que me robaran el equipaje", confiesa Yusleida, 25 años, jinetera. Se refiere a los rateros, que pululan en todas las estaciones ferroviarias.

En La Habana funciona un servicio de taxis de recogida en moneda dura. Con solo llamar al 855-5555 te pasan a buscar. Igual demoran 20 minutos que dos horas. O no te recogen.

En 2010, tras la ampliación del trabajo privado decretado por el General Raúl Castro, alrededor de 10 mil taxis particulares -casi todos con carrocerías de hace 60 años y motores modernos- circulan por las calles habaneras. Es el único medio eficiente.

No pocos autos parecen ruinas con neumáticos. Sucios y peligrosos, sobre todo después de la adaptación artesanal de motores de gas por parte de algunos dueños. Verdaderas bombas rodantes.

Pero si deseas llegar a tiempo a tu destino, se los aconsejo. Durante el trayecto, los pasajeros narran historias y critican el estado de cosas en Cuba. Por solo 10 pesos (0,50 centavos de dólar) se le puede tomar el pulso a La Habana.

Iván García
Foto: Tomada de Primavera Digital.

lunes, 4 de agosto de 2014

Zafras azucareras, peor que hace un siglo



En medio de las lluvias de primavera y el calor intenso, una docena de ingenios azucareros de la Cuba profunda siguieron moliendo. “Es un disparate seguir produciendo azúcar en junio. Incluso con el precio del azúcar rondando los 40 centavos de dólar en el mercado mundial, los rendimientos y costos generan más perdidas que beneficios”, asegura un experto.

Han pasado 44 años desde aquel lejano 1970, cuando la isla produjo 8,2 millones de toneladas de azúcar. Aquellas cifras hoy parecen un sueño insuperable. En la zafra 2009-2010, el sector tocó fondo al registrar la peor producción en un siglo, con tan solo 1,1 millones de toneladas.

Cuba, antaño azucarera mundial, en las dos últimas décadas se ha visto obligada a exportar azúcar de Brasil y República Dominicana para el consumo del sector turístico.

Raúl Castro ha intentado revitalizar la otrora primera industria nacional. En 2012 cerró el Ministerio del Azúcar, un descomunal entramado de burócratas con un presupuesto y estructuras solo superados por las Fuerzas Armadas.

Con un tercio de los antiguos empleados, fundó una empresa estatal llamada Azcuba, en un intento por buscar eficiencia y ganancias netas en una producción que debido a sus múltiples materias primas, se ha revalorizado a nivel planetario en los últimos años.

Pero todavía no se han concretado grandes resultados. Los crecimientos son intrascendentes en una economía que hace agua por todos lados. La zafra 2012-2013 produjo poco más de un millón 500 mil toneladas de azúcar, a pesar de una planificación minuciosa de la cosecha, del petróleo a consumir por los medios de transporte, insumos a los cortadores de caña, piezas de recambio a las maquinarias de los ingenios y rendimiento por caballería de tierra sembrada de caña que se debía obtener.

Incluso, de manera inédita en los últimos 55 años tras la incautación de los centrales azucareros por parte de Fidel Castro, a una firma extranjera, la brasileña Odebrecht, se le permitió administrar el ingenio 5 de septiembre, en la sureña provincia de Cienfuegos a 300 kilómetros de La Habana.

Azcuba aspiraba a crecer el año pasado un 20% en comparación con la zafra de 2012. No fue posible. Y quedó un 11% por debajo de lo planificado. Y aunque los cintillos de prensa recalcaban que la zafra de 2013 era la mejor en los últimos 9 años, las menguadas finanzas del país dejaron de ingresar 55 millones de dólares.

Para 2014 se esperaba un alza del 18%. Tampoco se logró. Con centrales aún moliendo, se raspa 1,6 millones de toneladas. Y se han dejado de producir 192 mil toneladas de azúcar.

El crecimiento, al compararlo con la zafra 2013, fue de un 3%. Al margen de cómo se mire el vaso, si medio lleno o medio vacío, la autocracia verde olivo infla el pecho y afirma que en las ultimas cuatro zafras se han tenido crecimientos moderados.

Pero si analizamos teniendo de fondo las zafras promedios en la historia de Cuba, la actual no solo incumplió una meta ya de por sí exigua, simplemente ha sido un fracaso. Otro más.

Fidel Castro ha sepultado bajo tierra, muy hondo, a la antigua primera industria cubana. Se puede discrepar, culpar al 'bloqueo', el clima o a los huracanes de esa ruina. Pero los disparates en la planificación de las molidas, baja productividad por hectáreas y zafras que se extienden desde el otoño hasta las puertas del verano solo demuestran una ineficacia abrumadora.

Pregunté a un experto azucarero, actualmente jubilado, por qué desde hace 10 años la producción azucarera no supera la barrera de los 2 millones de toneladas.

“Para conocer qué ha dejado de funcionar en las actuales campañas azucareras, hay que hacer un poco de historia. Desde 1911, en la Cuba republicana, la producción azucarera fluctuaba entre 5 y 7 millones de toneladas. Eran zafras que rara vez superaban los 3 meses. La productividad por hectáreas estaba entre las mejores del planeta. A nivel de Hawai o cualquier potencia azucarera de entonces. La industria era una joya. Su eficiencia estaba entre las de los líderes mundiales. Con la llegada de Fidel al poder en 1959 comenzó el lento declive”, explica el experto.

“Los disparates y el voluntarismo se sucedían a granel. La falta de piezas de repuestos para la maquinaria de los ingenios y la insuficiente capacitación del personal técnico de los centrales, que ocupaban puestos importantes gracias su lealtad política, fue minando la industria azucarera. En su delirio, Castro se involucró a golpe de autoritarismo en el sector del azúcar. Sus planes descabellados hicieron mucho daño. Por puro capricho sustituyó la variedad que se sembraba en los campos cubanos, muy resistente a plagas y con alto volumen de sacarosa. La zafra de los Diez Millones en 1969-1970 fue el tiro de gracia a la industria azucarera. Esas secuelas aun le están pasando factura a la producción de azúcar”, cuenta el funcionario jubilado.

En su opinión, Fidel Castro fue como un huracán devastador o una plaga dañina. “No solo se planificaba de forma errónea la campaña azucarera, también se desperdiciaban los subproductos que genera la caña. Potencias azucareras como Brasil aprovechan todo de la caña. La caña no es solo azúcar o alcohol. Sirve para producir muebles de excelente factura, proteína animal y medicinas. Tiene disimiles cualidades para explotar”.

En la época de la Guerra Fría, cuando Castro se alió al comunismo soviético, Cuba vendía a precio preferencial su cosecha azucarera. No faltaban los insumos, fertilizantes, maquinarias o cortadoras de caña. En la provincia de Holguín, a 800 kilómetros de la capital, se levantó una fábrica con tecnología rusa que producía cortadoras de caña.

Ya para finales del siglo XX, todo el andamiaje azucarero se fue demoliendo. De los 169 centrales existentes en la isla solo un tercio está en funcionamiento. En 2002, Fidel Castro diseñó la Tarea Álvaro Reinoso, un plan que de manera camuflada envió al paro a miles de obreros azucareros.

Un detalle. En la actual zafra , 49 ingenios cubanos estuvieron moliendo para alcanzar 1,6 millón de toneladas de azúcar. En el estado de la Florida, Estados Unidos, 6 centrales azucareros alcanzan anualmente dos millones de toneladas.

Aparquemos a un lado la ideología. Y con cabeza fría, datos y cifras en la mano, comprobemos quién es el culpable del desplome azucarero cubano. Todas las evidencias apuntan a Fidel Castro.

Iván García
Foto: Cortando de caña de azúcar en Cuba a principios del siglo veinte. Tomada del blog Bugatti.

viernes, 1 de agosto de 2014

Futurama: Cómo se veía el futuro en 1939



No, no se trata de la serie de animación de Matt Groening, pero si alguien se ha preguntado alguna vez de dónde le viene el nombre a este exitoso producto televisivo, la respuesta está en una exposición del año 1939.

Como parte de la Exposición Universal de Nueva York (1939-1940) una exhibición llamada Futurama se propuso mostrar cómo sería la vida pasadas dos décadas. El 30 de abril se cumplieron 75 años de su inauguración.

Se diseñó un escenario en el que había carreteras de 14 carriles, llenas de miles de coches que evitarían chocarse mediante un sistema de radiocontrol. Los rascacielos tendrían 400 metros de altura y un helipuerto en la parte superior, mientras que en las zonas urbanas los peatones caminarían por vías levantadas encima de las calles por donde circularían los coches. En el campo tendría lugar una revolución científica, los cultivos estarían protegidos mediante productos químicos de las plagas y la polinización se impulsaría artificialmente.

Todo esto se imaginaba en 1939, en la cúspide del progreso científico que se venía desarrollando desde el siglo XIX. Las exposiciones universales habían surgido como un reflejo del optimismo por la ingeniería y los avances técnicos, con el objetivo de mostrar y asombrar al público con las últimas invenciones. La de Nueva York de 1939-1940 es la primera que no se recrea en los logros ya conseguidos sino que se aventura a prever cómo será el futuro. El lema de la exposición fue Construyendo el mundo de mañana.

Ente todas las exhibiciones dentro de la Expo de Nueva York la que más atrajo la atención del público fue Futurama. Se trataba de una gran maqueta que se veía como una especie de diorama descomunal, donde los espectadores recorrían el campo y la ciudad de 1960 como si lo hicieran desde un avión. Los 3.300 metros cuadrados de maqueta, llenados con medio millón de edificios, un millón de árboles de 13 especies diferentes y 50 mil coches en miniatura, se montaron en el pabellón de General Motors. El artífice de la obra fue el diseñador industrial Norman Bel Geddes.

“Welcome to the world of tomorrow” es la primera frase que se pronuncia en la serie de televisión Futurama y es un guiño al lema de la exhibición de 1939, pese a que en la traducción al castellano se cambie el ‘mañana’ por un ‘futuro’ más adaptable. De la misma manera que Fry ve su nuevo mundo a través del cristal, la maqueta animada que creó Norman Bel Geddes mostraba las maravillas del futuro dentro de veinte años.

Las ciudades aparecían rediseñadas por completo, con cambios en la arquitectura, rascacielos por doquier y peatones caminando a una altura por encima de la circulación de los coches. Las áreas industriales, comerciales y residenciales estaban separadas para mayor eficiencia y comodidad. Abundaban los parques grandes en medio de las urbes y los rascacielos de más de 400 metros de altura tenían un lugar para que helicópteros y otros vehículos con autogiro aterrizaran en su tejado.

Bel Geddes previó que el movimiento de personas y bienes era imprescindible para la vida moderna y la prosperidad. Asimismo concibió el coche como el medio de transporte masivo en el futuro, algo asombroso en un tiempo en el que poca gente contaba con un vehículo y prácticamente no existían las autopistas. En consecuencia diseñó un sistema de autopistas que comunicaría todo Estados Unidos soportando velocidades de más de 160 km/h.

También imaginó la construcción de un enorme número de viviendas cómodas para los trabajadores, que cada vez contarían con más tiempo libre, motivo por el que proliferarían los parques de atracciones. Por otro lado, plantas hidroeléctricas con presas darían electricidad a cientos de kilómetros a la redonda. En Futurama los avances técnicos y científicos modifican radicalmente las prácticas agrarias. Los cultivos están protegidos artificialmente de insectos y todo tipo de enfermedades, la polinización se impulsa de forma artificial para aumentar la productividad y la fruta se cultiva en invernaderos individuales.

Lo que vendía Futurama era simple y llanamente modernidad, el entusiasmo más apasionado por el progreso y cómo éste dibujaría el futuro. Todavía la situación era dura en Estados Unidos, con la población asomando apenas la cabeza tras la Gran Depresión, y la exposición suponía mirar al futuro con un enfoque esperanzador.

Era una promesa de una vida mejor, auspiciada por la ciencia y los avances técnicos. Se formaban largas colas de hasta cuatro horas para entrar en la exhibición. Según el semanario Bussiness Week, 30 mil personas acudían diariamente.

La Expo de Nueva York estuvo abierta desde 1939 hasta 1940, cuando la Segunda Guerra Mundial ya había estallado en Europa. Al abrir sus puertas, la Expo de Nueva York y Futurama desprendían un ideal sofisticado, animoso, pero cuando terminó, pese a que Estados Unidos aún no había entrado en la guerra, el escenario era más bien sombrío.

Los detalles a los que antes se había restado importancia ahora tomaban sentido en toda su envergadura. Alemania no acudió a la exposición universal, mientras que la Unión Soviética abandonó su pabellón antes de que concluyera el evento. Por entonces, países como Francia, Polonia o Bélgica habían sido sometidos por el Ejército alemán.

Futurama tuvo el sabor de la ciencia ficción atado a una propuesta creíble. Este cóctel contribuyó al asombro de los visitantes y posteriormente su estética latió en el cine y en la publicidad de las próximas décadas. Bel Geddes acertó en algunas prospecciones, erró en otras y se quedó corto en otras tantas.

Mientras que los helipuertos y las grandes autopistas existen hoy día, su sistema en los coches para evitar accidentes mediante radiocontrol va en la línea de la experimentación con los vehículos autónomos, con sus comunicaciones V2V (vehicle to vehicle).

El diseñador industrial prevé con antelación los problemas de tráfico que se generarían en el futuro y en Futurama propone sus soluciones. Entre estas medidas están separar la circulación de vehículos de las zonas de peatones o controlar el tráfico para establecer velocidades mínimas y máximas según corresponda.

En la exhibición también había lo que a todas luces parecen excentricidades que han quedado anticuadas, como un aeropuerto circular con un hangar giratorio, que puede orientarse en la dirección del viento.

Pronto todos los aviones serían lo suficientemente potentes como para no necesitar el viento a su favor en las maniobras de despegue y aterrizaje. Este patinazo anecdótico recuerda al argumento de la novela El túnel, del alemán Bernhard Kellermann, donde se confrontan el optimismo entusiasta por el progreso inmediato con el pragmatismo que ofrece el paso del tiempo.

Pablo G. Bejerano
El Diario, España, 5 de mayo de 2014.
Foto: Los visitantes veían la exhibición como si sobrevolaran el terreno. Tomada de El Diario.