lunes, 10 de noviembre de 2014

Lo que queda de los Panamericanos Habana '91


Lo más recordado del verano de 1991 en Cuba, tal vez sean los XI Juegos Panamericanos, celebrados en La Habana entre el 2 y el 18 de agosto de ese año.

No sé si “celebración” sea el vocablo más acertado cuando el suceso provocó tanta angustia para el pueblo cubano. Casi medio millón de personas trabajaron sin descanso en las obras de construcción de las instalaciones deportivas que habrían de acoger a los deportistas de 39 naciones.

A pesar de la crisis económica y política, en pleno 'período especial', el país se movilizó durante largos meses, porque había que regalarle a Fidel Castro el espectáculo soñado para celebrar su cumpleaños 65.

No importaba que el socialismo se estuviera desmoronando o que, como consecuencia del corte de suministros de alimentos y combustible provenientes de Rusia, en las cocinas de los trabajadores no existiera ni un pedazo de pan viejo para llevarse a la boca.

El gobernante, fanático de los deportes, deseaba un poco de circo y no vaciló en malgastar las finanzas del país, en ruinas, en una pelea de gladiadores donde el pueblo sería el verdadero objeto de sacrificio.

Miles de horas de trabajo obligatorio, no remunerado en ocasiones; millones de brazos de mujeres, niños, hombres y ancianos levantando estadios, hoteles y otras edificaciones que, al pasar los pocos días de fiesta, no servirían para nada más.

Millones de dólares dilapidados en cientos de kilómetros cuadrados de abandono y desolación; miles de familias, por más de una década, padeciendo hambre y enfermedades a causa de la desnutrición con el fin de satisfacer el antojo de uno solo.

Transcurridos 23 años, cuando muchos cubanos atraviesan el túnel de la Bahía con destino a la zona este de la capital y observan lo que fueran campos deportivos, plazas, monumentos e inmuebles hoy cayéndose a pedazos, en primer lugar dan gracias, al cielo por estar vivos a pesar de tanta locura.

Y en segundo lugar al Comité Olímpico Internacional, por no haber permitido, en años recientes, que celebraran una olimpíada en Cuba, porque a sus hogares habría arrojado más penurias que las que uno alcanza a ver donde quiera que mire.

En su discurso de inauguración de la Villa Panamericana, en julio de 1991, Fidel Castro dijo una verdad innegable cuando señaló: “Por eso decimos que habrá dos épocas en la historia de nuestra arquitectura: antes de los Panamericanos y después de los Panamericanos”.

La desolación captada por nuestra cámara, irónicamente, no le dejan mentir.

Texto y fotos: Ernesto Pérez Chang
Publicado el 24 de septiembre de 2014 en Cubanet con el título Circo sin pan.

2 comentarios:

  1. la robo ilucion todavia tiene futuro jajajaj

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  2. Es un desastre. Si bien el problema del comunismo es ese precisamente, destruir lo que se ha construido, hay otro problema mayor. En mucho de los países donde se han celebrado grandes eventos internacionales, el problema es parecido. Los organismos internacionales exigen al país sede la construcción de enormes estructuras donde puedan albergar a los participantes, invitados y turistas con un confort a la altura del evento en sí. Los países hacen unas inversiones gigantes, desproporcionadas con respecto a su utilización futura, cosa que al organismo internacional les importa muy poco, para así poder obtener la sede del evento. En mi manera de ver, las dos partes tienen 50 % de culpa. Si el país organizador se pone los pantalones bien puesto, a los organismos internacionales no les quedara de otra manera que ajustarse a los presupuestos nacionales y si los ciudadanos de esos países no se ponen los pantalones bien donde corresponde, se derrocharán millones de dollares que pudieron ver sido utilizados en infraestructura más necesaria socialmente.. el asunto es más serio !!

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