jueves, 29 de marzo de 2018

Las drogas de los pobres en Cuba



Junto con el envase de parkisonil de color rojo, a 60 pesos (3 dólares) la tira de veinte pastillas, el vendedor, un tipo con pinta de hippy, a los clientes de confianza le regala un mapa en escala reducida del país al cual les gustaría viajar.

Bajo el estruendo de un rock metallica, que difunde un moderno equipo de audio, si eres un comprador VIP te permite “bajar los 'paquitos' con un trago de ron blanco. Yo siempre cojo un mapita de Jamaica, pues soy fan de Usain Bolt, el reggae y Bob Marley. Puede que sea sugestión, pero tú te concentras, y cuando se prende el vuele parece que estás caminando por un barrio de Kingston”, afirma Marlon, un moreno amante de la cultura rastafari.

En otro barrio de La Habana, en una ciudadela pobre de calles oscuras y a medio asfaltar, una señora con aspecto de abuela conservadora vende a treinta pesos el papelillo de metilfenidato. Sus clientes son generalmente jóvenes de familias pobres que los fines de semana, o un día cualquiera, inhalan el metilfenidato como sustituto de la cocaína.

“No es lo mismo, asere. La coca es otra cosa, sobre todo si es colombiana o peruana. Pero el gramo cuesta casi 100 pesos convertibles y el metil, cuando más, dos chavitos (cuc) el paquetico. El vuele tiene sus diferencias. Con la cocaína te pareces que tú eres el mejor del mundo y te sale una labia de un político de primera clase. El metil demora más en volarte, pero cuando llega el arrebato es riquísimo. Es familia de la anfetamina y te pone contento de la vida, men”, señala Rigo, desempleado, que bebe ron como si fuera un cosaco y traga metilfenidato como si fuera una aspiradora.

Mientras los músicos famosos y empleados del sector del turismo que suelen ganar una buena cantidad de divisas por concepto de propina pueden pagar el equivalente a 110 dólares por un gramo de cocaína, la clase más pobre, que es mayoría en Cuba, escapa del manicomio marxista y la falta de futuro, tomando cerveza y ron barato, sicotrópicos, marihuana cubana u otro medicamento que les cambie el cuerpo.

“La yerba local no es igual que la yuma (foránea), que es más poderosa. Pero mientras un taco de marihuana extranjera cuesta 5 fulas, una breva criolla vale 25 o 30 pesos. Es como la dipirona china, que para que te haga efecto tienes que tomarte dos, el enfory de aquí, pa’ que te prenda sabroso debes fumarte una mayor cantidad”, cuenta un marihuanero consuetudinario que vive al sur de La Habana.

Las personas que habitualmente consumen metilfenidato, sicotrópicos o marihuana criolla, aseguran que bajo el efecto de los estupefacientes dejan atrás todas sus preocupaciones. Se sienten diferentes, especiales.

“Ya no te importa que tienes solo una muda de ropa para salir y un par de zapatos. Que llevas una semana comiendo huevo y arroz blanco y que toda tu vida vivirás en la misma choza de mierda. Yo me endrogo pa’ no volverme loco. Eso sí, hay que tener tacto con el vicio. Pues si te pasa te enganchas”, señala Eusebio, recolector de materia prima.

Aunque el régimen cubano reconoce el auge de las drogas en la sociedad, suele minimizar su impacto y las causas. Entre enero y octubre de 2017, las autoridades incautaron más de cuatro toneladas y media de drogas, la mayoría marihuana.

Pero una fuente dijo que no toda la droga “que se ocupa se incinera. Una parte se roba y luego se comercializa en el bajo mundo. Es un negocio redondo. La mitad de una paca de cocaína de ganancia te deja cientos de miles de dólares. Con ese dinero se resuelve un montón de problemas en Cuba. No creas el cuento que solo los marginales y delincuentes trafican con drogas. Una parte llega de la incautada en recalos tirados al mar o decomisada por la Aduana”.

El 28 de diciembre, el diario Granma publicó un artículo donde denunciaba la adulteración de medicamentos detectada en el laboratorio farmacéutico Reinaldo Gutiérrez, ubicado en el municipio Boyeros. Sustituían el metilfenidato por un simple placebo. El periódico señalaba como culpables a una jefa de brigada, un operario, un jefe de turno y “estibadores de la empresa provincial minorista de medicamentos del Este".

Curiosamente, ningún directivo aparecía involucrado. Según el órgano del Partido Comunista, los implicados “recibieron en total sumas de efectivos superiores a 1,500 cuc”. La información de Granma se basaba en un detallado informe de la Fiscalía General de la República, e incluía una lista de hechos delictivos detectados en 2017, relacionados con la sustracción y el comercio ilícito de fármacos en diferentes entidades subordinadas a BioCubaFarma.

Con antelación, la prensa independiente en la Isla, había reportado robos y negocios en la red nacional de industrias farmacéuticas. Un ex directivo de un laboratorio farmacéutico en la capital, afirma que “las sustracciones de materia prima y medicamentos en esos laboratorios superan los diez millones de dólares al año, tal vez más. Son de las entidades estatales donde procede el metilfenidato y sicotrópicos, considerados drogas, que después se expenden ilegalmente. También es el embrión de un negocio de medicamentos prohibidos que se utilizan en gimnasios privados. El gobierno, igual que el marido tarrúo, siempre se entera tarde de las cosas”.

La autocracia verde olivo suele vivir de una narrativa prefabricada. Reconocer el auge de la prostitución, delincuencia, alcoholismo y drogadicción en Cuba sería aceptar que somos un país igual al resto. Y Fidel Castro erigió su régimen totalitario para marcar diferencias.

Iván García
Video: José Luis Perales, cantante y compositor español en No supo decir No.
Leer también: La droga no es una opción para los jóvenes cubanos, Alarma por jóvenes intoxicados con peligrosa droga, Droga fuerte en La Habana, Consumo de drogas en Cuba y El principito, la droga de los de abajo.

lunes, 26 de marzo de 2018

Paul McCartney en Santiago de Cuba


El régimen ha reafirmado su vieja y arraigada vocación de convertir -por oportunismo, necesidades y caprichos- en una obligación o en una realidad impuesta, algo que prohibió, persiguió y hasta le podía costar una pena de cárcel a los cubanos. Ahora se trata de una estatua tamaño natural del músico Paul McCartney, sentado a una mesa en un restaurante cerca del Castillo del Morro, en Santiago de Cuba.

El artista inglés visitó el sitio junto a dos de sus hijos en el año 2000. Allí almorzaron ensaladas y tortillas y bebieron cervezas y cocteles. La vajilla, las mesas y las sillas que usaron y el mensaje de “Muy bueno, volveré”, que escribió el músico en una servilleta, rodean la figura estática del integrantes de The Beatles utilizado por los picaros caribeños como atractivo para eventuales turistas.

En la misma fecha en la que el compositor de Let it be hacía su frugal almuerzo santiaguero, se inauguraba en La Habana, en un parque de la barriada de El Vedado, otra estatua de Jonh Lennon, su compañero de glorias y aventuras. Fidel Castro presidió la ceremonia.

A todas estas, hay que saber que la música del cuarteto estuvo prohibida en Cuba durante muchos años y escucharla, disfrutarla, encasillaba enseguida al joven cubano de a pie en un desviado social con problemas políticos, un contrarrevolucionario. Admirar a los ingleses era peligroso, tanto como admirar y oír a Elvis Presley con el que la propaganda comunista creo un apelativo que era sinónimo de enemigo del pueblo: elvispreliano.

La prohibición primero y la obligatoriedad después afectó también a músicos cubanos como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Así como el olvido voluntario y la ausencia total de las emisoras de radio y televisión acosaron a los largo de décadas a artistas como Compay Segundo y otros nombres importantes del teatro, el cine y la literatura a los que después, con reserva y discreción, les llegó el perdón del alto mando.

Hay otros dominios de la vida en los que la dictadura ha pasado de la persecución brutal a la apertura imperativa. Hablo de las relaciones con los familiares que salieron a vivir exiliados en a Estados Unidos y otros países. La mayoría de esos cubanos pasaron de ser gusanos a ser parte de la comunidad cubana residente en el extranjero.

El otro tema cardinal es el dólar. El que lo tuviera antes, si la policía lo descubría, iba a parar directamente a la prisión por un delito de tenencia ilegal de divisas. Y el que no lo tenga ahora pasa más y necesidad que los demás ciudadanos y se afianza de manera definitiva entre los sectores marginados que se ven obligados a sobrevivir, a duras penas, con el peso cubano.

El castrismo lleva casi sesenta años prohibiendo la libertad, pero también va a volver. Ella tiene sus caminos.

Raúl Rivero
Blog de la Fundación Nacional Cubano-Americana
Foto: Escultura de Paul McCartney en el restaurante que queda al lado del Castillo de San Pedro de la Roca del Morro en Santiago de Cuba, donde el 14 de enero del 2000 cenó el ex Beatle. Tomada de Prensa Latina.

jueves, 22 de marzo de 2018

Que vuelvan los "gusanos"


Ocho meses estuvo Ana Gálvez, 72 años, recogiendo boniatos, yucas y calabazas en una empresa agropecuaria estatal en las afueras de La Habana antes de poder marcharse a Estados Unidos en 1971.

“Nos trataban como si fuéramos reclusos o esclavos. La comida daba asco. Teníamos que trabajar doce y trece horas diarias. Entonces, era la única forma de que la dictadura te firmara la carta de libertad”, recordaba Gálvez, con lágrimas en los ojos, sentada en el lobby de un hotel en Miami, a tiro de piedra del aeropuerto internacional.

En la Florida, llegó a ser ejecutiva de una firma de energías renovables y hoy atesora conocimientos que podrían ayudar en la futura reconstrucción del sector energético cubano. “Cuba tiene todas las condiciones para en una década o menos, dejar de utilizar combustibles fósiles. A base de sol, los vientos y las aguas del Oceáno Atlántico o el Mar Caribe, porque sus ríos no son muy caudalosos, la Isla tendría una energía limpia y sostenible que contribuiría a su desarrollo. A ello se le añadiría la utilización de transporte híbrido, eléctrico o por alcohol de caña”, señalaba Ana con optimismo.

Pero cuando le pregunté que si las leyas cambiaran, ¿regresaría a la reconstruir el país?, enfáticamente lo negó con la cabeza. “Tendría que ser con ciertos requisitos, entre ellos una disculpa pública del régimen por su deplorable actitud ante los cubanos que un día decidimos emigrar y vivir en democracia. Es lo primero que pediría para regresar y trabajar por mi país”.

Ante la actual disyuntiva de Cuba, atrapada en una crisis económica estacionaria, improductividad crónica, freno al trabajo privado y a la creación de PYMES, crispación social por mala administración de los recursos, déficit que supera el millón de viviendas, baja natalidad, envejecimiento acelerado de la población, salarios miserables y descenso cualitativo de la educación y la salud pública, una salida honorable sería pactar con la emigración y entre todos empezar a reconstruir los cimientos de la economía nacional.

Exiliados como Ana Gálvez o el afamado músico y compositor Jorge Luis Piloto, quienes para emigrar de Cuba debieron aceptar tratos degradantes del régimen, merecen una disculpa. A otros, Fidel Castro los expulsó de su patria por pensar diferente y oponerse al estado de cosas.

Miami, otoño de 2014. Mientras Jorge Luis Piloto en su Mercedes Benz recorría conmigo el nuevo estadio de béisbol de los Marlins y el túnel construido tras la ampliación del puerto, le pregunté que si se dieran determinadas condiciones, regresaría a reformar su país. La respuesta no fue inmediata. Siguió conduciendo, concentrado en el tráfico.

En los años 70, Piloto residía junto a su madre en un pequeño cuarto con barbacoa, baño y cocina colectiva en un edificio con peligro de derrumbe en el barrio habanero del Pilar, municipio Cerro. No era un tipo 'confiable' para las autoridades: llevaba el pelo largo, siempre andaba con una guitarra en la mano y era amante de los Beatles.

Había llegado a la capital con 15 años procedente de Cárdenas, Matanzas. Y aunque en La Habana una canción suya ganó un premio en el Concurso Adolfo Guzmán, en 1980 decidió marcharse por el Puerto del Mariel.

A los más de 125 mil cubanos que emigraron por el Mariel, Fidel Castro, de manera ofensiva, los llamó 'escorias'. Antes, a los que se iban, los tildó de 'gusanos'. En 1980, ese año terrible, surgieron los neofascistas actos de repudio. Turbas populares te acosaban, gritándote toda clase de ofensas y calumnias, te tiraban huevos y a más de uno lo golpearon.

Piloto lo vivió en carne propia. Después de meditar su respuesta, me dijo que no tenía pensado regresar, pero si un día Cuba apostaba por la democracia, ayudaría en lo que pudiera. Recientemente, en una felicitación por el nuevo año, Jorge Luis escribía: "Que en 2018 podamos viajar a Cuba sin pedir permiso y con un proceso en camino de democratización, pero con justicia social para todos. La Cuba que soñó Martí".

Cada vez que he estado en Miami, he charlado con numerosos compatriotas. La mayoría tiene buenos empleos y se ha labrado una carrera profesional exitosa. A todos les hago la misma pregunta: ¿regresarías a reconstruir Cuba?

El noventa y cinco por ciento, luego de exponer sus razones, responden que no. Periodistas de raza como Osmín Martínez e Iliana Lavastida, que han logrado convertir un aburrido periódico conservador como Diario Las Américas en un medio atrayente, tampoco tienen entre sus planes volver a Cuba.

Solo aquéllos muy comprometidos políticamente confesaron que lo dejarían todo y regresarían a reconstruir la tierra donde nacieron ellos, sus padres y abuelos. Es el caso del poeta y periodista Raúl Rivero.

La casi totalidad de los cubanos que han triunfado en Miami ayudarían desde la distancia. Algo loable. Pero en una nación descapitalizada como es hoy Cuba, se antoja a poco. Porque no sólo va a necesitar profesionales, ayuda financiera y poderosas inversiones en infraestructuras. También necesitará mano de obra. Gente con experiencia en sectores como el de la construcción y la arquitectura: salvo excepciones, durante sesenta años, en Cuba se han construido chapucerías.

Igualmente harán falta personas con conocimientos en administración pública, instituciones políticas democráticas, especialistas en educación, agricultura, telecomunicaciones y otras ramas técnicas y científicas.

Es probablemente la mejor opción -quizás la única-, que tenga a mano la dictadura verde olivo. Negociar con la emigración, sobre todo la de más poder económico. Abrirle, sin condiciones, las puertas de regreso a su patria. Dejar de tratar a los cubanos emigrados como un negocio e incentivarlos a participar en la reconstrucción nacional.

A pesar del discurso triunfalista del régimen, el barco hace agua. Sería un crimen dejar que termine de hundirse sin intentar buscar soluciones.

A nadie le puede interesar más la suerte de Cuba que a los cubanos. Aunque no quieran volver definitivamente.

Iván García

lunes, 19 de marzo de 2018

El otro Raúl



Hay una iconografía de Raúl Castro, más o menos breve, que lo aparta del poder y desata una duda y otra: ¿fue más que seducido por la guerra, obligado a ella por su hermano? ¿Le ha importado en algún momento la gloria -no atañe aquí si espuria o no- o hubiera preferido un destino más vulgar y simple?

Existen anécdotas, comentarios de quienes estuvieron allí o allá, a su lado, y alardean de encuentros, cercanías, momentos, frases y diálogos que buscan marcar distancias, debilidades. Llantos o confesiones que se escuchan con esa mezcla de incredulidad y asombro que no permiten una certeza absoluta (“aquella noche, ya borracho, Raúl lloraba al recordar cuando Fidel, con el pretexto de hacerlo más hombre, lo obligó a matar a un ladrón o desertor en la Sierra”).

Pero por encima de todo están unas pocas fotos que siempre muestran un gesto, un detalle, una gorra y hasta una sonrisa o cierta picardía que parecen estar destinados a dejar un testimonio voluntario de rechazo a la imagen de caudillo que nunca permitió su hermano que lo abandonara, salvo cuando se le impusieron los vejámenes de la enfermedad y el tiempo.

Lo mejor de esos momentos transitorios es que la imagen muestra a un sujeto que nunca es lacónico, sino casi mordaz en su desafío al apellido e intentar ser simplemente Raúl.

Alejandro Armengol
Cuaderno de Cuba, 14 de diciembre de 2017.
Foto: Manuel 'Barbarroja' Piñeiro, Gabriel García Márquez, Vilma Espín y Raúl Castro. Tomada de Cuaderno de Cuba.


jueves, 15 de marzo de 2018

Mucho circo y poco pan



Mientras se pueda, fiesta. Tarimas de madera con tubos de aluminio y toldos de colores desgastados. Un par de urinarios portátiles, pipas con cerveza de pésima calidad y tres brigadas policiales que se encargarán de mantener el orden.

Ése será el panorama en Diez de Octubre para celebrar el 60 aniversario de la revolución de Fidel Castro, según un funcionario del Partido Comunista en el municipio más poblado de La Habana.

Con una extensión territorial de 12,28 kilómetros cuadrados, en Diez de Octubre viven 213,583 personas, de las cuales más de la mitad son del sexo femenino. La densidad demográfica es de más de 17 mil habitantes por kilometro cuadrado.

Situado al sur de la capital y a media hora en auto del centro de la ciudad, Diez de Octubre no tiene hoteles, playas, ni hectáreas de tierra dedicadas al cultivo agrícola. Tampoco rascacielos, restaurantes ni bares históricos recomendados en guías internacionales de turismo. Luyanó, Lawton, Santos Suárez, Víbora y Sevillano son sus cinco barrios principales.

El 53 por ciento de las casas, cuenta Olga, funcionaria del instituto municipal de la vivienda, se encuentran en regular o mal estado constructivo. El número de indigentes -denominados deambulantes por el régimen- ronda los 4 mil y más de 70 mil núcleos familiares residen en condiciones de pobreza extrema.

Los espacios deportivos, como el Conte y el Ferroviario en Lawton o el Cardona en el Sevillano, están depauperados y piden a gritos un remozamiento integral. Por la tasa de homicidios, pandillerismo, robo con fuerza, hurto y carterismo, ocupa el tercer puesto en La Habana, detrás de San Miguel del Padrón y Arroyo Naranjo, éste último el municipio con más hechos de sangre en Cuba.

En Diez de Octubre apenas se ven extranjeros y los pocos que se ven suelen ser suizos, que viajan a la capital cubana a recibir cursos de español en una antigua escuela de esperanto, hoy Estudio Sampere, en Vista Alegre enre Luz Caballero y Juan Bruno Zayas, Víbora.

Al igual que en el resto de los municipios habaneros, el sistema de transporte es caótico. Y también en esta localidad, como en El Cerro, Habana Vieja y Vedado, los espléndidos colegios laicos y religiosos hoy se encuentran en estado ruinoso, salvo algunos casos, como el antiguo seminario de los Hermanos Maristas, reconvertido en cuartel general de la policía política.

La mayoría de los habitantes del populoso municipio desearían tener calles asfaltadas -el 80 por ciento de las vías necesitan ser reparadas-, un acueducto eficiente, mejor higiene, mercados abastecidos y viviendas de calidad.

Pero el funcionario del Partido Comunista municipal aclaró a este periodista, que la prioridad en 2018 es “esperar con júbilo el 60 aniversario de nuestra revolución". Y agregó que "hay calendariado un programa extenso de actividades culturales y deportivas y también ferias agrícolas. Se realizarán charlas y simposios recordando a Fidel Castro. Y con la participación de los cuentapropistas, se organizarán actividades en parques infantiles y fiestas con música grabada y la Plaza Roja se transformará en una sede fija de orquestas bailables”.

El primer día del año ya se puso a prueba la nueva dinámica territorial. La llamada Plaza Roja, que no es plaza ni está pintada de rojo, es una simple calle de cien metros de largo por treinta de ancho que nace frente al otrora Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora y muere en la Calzada de Diez de Octubre. Recientemente fue asfaltada.

El pasado lunes 1 de enero, una brigada del Poder Popular levantó una tarima de madera, colocó dos baños portátiles y varias pantallas planas para el concierto de Alexander Abreu y su banda Havana D’Primera.

“Al no poder garantizarse el ron y la cerveza no armamos quiscos para expender bebidas alcohólicas”, dijo un trabajador. Pasadas las ocho de la noche, la Calzada Diez de Octubre, desde Santa Catalina hasta Acosta, fue cerrada al tráfico.

Como si de un carnaval se tratara, miles de personas acudieron al concierto con cajas de ron Planchao, jabas de nailon cargadas de cervezas y pomos plásticos con ron. “La policía no deja pasar con botellas de cristal. Tampoco con ningún perfilo cortante”, comenta Yaudel, un presidario habitual.

A las diez, cuando arrancó a tocar Havana D’Primera, el dueño de la cafetería en divisas más cercana donde la multitud se abastecía de cerveza y ron decidió cerrarla. En su lugar, en la calle Carmen, colindante con la Plaza Roja, tres autos y una camioneta particular improvisaron bares ambulantes. Ofertaban botellas de ron, cajas de Planchao y cerveza de latas.

Ante tanta demanda, los precios se dispararon. “Ño, asere, no seas apretador, lo único que me quedan son 35 cañas”, suplicaba un joven al vendedor de Planchao, que los vendía a 45 pesos, dos veces su precio original.

“Los bisneros hicieron zafra. Una botella de ron de 30 de pesos, la echaban en dos pergas de cartón y cada una la vendían a 60 pesos. El laguer (cerveza), que los negocios particulares venden a 35 pesos, a 50 y 60 pesos. Y volaba. La gente estaba seca”, contaba Damián, estudiante de preuniversitario.

Julio, dueño de un paladar en la Avenida Acosta, cerró su negocio y en su moto cargó cuatro cajas de ron Planchao y seis cajas de cerveza Bucanero. “Lo vendí todo, men. La cerveza a 50 pesos y el Planchao a 40. La gente me partía pa' arriba como si estuviera vendiendo carne de res”.

Otros, a precio de oro, ofertaban pan con bistec, pollo frito y bocaditos de jamón o queso. “No se pudo garantizar con los factores del municipio el abastecimientos gastronómico”, se lamentaba el funcionario del Partido Comunista.

Los vecinos de los alrededores de la Plaza Roja sufrieron un apagón de cuarenta minutos cuando se prendieron las pantallas y luces en la tarima. Las quejas eran subidas de tono. “Dicen que hubo un cortocircuito y por eso nos quedamos sin luz. No quieren revolución, pues cojan revolución. Y mira el ‘hombre nuevo’ como se comporta. Meando en la calle o en los portales y curdeando a más no dar”, señalaba Antonio, jubilado.

Dos baños para 20 mil personas desde luego que son pocos. Entonces la multitud orinaba donde quiera. “Tuve que tirarle agua a esa gentuza. Se habían metido dentro de mi portal a orinar y defecar. Y lo peor ocurrió después que se acabó el concierto. Las parejitas hacían el amor en cualquier lado. Los jamoneros y tiradores se pusieron las botas”, expresaba Lidia, ama de casa.

Al día siguiente, las zonas aledañas a la Plaza Roja parecían un campo de batalla. El olor a orine y excremento era brutal. Cientos de envases, latas y botellas regadas por toda la calle.

“¿Y ahora quién viene a recoger toda esta porquería?", se preguntaba Arnaldo, vecino de la Plaza Roja."Ná, como en África, que el meao y la mierda se secan solos. Eso es fertilizante, dirá el gobierno.”, reseñaba con tono irónico.

Mientras, el funcionario del partido, con la jerga habitual de los comunistas, se jactaba de que después de arrancar por todo lo alto el primero de enero con Alexander Abreu, "el fin de semana todos los habaneros, y por supuesto los octubrinos, están convocados al Estadio Latinoamericano para apoyar a Víctor Mesa y los Industriales, el equipo de béisbol de la capital, a ganar el campeonato”.

Es lo que por decreto oficial le toca a los cubanos en 2018. Mucho circo. Poco pan. Y que siga la fiesta.

Iván García
Video: Marginales bailando en el Parque Central de La Habana. De un reportaje publicado en Cubanet.

lunes, 12 de marzo de 2018

El país que somos



¿Qué razones pueden motivar a estudiar la carrera periodística a un joven en un país donde se hace uno de los periodismos más soporíferos, sumisos y aburridos del planeta?

Al menos Carlos Manuel Álvarez Rodríguez (Matanzas, 1989) tuvo una muy convincente: arrebatar el lenguaje periodístico, devolverlo a su origen. Como bien ha comentado en un artículo, “las profesiones que más han sufrido en Cuba, con el consiguiente escarnio para sus practicantes, son aquellas que con el fin de adaptarlas a los caprichos del Gobierno se vieron sometidas a una violenta castración de sus principios y propósitos, arbitrariamente convertidas, de plano, en su reverso. Entre ellas, ningún atraco como el atraco cometido contra el periodismo, al que, de haber sido medicina, se le habría pedido que dejase morir a los pacientes, o que llamara catarro al cáncer”.

Y al argumentar su afirmación de que hay que devolver la labor periodística a su origen, expresa que “el lenguaje en Cuba está sumamente atrofiado y prostituido. El discurso del Estado secuestra conceptos, ideas y las vende de otra manera. Los hechos no son así. Y la intención se trata, simplemente, de devolverle al periodismo lo que el periodismo es. El periodismo no es propaganda, no es una repetición pasiva de discursos del poder político. Tiene que volver a su función. Tan simple como eso”.

Desde que finalizó la carrera, CMAR ha desarrollado una trayectoria como periodista en Cuba que él resume como “un alejamiento proporcional de los medios que están controlados por los aparatos de propaganda del poder. Un alejamiento hacia la periferia, que implicó trabajar en medios cada vez más pequeños, cada vez más a contracorriente, en los que es más difícil establecer un canal de comunicación directa con el lector. Pero, por otro lado, esa misma distancia (del poder político) es directamente proporcional a la libertad que se tiene para escribir”.

Reconoce que en su decisión hay una contradicción: ¿cómo justificar del todo la razón de ser de un ejercicio que ve drásticamente cortado el canal de flujo de información con los que deberían ser sus destinatarios o receptores principales? Por supuesto, el establecimiento de ese canal no depende de los periodistas, ni tampoco de los posibles lectores. Pero lo que sí depende de quienes se dedican a esa actividad “es su elección personal de hacer periodismo o de no hacerlo, y que, incluso, más cerca del ejercicio del periodismo está la decisión de no hacerlo en absoluto que la decisión de hacer propaganda o información rotundamente funcional a un poder político que, a su vez, impide, censura o minimiza el impacto de la información contraria a sus intereses, lo cual, de manera curiosa, es justo lo que define al periodismo, su propósito de desmontar, cuestionar, denunciar o matizar la verdad del poder; es probable que uno de los caminos a tomar sea el de la inmersión profunda en la web (casi hasta desaparecer, pero siempre dando pelea)”.

Era aún estudiante cuando dio a conocer sus primeros artículos en Cubadebate, un sitio web que él considera “la bandera de los medios oficiales de Cuba, el más políticamente activo y progubernamental”. Tras graduarse, colaboró en OnCuba, y comenzó una trayectoria independiente. Está convencido de que ese es el único espacio donde se puede realizar un periodismo real. Sus trabajos aparecieron en El Malpensante y El Estornudo. Esta última, una revista digital que fundó con un par de amigos a inicios de 2016 y de la cual es director editorial.

En su descripción se lee: “Revista independiente de periodismo narrativo, hecha desde dentro de Cuba, desde fuera de Cuba y, de paso, sobre Cuba”. Cada columnista cuenta con una breve ficha que lo presenta. La de CMAR dice: “Bebedor de absenta. Grafitero del world. Nada encuentra más exquisito que los manjares de la carestía: los caramelos de la bodega, los espaguetis recalentados, la pizza de cinco pesos. Leyó un Hamlet apócrifo más impactante que el original de Shakespeare, con frases como esta, que repite como un mantra: "La hora de la sangre ha de llegar, o yo no valgo nada". Cree solo en dos cosas: la audacia de los primeros bates y la soledad del center field”.

Sus crónicas empezaron a divulgarse y pronto CMAR pasó a colaborar con regularidad en prestigiosos medios de otros países como The New York Times, The Guardian o BBC World. En 2015 ganó con uno de sus textos el Premio Iberoamericano de Crónica Nuevas Plumas. Ese mismo año, el programa Ochenteros, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, lo reconoció como uno de los 20 autores latinoamericanos nacidos en la década de los 80 a tomar en cuenta. Asimismo, ha sido becario de la Fundación para el Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez.

En mayo de 2017, fue incluido en la lista Bogotá 39 del Hay Festival, que selecciona cada diez años 39 talentos literarios latinoamericanos menores de 40. Carlos Manuel Álvarez Rodríguez es, por cierto, el menor de todo el grupo. Un mes después, salía de la imprenta una recopilación de sus crónicas: La tribu. Retratos de Cuba (Sexto Piso, México-Madrid, 2017, 257 páginas), prologada por el argentino Martín Caparrós. Se trata de su segundo libro: en 2013 había obtenido en Cuba el Premio Calendario con el volumen de cuentos La tarde de los sucesos definitivos, que fue reeditado en 2015 en Uruguay por Criatura Editorial.

La tribu recoge dieciséis crónicas, catorce de las cuales aparecieron originalmente en publicaciones digitales como OnCuba, El Malpensante, El Estornudo, Aljazeera, Desigualdad. Univisión Noticias. Aunque fueron escritas como textos independientes y aunque abordan temas muy diversos, componen un retrato panorámico de la Isla en el período de dramáticos cambios ocurridos entre los años 2014 y 2016. Esa etapa desconcertante para los cubanos comienza con el anuncio hecho por Barack Obama y Raúl Castro del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Y concluye con el fallecimiento de quien “fue el marabú que se extendió, como una plaga, sobre el tiempo histórico de Cuba”. Para contar este momento bisagra que vive la Isla, el autor de La tribu lo hace desde sus gentes.

Aquellos que se adentren en La tribu sin tener referencias sobre el autor, deben estar advertidos de que él no ha querido escribir el libro sobre Cuba que todos esperan. En esas crónicas, el tema político aparece, por supuesto, pero como un componente más del día a día. No es el que domina ni el que dicta el tono de ellas. Más que tratarlo de modo directo, CMAR muestra cómo la política actúa en la vida cotidiana de los cubanos. Otro de sus objetivos ha sido presentar un espectro más amplio de esa realidad. Está convencido de que hay grandes zonas que son como un páramo, pues nadie las ha narrado con la profundidad con que deben tratarse.

El periodista y escritor argentino Martín Caparrós apunta en el prólogo de La tribu: “El muchacho es ambicioso. Quiere escribir sobre un país donde muchos se esfuerzan porque nadie lo escriba y los escriba: un país mal escrito, tan reescrito, cribado de silencios. Los que lo cuentan suelen velarse con alguna ficción, pero el muchacho prefiere declinar esos disfraces: contar historias sin cambiarles los nombres ni las caras, sin cambiarles la fuerza; haciéndose cargo de su carga. Hemos oído, leído, visto tanto de Cuba; sabemos tan poco sobre Cuba. Tenemos sensaciones, opiniones, murmullos, pero no sabemos”. La frase “contar historias” empleada por el prologuista debe tomarse en su sentido literal, pues el que CMAR escribe es un periodismo narrativo. Jorge Carrión incluso define sus crónicas como cuentos sin ficción, que “configuran un panorama más agrio que dulce de la Cuba de comienzos de siglo”.

¿Cuáles son algunas de las historias y personajes que conforman el recorrido íntimo por la Cuba de hoy en el que CMAR apela a la cotidianidad? En Danzando en la oscuridad, cuenta el caso de una exbailarina de Tropicana que ahora vive en el vertedero de basura más grande de la Isla. Abarca 104 hectáreas cuadradas y “desde su apertura, en 1976, fue considerado un peligro medioambiental y un gran foco de contaminación”. Al descomponerse, la materia orgánica se pudre y produce gas metano. Este se acumula y combustiona, por lo cual los incendios han proliferado durante décadas. La humareda fétida, el aire contaminado, el calor y los mosquitos en la noche hacen que estar allí sea imposible.

Sin embargo, eso no impide que decenas de buzos o recolectores viajen diariamente a aquel micromundo feroz. Unos van diariamente. Otros se quedan durante tres o cuatro días y realizan maratonianas jornadas de recogida. Los hay que vienen de otras provincias y hacen estancia de tres o cuatro meses, hasta que acumulan un dinero respetable. Y están, por último, quienes viven a tiempo completo en las inmediaciones, como Luz María. Fue bailarina en Varadero y luego en Tropicana. Tuvo que abandonar temporalmente el trabajo cuando su abuela se enfermó. Y al regresar de Oriente, lo había perdido.

Los buzos son perseguidos por la policía. Son acusados de propagar epidemias, pero cuando los sueltan vuelven al vertedero. Muchos caen presos de nuevo, pero no desisten. “Es un círculo vicioso en el que las fuerzas del orden tienen las de perder. Primero porque alguien que decide irse a la basura a sobrevivir ya debe haberlo perdido todo. Poco le importa lo que suceda con él. Y segundo porque quizás la única solución verdadera sería lograr que todos o buena parte de los puestos laborales fueran más rentables que colectar desperdicios para revenderlos. Y eso, en un país donde el salario promedio, unos veinticinco dólares mensuales, representa lo mismo que un par de días de sacrificio en el basurero, parece poco menos que imposible”.

“Él fue a África para comprarse una casita y salir de aquí. Quería que nos fuéramos juntos. Él quería eso. Pero no viró, y ya le faltaba poco”. Son palabras de Justa Antigua, y se refieren a su hijo Reynaldo Villafranca, Coqui. Era enfermero y se incorporó a la Brigada Médica Henry Reeve, enviada por el Gobierno cubano a Sierra Leona, para combatir el ébola. Allí contrajo el paludismo y aunque fue atendido, no respondió al tratamiento. Para su madre, su hijo menor significaba la última posibilidad real que le quedaba “para salir del antro donde vive. Pero esa posibilidad se fue. El paludismo se la robó”.

Un tema que domina en esas crónicas es el de la sobrevivencia. Es lo que lanza a miles de cubanos a escapar de un país que es “el incunable de las crisis”. Su sueño es llegar a Estados Unidos. Antes se iban por el mar. Ahora la principal vía de emigración ilegal es la frontera mexicana. Dos de las crónicas, las tituladas La ruta hacia el norte y Panamá selfies, narran el calvario y las vicisitudes de quienes optan por ella. CMAR fue testigo de ese éxodo y comenta que, “a pesar del cansancio, no hay en esta multitud nadie excesivamente apesadumbrado. Es la ofensiva final, probablemente la espera más dulce de sus vidas”.

En Miami, donde pronto han de estar, “el tempo nacional se verá drásticamente violentado, suprimido, traumado”. Pero augura que “les irá bien, porque además cargan con el recuerdo del lugar del que provienen, un país que lamentablemente no supo ofrecerles demasiado, pero no será coser y cantar. No hay casi ninguna prueba factual por la que, a la larga, un cubano que se vaya a Miami tenga que pensar que no tomó la decisión correcta. Menos aún si ha quemado las naves, como todos estos”.

Otra crónica tiene como núcleo central el Malecón, “este largo muro que ciñe las carnes de la ciudad”. Después de prestarle atención, de mirarlo y observarlo, CMAR llegó a la conclusión de que funciona como “una especie de Inferno, círculos y círculos, y que lo único que había que hacer es recorrerlos”. Es precisamente lo que hace en ese magnífico texto, en el cual revela el Malecón como un caleidoscopio de Cuba que diariamente sostiene “las frustraciones, el ocio, las nostalgias y lo que sea que los habaneros vengan a dirimir al borde del mar”.

En La muerte del maquinista, el fallecimiento de Juan Formell le da pie para recorrer la trayectoria de Los Van Van. Acerca de esa popular agrupación, escribe: “Quien se haya educado en el feudo Van Van -y esto está lejos de ser un alarde de nacionalismo-, luego no podrá dejar de sentir algo diluido en la salsa, un exceso, tal vez, de metales, más agudos que graves. Como si la salsa frenara justo donde Van Van arrecia. Como si allí donde la salsa de raíces neoyorkinas cargara la atmósfera con cigarrillos y alcohol, Van Van lo hiciera con humo de hielo y marihuana”.

El libro, ya lo apunté, incluye dieciséis crónicas y no puedo referirme a todas. Hay, no obstante, un par de ellas que quiero destacar. Una es El pitcher negro de las medias blancas, donde CMAR relata el emotivo regreso del pelotero José Ariel Contreras. Escapó hacia Estados Unidos, donde pasó de ser un exiliado cubano a una rutilante estrella de las Grandes Ligas. La otra crónica es Alcides, el inédito. En palabras del periodista, “es el mayor poeta vivo de Cuba, y muy posiblemente el más honesto, el más injustamente silenciado, el que más alto precio ha pagado por su hidalguía y a quien las corrientes de moda no logaron subvertir ni la calderilla política comprar”.

Figuras del arte conceptual, deportistas exiliados, músicos célebres y del bajo mundo, enfermeros que cumplen misiones internacionalistas, poetas disidentes, emigrantes que atraviesan América Central para llegar a Estados Unidos, negociantes del mercado negro, prófugos del FBI que recalaron en la Isla, balseros, policías, travestis. Son los personajes que desfilan por el libro de CMAR y que conforman un retrato del cierre de un ciclo, de la travesía que fue la revolución. Su autor declara que no ha buscado integrarlos ni no integrarlos, ni demostrar a través de ellos una tesis previa. Tampoco encontrar un hilo conductor o una marca registrada de lo cubano. Es, afirma, la puesta en escena de un país. El país que somos.

CMAR forma parte de una camada de periodistas jóvenes cubanos que divulgan sus textos en medios alternativos a la prensa oficial. Una camada, como él la ha definido, “de recién graduados que no tiene nada que perder, ni hijos que alimentar, ni utopías ajenas que cumplir, ni casas que mantener, y que solo tendrían que ocuparse de sí mismos, algo que, como sabemos todos los que han tenido o tenemos veinte años, con arroz y chícharo basta”. Más que nuevo, el que hacen es un periodismo que está volviendo a serlo.

En el caso del veinteañero autor de La tribu, se trata de un periodista que aborda temas complejos con la extensión debida. El suyo es un periodismo elaborado, con un estilo a la vez fluido, elegante, poderoso. Y como señaló Leila Guerrero, posee una voz autoral cargada de recursos, en la que se percibe un manejo desenfadado y rotundo del español. Sus crónicas no solo merecen ser leídas por contar historias interesantes y bien contadas, sino porque además compensan con el placer de leer una excelente escritura.

Carlos Espinosa Domínguez
Cubaencuentro, 19 de enero de 2018.
Foto de Martín Herrera tomada de AFAR (The Experiential Travel Guide).

jueves, 8 de marzo de 2018

Acoso sexual a las mujeres es común en Cuba


Tres décadas después, Maritza recuerda que era una adolescente cuando sufrió abuso sexual de un vecino del barrio. “Yo llegaba de la secundaria y recogía la llave del apartamento en su casa. Era un señor afable, amigo de la familia. De niña me regalaba chucherías y libros de cuentos. Pero cuando 13 años comenzó a mirarme distinto. Un día, al darme la llave, estaba completamente desnudo. Intentó ofrecerme dinero y a menudo me decía cochinadas”, confiesa y añade:

“Lo que ahora se llama acoso sexual, lo sufrimos casi todas las niñas cubanas en la escuela. Los acosadores solían ser los varones del aula. Y no era un día o un momento determinado. Era a lo largo de todo el curso escolar. Igual te miraban los blúmers con un espejito, que te levantaban la saya, te tocaban el fondillo o te rescabuchaban en el baño. Una vez a una alumna le quitaron sus ropas e imitaban que le hacían el amor. Estábamos en cuarto grado”, rememora Maritza.

La historia del acoso sexual en Cuba es de vieja data. No es un fenómeno que produjo la revolución de Fidel Castro. Pedro, historiador, cree que el choque en la Isla de la cultura europea, más avanzada, y la esclavista o primitiva, muy atrasada, pudiera tomarse como un punto de referencia.

“Cuando los españoles descubrieron América, las indias andaban prácticamente desnudas. Legiones de hombres formados en la guerra, la mayoría ignorantes y poco cultivados que se pasaban meses sin tener relaciones con mujeres. Ese primer contacto con hembras semidesnudas les encendió el deseo del placer. Y se satisfacían utilizando la fuerza. Siglos después, los dueños de haciendas y centrales azucareros que tenían lotes de esclavos, actuaban de igual manera con las esclavas jóvenes, más apetitosas. La base de nuestra cultura es tremendamente machista. El trato de una esposa hacia su marido rayaba en el servilismo. Después se han sucedido cambios que han beneficiado a la mujer., pero seguimos teniendo una cultura extremadamente machista, donde los hombres que tienen un cargo o posición social consideran que las mujeres son sus subordinadas y si aceptan trueques carnales, pueden mejorar en sus puestos laborales”, explica Pedro.

El acoso sexual en Cuba no distingue ideología, raza ni credo religioso. Los periodistas cubanos nos debemos una investigación minuciosa para saber si dentro de la Iglesia Católica nacional existió pederastia o abuso sexual a menores.

Al controlar el régimen los medios e instituciones, ese tipo de investigaciones sobre temas que pueden afectar el honor de sus líderes y aliados coyunturales, como es la Iglesia Católica, no están autorizados. A los periodistas independientes se les cierran las puertas cuando han intentado indagar sobre el asunto.

Llamémosle Lydia, joven profesional muy católica, confiesa que durante su niñez, además del frecuente acoso escolar, frases vulgares de los hombres en la calle y el manoseo dentro de los ómnibus urbanos, fue acosada por un sacerdote en una parroquia habanera. “Cualquier sitio es un buen lugar para un acosador. Y lo he sufrido en la escuela, en las guaguas, en el cine, viajando en tren o caminando por una calle poco alumbrada, donde el tipo se saca el miembro y se masturba descaradamente delante de ti. Siendo niña, cuando los fines de semana asistía a clases de catecismo, un sacerdote, aparentando cariño, me manoseaba. Nunca se lo conté a mis padres, porque te invade un sentimiento extraño, como si la victima fuera la culpable”.

Dentro de la disidencia, donde supuestamente apuestan por el respeto a los derechos humanos e igualdad de género, se han dado casos de acoso sexual. Dos notables opositoras, una ex bloguera y otra abogada, se sintieron sexualmente acosadas por colegas, que incluso llegaron a tocarlas o acariciarlas sin su consentimiento. Es habitual entre líderes masculinos intentar acostarse con mujeres de su grupo a cambio de ciertos privilegios, como becas en el extranjero o recibir mejor remuneración. En ese mundillo se rumora de disidentes que se aprovechan de los activistas presos para ligar a sus esposas. El acoso sexual en la Isla abarca todos los sectores de la vida nacional.

En la televisión, teatro o el cine, “el acoso es a la cara. Ha habido castings donde el director coquetea abiertamente contigo y sugiere que te puede dar el papel si vas a la cama con él. Hay acosos más sutiles y otros más descarados. Pero el propósito es el mismo, utilizarte sexualmente a cambio de favores”, cuenta una egresada de un instituto de arte.

Dentro del régimen, igualmente existe acoso sexual e infidelidad conyugal. No importan los galones militares, el cargo del funcionario, su edad o estado civil. Cuando una mujer le gusta a un dirigente, la conquista a como dé lugar. Existen casos consentidos por la mujer, como las ex periodistas de la televisión Lissette Bustamante y Amada Montano, quienes mantuvieron relaciones sentimentales con el ex ideólogo Carlos Aldana y con Pedro Sáez, ex primer secretario del partido comunista en La Habana.

“Es una combinación fatal de necesidades económicas y miedo a perder el puesto de trabajo. Algunas lo hacen en contra de su voluntad, pero en otros casos, lo propicia la mujer, que en ese tipo de trato encuentra una forma de mantener a su familia y elevar su calidad de vida. Cada cual es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera. En las instituciones del Estado, sean militares o civiles, el acoso sexual ya es un estilo de vida por parte de una mayoría de funcionarios. Mientras más jerarquía tenga, con más descaro se comporta. Acariciarte las nalgas o las tetas para ellos es como saludarte o darte los buenos días”, relata una secretaria en un ministerio.

"Sobre ese tema hay total impunidad en Cuba", afirma una profesora jubilada. Y comenta sobre un video de 1992, que mucha gente ha visto en La Habana y que a pesar de la mala calidad de imagen y audio, se ve al general Raúl Castro darle una nalgada a una de las jóvenes militares que junto con una tropa femenina pasa por su lado, mientras se escucha la voz de una periodista hablando en inglés. El video se localiza en You Tube. No solamente es criticable el gesto del actual presidente del país, si no también las cosas que dice.

Me temo entonces que una revolución para denunciar el acoso sexual a las cubanas aún tendrá que esperar.

Iván García
Video: Lady Gaga en Til it happens to you, del filme The Hunting Ground.
Leer también: El novio extranjero de mi novia.

lunes, 5 de marzo de 2018

El otro viaje de las carabelas


El régimen cubano ha utilizado durante décadas su maquinaria de propaganda para prevenir o perturbar a los cubanos y movilizar al país entero porque de un momento a otro podrían “venir los americanos”, como se dice por allá. Pero la alarma, la preparación militar, las ciudades llenas de túneles para los efectos de las bombas y los teques heroicos de los cuadros políticos se quedaron en el aire. Los americanos no fueron. Lo que ha sucedido es que regresaron los españoles.

Ellos han vuelto, con el espíritu de Cristóbal Colón pero más pacíficos, con la Pinta, La Niña y la Santa María recargada esta vez en camarotes especiales con sus socios de la Unión Europea que no viajaron para apreciar el entorno y definir a Cuba como la tierra más bella del mundo como hizo la tropa de 1492, sino para catalogar la dictadura como una democracia de un solo partido.

Sí. Están de vuelta con sus inversores y empresarios más agudos y cordiales para ponerle ungüento de mentol, jarabes y aspirinas a la economía criolla que agoniza atacada por la epidemia del socialismo y por la torpeza de los valientes líderes que estaban y están dispuestos a combatir hasta el final a unos invasores que no los van a invadir.

Una de las insignias de la presencia empresarial española en la Isla es la cadena Meliá que en 2018 inaugurará 11 nuevos hoteles en Cuba. Con estos nuevos establecimientos llegará a la cifra de 40 en todo el país. Otras instituciones ibéricas de ese dominio y empresas de vecinas del viejo continente han abierto hoteles del mismo nivel de lujo y precios similares a los de Meliá, donde, como está establecido, los cubanos de a pie y bicicleta china, la enorme mayoría marginada de los ciudadanos no se pueden alojar. Ni siquiera pagar un almuerzo.

Los grandes sectores de criollos que no manejan moneda fuerte y no tienen familiares en el extranjero que les envíen remesas, tampoco pueden ir a comprar a los establecimientos controlados por los militares que comenzaron a ofrecer, ahora en enero, algunos de los productos de gran calidad de El Corte Inglés de Madrid, unos almacenes que, por cierto, debe su origen a El Encanto, la famosa tienda habanera de los años 50.

Los clientes de aquellos hospedajes de Meliá ubicados en sitios privilegiados de la geografía isleña y los compradores del atún, las pastas, los pimientos y los garbanzos enlatados del Corte Inglés son los turistas que visitan el país, los funcionarios extranjeros de otras empresas inversoras y la severa jerarquía del castrismo junto a sus parientes, su milicia de guatacas y compañeros de causa.

Los jefes, sus herederos y sus amigos, se hospedan en los hoteles y compran en las tiendas de divisas. Eso sí, siguen bien alertas por si van los americanos.

Raúl Rivero
Blog de la Fundación Cubano-Americana.

jueves, 1 de marzo de 2018

En caída libre la enseñanza en Cuba


En sus buenos tiempos, cuando el Kremlin giraba un generoso cheque en blanco a Cuba, en la mastodóntica Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin, al sur de La Habana, inaugurada en el otoño de 1974 por Leonid Brezhnev y Fidel Castro, sus alumnos comían pollo tres veces a la semana, tomaban helado Coppelia y contaban con los mejores laboratorios escolares de América Latina.

El centro fue el orgullo de Castro. Un alto segmento de los estudiantes eran hijos de funcionarios del Partido Comunista o adolescentes que destacaban por sus brillantes rendimientos académicos.

“La escuela era como una antesala del paraíso. Los albergues tenían aire acondicionado y agua fría y caliente. El comandante enviaba los quesos que producía en su fábrica de Punto Cero. Tenía un anfiteatro con capacidad para más de 4,500 personas. Y varias piscinas, entre ellas una de dimensiones olímpicas. La calidad pedagógica no era muy diferente a la de un colegio privado”, recuerda Ricardo, ex profesor de la Lenin.

El resto de los escuelas, aunque no tenían esos privilegios, contaban con un profesorado de nivel, almuerzo escolar y dos meriendas diarias en la enseñanza primaria.

“Los muchachos no tenían que cargar, como ahora, mochilas con comida. En la escuela te daban almuerzo y merienda gratis. El claustro docente contaba con una excelente formación profesional. Y los salarios eran aceptables en aquella etapa, cuando el peso tenía poder adquisitivo”, cuenta Elsa, maestra jubilada del antiguo Instituto Edison, en el barrio de La Víbora, hoy transformado en el preuniversitario Francisco de Miranda que, como la mayoría de las escuelas del país, pide a gritos una mano de pintura y una reparación general.

En los años de la 'edad de oro' de la autocracia castrista, los cubanos recibían media libra (227 gramos) de carne de res cada quince días por la libreta de racionamiento, pero ya el fraude escolar era un grave problema.

“Es verdad que en aquella época cualquier centro de enseñanza contaba con todos los recursos materiales. No faltaba el tejido para confeccionar los uniformes, ni el calzado escolar o deportivo. Tampoco cuadernos y libros. Pero el engaño, de cierta forma amparado por las autoridades, comenzó a deformar los principios que siempre sustentaron la educación cubana”, destaca Osvaldo, ex funcionario del Ministerio de Educación.

En su opinión, "la calidad de un maestro se parametraba por la cantidad de alumnos que promovía y se comenzó a practicar el timo consentido. Cuando un profesor veía a los alumnos en aprietos, descaradamente, permitía que copiaran de otro estudiante o copiaban las respuestas de los exámenes en la pizarra. Mientras más estudiantes promovían, más reconocimiento tenía el profesor y la escuela. Había nacido el fraude generalizado”.

Cuarenta y tres años después que Fidel Castro y Brezhnev inauguraron la escuela Lenin, el centro presenta condiciones precarias. Han cerrado dos bloques del edificio por problemas constructivos. “Debido a la falta de mantenimiento ninguna de las piscinas funcionan. En la mayoría de los albergues los alumnos tienen que cargar cubos de agua, hay un montón de filtraciones en los techos y la deserción de profesores es incesante”, señala un maestro.

Mientras la élite histórica de la burguesía verde olivo celebraba en Miramar, en el otrora Teatro Blanquita, rebautizado Karl Marx, el centenario de la revolución bolchevique, se rumoró el cierre de la Vocacional Lenin.

La viceministra de educación, Margarita McPherson, públicamente desmintió el rumor y argumentó que debido al descenso de la matricula, cerrarían solo dos bloques del gigantesco inmueble para reparación total.

Los problemas constructivos de las escuelas en la Isla son habituales. Si usted recorre la Universidad Tecnológica José Antonio Echevarría, antigua CUJAE, en Marianao, al oeste de La Habana, observará paredes ennegrecidas por la filtración, escaleras sin pasamanos y laboratorios mal equipados. En una casa de estudio donde, supuestamente, se graduará la crema y nata de la futura ingeniería cubana.

El acceso a internet de los estudiantes está racionado. “Nos dan determinado números de horas mensuales de navegación. La conexión, por lo general, es lenta y las computadoras son de segunda o tercera generación. La mayoría de los alumnos aprovechan el tiempo de máquina para actualizar su muro de Facebook y contactar con amigos y parientes en el extranjero”, indica un alumno de tercer año.

Ahmed, profesor de electrónica, cuenta que el siglo de la revolución digital “es penoso ver cómo en cada curso llegan alumnos a estudiar carreras técnicas sin conocer las nuevas tecnologías. He tenido estudiantes que apenas saber manejar una computadora. Los ingenieros que salgan de esta escuela no los recomendaría a ninguna empresa”.

A ETESCSA, la única empresa de telecomunicaciones en el país, le gusta presumir que presta un servicio social al país. Pero tengo mis dudas. Aunque desde el 4 de julio de 2013 se comercializa internet en pesos convertibles en salas y parques con redes wifi, la enseñanza pública en Cuba no tiene conexión a internet.

“Es inadmisible. Pero es la realidad. El gobierno se jacta de que todas las escuelas tienen laboratorios de computación, pero lo que no dicen es que la mayoría de las computadoras están rotas, desfasadas y sin conexión a internet. Hace dos años se habló de repartir tabletas a los estudiantes. Pero todo se quedó en eso: un cuento para engañar a bobos”, dice un profesor de computación de una escuela secundaria en la provincia Artemisa.

Una funcionaria de educación en el municipio Diez de Octubre, reconoce que el retroceso cualitativo en la enseñanza cubana es alarmante. "La mayoría de las escuelas están en regular o mal estado constructivo. Pero lo peor es la deficiente preparación del claustro de profesores, que obliga a los padres a pagar a maestros jubilados para que le repasen a sus hijos. No hay rigor. Porque un estudiante tenga excelentes notas, es un espejismo creer que las cosas marchan bien. Hay demasiada corrupción. Profesores que aceptan regalos y dinero de los padres para que les otorguen la nota máxima a sus hijos. Esa conducta no se puede justificar con el pretexto del bajo salario. La sociedad lo va a pagar en un futuro no muy lejano, cuando reciba en centros productivos o científicos a las próximas generaciones de profesionales”.

En la escuela secundaria Eugenio María de Hostos, en La Víbora, es frecuente que profesores cobren dos pesos convertibles, equivalente al salario de dos días, por repasar a los alumnos incluso en el propio centro. Las materias repasadas luego aparecen en los exámenes.

“Además de un fraude flagrante, hemos llegado a la falta de ética y moral. Es inaceptable que un maestro del Estado, por el motivo que sea, cobre por dar repasos. Eso es un delito”, indica Antonio, ex profesor jubilado. Pero la permisividad y ausencia de valores dentro de la sociedad cubana los apaña.

“Los pobres, a mí me dan pena los maestros, ganan un salario miserable y tienen que buscar la manera de ganarse un dinerito extra. Yo pago los repasos, así garantizo que mi hijo siempre obtenga notas altas”, confiesa la madre de un alumno.

Es un fenómeno generalizado y ocurre en escuelas de cualquier provincia. “Estamos formando monstruos, profesionales con serias carencias. Y lo peor es que sucede en todos los niveles de enseñanza”, opina un profesor universitario.

Si antaño el fraude académico era esencialmente para vender una imagen de sociedad con un alto grado de instrucción -el mejor del mundo, como le gustaba alardear a Fidel Castro- la actual estafa escolar es un negocio para miles de maestros mal pagados.

El bajón cualitativo en la educación pública es aterrador. Ninguna de las universidades cubanas figura entre las primeras 200 de América Latina. Y el sistema de enseñanza en Cuba, con elevado porcentaje de adoctrinamiento político y metodología desfasada, no clasifica entre los mejores de 70 naciones del mundo.

Sin embargo, el Banco Mundial, destaca que por per cápita de habitantes, Cuba es la nación que más dinero destina a la educación. Como todas las estadísticas cubanas tiene una doble lectura. El país destina un 13% del PIB a la enseñanza pública, alrededor de 8 mil 278,4 millones de pesos, equivalente a 375 millones de dólares.

Pero, ¿cómo se gasta ese dinero? Resulta evidente que no es en el salario de los maestros, en las reparaciones de escuelas y una base material de estudio de calidad.

Una de dos: o se reforma el sistema de enseñanza nacional o a la vuelta de una década los niveles de instrucción serían comparables a los de un país atrasado de África. Ya vamos por ese camino.

Iván García
Foto: Aula particular. Tomada de Las escuelas privadas en Cuba.